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Reed se quedó estática mientras miraba el cuerpo en el tubo de contención, flotaba en un líquido azul que ralentizaba su descomposición. Era mucho más joven que el anterior y tenía las garras y dientes afuera. Ver eso estremecía a cualquiera, pero Reed se sentía en especial, afectada, un pequeño cambiante lobo, muerto e infectado con la rara y peligrosa enfermedad L estaba frente a ella en ese tubo.
Se imaginó el cuerpo de Seth ahí adentro, y ya no pudo seguir viendo más.
— ¿Qué edad tenía? —Fue a preguntarle a Yuri Romanov.
El cambiante pantera estaba transfiriendo su informe a través de un enlace cableado a su anotador digital. Cuando alzó la mirada, sus ojos verdes estaban rasgados en dos afiladas pupilas.
—Joven, catorce tal vez quince años.
Todavía era considerado un cachorro para los cambiantes adultos, su corazón se estrechó al pensar en todo lo que había detrás de ese joven, una madre, padre, hermanos, tíos, abuelos, primos, un clan quizá, cuan preocupados debían estar por la desaparición de uno de los suyos.
— ¿Han encontrado a su familia o su clan de procedencia?
Yuri suspiró con tristeza.
—No, pero los rastreadores de Lévedevich siguen en el caso. Ten.
Reed recibió su anotador, y por primera vez se dio cuenta de lo solitario que parecía el laboratorio personal en donde trabajaba Yuri, él era el único que seguía intentando analizar la enfermedad L y hallarle una cura, todos se burlaban de él por su afán de salvar a los cambiantes lobo siendo Yuri un felino. Pero quizá el motivo tras esa férrea necesidad de ganarle la batalla a la enfermedad, se debía a que había algo de genes lobunos en la pantera, después de todo Yuri era hijo de un lobo.
Ellos dos se parecían mucho, ambos estudiando lo que nadie quería tocar...
—Dile a Lévedevich que necesito una respuesta urgente —dijo con seriedad—. No puedo mantenerlo en el tubo por siempre.
—Lo haré, nos vemos después.
—Adiós Reed, ten cuidado siempre.
Con una sonrisa de despedida, Reed salió al pasillo, pasó por la zona de contención hacia las escaleras, subiendo a la superficie se le erizó la piel por el frío, tendría que pedirle a Natasha que comenzara a calibrar las calderas. Ya en el jardín, todavía quedaban algunos rosales coloridos que le hacían frente al cambio de estación y el agua seguía con su murmullo. Por la hora, la zona de recepción estaba con bastante actividad, los demás investigadores y científicos salían de sus estaciones de trabajo para comer algo y descansar un poco. Saludando al paso, Reed se dirigió hacia la oficina de Vladimir, los reportes referidos a la enfermedad L los debía entregar personalmente a las manos del director.
A casi unos pasos de distancia, ella se paralizó al ver que Isabella salía casi con desesperación, si la vio, ella no le dio importancia, con su anotador apretado entre sus brazos, la joven mujer se fue por un pasillo que conducía a la cocina. Confundida, y un poco curiosa, Reed golpeó la puerta.
—Adelante.
Vladimir miraba por la ventana, como siempre, con un vaso de licor en una mano y la otra oculta en el ajustado pantalón de traje negro. Intentaba verse relajado, pero esta vez, no resultaba.
— ¿Pasa algo grave?
Él dio media vuelta y saludó con una amable inclinación, con sonrisa suave incluida, el gris de sus ojos estaba vidrioso como si hubiera llorado.
—Querida Reed, todo está en perfectas condiciones.
— ¿Seguro? Podría jurar que Isabella salió muy mal de aquí.
Al oír eso Vladimir se terminó su licor, con un suspiro cansado fue hacia el escritorio y se sentó.
— ¿Qué es lo que necesitas? —preguntó cambiando de tema.
Le dolió su evasiva, pero ella no podía saberlo todo acerca del leopardo, y Vladimir Lébedevich tenía derechos a guardar sus asuntos personales tanto como Reed.
—He venido a traer el informe de Yuri Romanov.
—Excelente. —Vladimir estableció el enlace de conexión—. ¿Cómo va su investigación?
—Está estancada, Yuri necesita una respuesta, si sigue pasando el tiempo el joven que tiene en el tubo de conservación empezara a perder su valor de análisis.
Vladimir apoyó ambos codos sobre el escritorio y pasó las manos por su rostro, hasta el cabello rubio, y cuando aparecieron a la vista, sus ojos retomaron un poco de su habitual fuerza.
—No podemos permitirle hacer el tipo de intervención que quiere, ese chico tiene una familia detrás, quizá todo un clan, ¿te imaginas lo que podría pasar si Yuri procede y encontramos después a un familiar que responda por él? ¡Una catástrofe política! Habremos roto nuestra regla de no experimentar sin el consentimiento, y terminaremos con las instalaciones clausuradas. Esto es..., muy delicado Reed, y Romanov tiene que entenderlo.
—Lo sé, he tratado de explicárselo, pero ya sabes cómo es, no quiere dar el brazo a torcer y dice que podría lograr grandes avances si le dan una oportunidad.
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Editado: 10.07.2019