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Reed se plantó firme frente a la desarreglada figura de Vladimir, el astuto hombre de negocios estaba perdido vaya a saber dónde, y en su lugar tenía a un muy apenado hombre Ruso que se escondía detrás del poco licor que le quedaba en su botella, ¿acaso se había bebido toda su reserva de licores? Reed no quería atreverse a mirar de reojo la despensa hecha en fina madera artesanal que guardaba celosamente su valioso licor, había cosas más importantes que preocuparse por el aparente descontrol del jefe.
Como la desaparición de Isabella O'Harrigan.
—Vladimir...
Pero seguía sin conseguir una reacción, una mirada, y su paciencia estaba agotándose.
— ¿Estás escuchándome? —Cuestionó con un tono de voz elevado, hasta ahora Reed no sabía si el cambiante frente a ella tenía un rango determinado, poseía dominio, eso era claro, lo que no podía descifrar con seguridad era el tamaño, por lo que intentar imponerle autoridad no era una buena idea, quizá no funcionaba como con Seth—. ¡Vladimir!
Un gruñido bajo emergió de su boca, como previniendo, era una alerta que a Reed le erizó la piel.
—Isabella no responde —dijo, controlando el temblor de sus labios—. Ya pasaron dos días, ¿podrías acceder a la base de datos?
Reed sentía que tenía los segundos contados, y cada uno de ellos que pasaba en la espera de información se descontaban a las posibilidades que giraban en su mente, a estas alturas su imaginación carecía de límites así como su preocupación. Isabella era una persona recta y puntual, su historial dentro del Centro de Investigaciones no tenía falta alguna, había que sumarle a eso su conducta apegada al protocolo y se obtenía una trabajadora ejemplar.
Isabella no faltaba al trabajo, no dejaba llamadas sin atender, siempre avisaba, daba señales de estar en un lugar seguro, ella no desaparecía de ese modo...
Por eso la prisa por ganar tiempo, pues cualquier cosa podría haberle ocurrido...
—Las bases de Escocia son las más seguras del mundo —respondió, para su sorpresa, su voz salió baja, quebrada—. A menos que tenga una cédula de residencia en el país, no me dejarán acceder... —Vladimir hizo una pausa, respiró y luego pareció recobrar las fuerzas que le estaban faltando—. Ella debió decirte más...
—Conozco la misma historia que tú, que ella solo tiene a sus tíos allá en su país, y sus padres le desheredaron por un problema que jamás me dijo, más allá de eso no tengo otros datos de su relación vincular aquí.
Vladimir le dio otra vuelta al licor amarillo de su botella, la tormenta grisácea de sus ojos se perdió en su bebida.
—Empezó a actuar raro días antes de esa maldita explosión.
— ¿En qué sentido?
Vladimir le miró a los ojos.
—Evadiéndome, me tenía miedo —dijo entre dientes—. Ella me tenía miedo —repitió, su voz se diluyó en un murmullo.
Reed temió preguntar... Y sin embargo, debía hacerlo.
— ¿Qué le hiciste?
Vladimir levantó su mirada gris, viéndose horrorizado.
—Nada —respondió con prisa—. ¿Acaso crees que yo...? Por Dios, Reed, soy incapaz de tocar una mujer sin permiso...
Se levantó de su sillón y comenzó a andar de un lado a otro.
—Der'mo... ¿Por qué se tardan tanto esos infelices? ¿Tan difícil es encontrar alguna pista?
Reed recordó la razón por la que estaba ahí, pero entre el tumulto de preocupaciones, y lo desconcertada que estaba por ver a Vladimir de esa forma, ella se había olvidado.
—Seth y Arif están en eso.
Vladimir volvió su mirada a ella, poderosa y un poco intimidante, Reed sentía al leopardo cerca.
—Ellos no...
— ¿No qué? —Le interrumpió—. Tenemos al mejor rastreador del clan Moon Fighters, no vamos a desaprovechar sus habilidades, ¿harías cualquier cosa por Isabella?
—Sí —contestó, completamente descolocado.
—Entonces no te atrevas a dejarlo fuera de esto.
En eso, las puertas detrás de ella se abrieron de forma abrupta, ambos voltearon, Arif estaba con el rostro colorado, había alarma en sus ojos claros y eso aceleró su corazón, previendo lo peor...
—Arif, ¿qué pasa?
—Necesitamos que armes una mochila con mudas de ropa, agua y comida.
— ¿Para qué?
—Nos iremos de rastreo, los tres.
Reed fue detenida por Vladimir.
—No puedo dejar que Reed vaya con ustedes. —Su voz adquirió mayor firmeza—. ¿Qué han encontrado?
Arif miró a Vladimir, sus ojos cambiaron a un dorado oscuro.
— ¿La ropa destrozada de Isabella te parece motivo suficiente? ¡La necesitamos!
Vladimir se tensó, y dejó salir un gruñido alto.
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Editado: 10.07.2019