Atrápame

Capítulo 19

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A su lobo no le agradaba nada el tono de aquel viejo, mucho menos sus palabras, tampoco entendía la situación en la que estaba, ni por qué rayos Isabella parecía ser otra persona, ¿dónde estaba su timidez? ¿Dónde estaba la dulzura de su mirada? ¿Por qué veía al gatito ruso como si se lo quisiera comer? Pero lo principal ¿qué estaba haciendo en el territorio de una coalición de cambiantes?

Seth tenía muchas interrogantes, pocas respuestas y nada de tiempo, pues ya los soldados armados del viejo se estaban acercando a ellos, apuntando con sus armas.

Nada bueno saldría de eso.

—Oye, espera —Reed intervino—. Ellos no han hecho nada malo, no puedes matarlos.

Ella se interpuso entre Seth y un soldado que le había quitado el seguro a su arma.

Armas, por todos lados, y de seguro lloverían balas pronto, trató de distraerse con ella, viendo cómo se enfrentaba al cambiante más alto y fuerte, oh, era valiente, y se veía tan bonita cuando estaba hecha una furia...

Más armas se cargaron, Seth raspó la tierra con sus garras, gruñendo bajo, controlando al lobo en su mente que luchaba con todas sus fuerzas por tomar el control y despedazarlo todo.

—Usted no...

—Silencio mujer —dijo el viejo—. Los humanos no tienen voz ni voto dentro de mi coalición, ni siquiera tienen un lugar aquí.

Arif maldijo en voz baja.

—Entonces ¿por qué le diste refugio a Isabella? —Cuestionó—. Es humana.

El viejo avanzó un par de pasos, seguía siendo custodiado por dos guardias, ¿era una especie de líder? ¿Dictador? ¿Patriarca? Seth no entendía el funcionamiento de una coalición, lo poco que sabía se lo debía a una conversación con su lugarteniente en donde aprendió que eran conjuntos de cambiantes, que sin importar el tipo, formaban un grupo similar a un clan pero con diferente estructura, normas, costumbres y jerarquías.

Si el viejo se llamaba a sí mismo como alfa, estaba haciendo un pésimo trabajo, pues se supone que los alfas no matan por capricho, deben tener siempre un argumento válido, como una intrusión agresiva, un ataque o un asesinato, y en este caso, Seth y Arif no habían hecho nada de eso. Puede que entraran a sus tierras sin permiso, pero eso no era justificativo, sobre todo si lo hicieron por una buena razón.

—Isabella es una mujer cambiante —respondió el viejo.

Arif se cruzó de brazos, ladeando un poco la cabeza le miró fijo.

—Ah, sí, y yo soy un gato, y a mi amigo le saldrán dos cuernos en cinco minutos.

Seth pensaba en muchas ocasiones que su amigo había nacido sin filtros en su lengua, y bien, ahora estaba comprobando esa teoría.

— ¿Dudas de mi palabra? —Cuestionó Raimund, pasando sus dedos sobre su barba blanca.

Arif se encogió de hombros.

—No te conozco, y nos quieres asesinar, ¿por qué habría de creer en tus palabras?

Raimund dejó salir sus garras y se acercó más, viendo el peligro, Seth rodeó a Arif quien se movió en posición de defensa.

—Alto, esperen —Vladimir se interpuso entre ambos y Seth tuvo que echar un paso atrás de mala gana—. De seguro hay un malentendido aquí, y no hay necesidad de matar a mis lobos.

El hombre ruso quedó bajo la analítica mirada del viejo, y el silencio fue pesado durante el momento en que ambos no movieron ni un músculo. Seth ya estaba perdiendo la paciencia, no se quedaría quieto y obediente, esperando la muerte, no, todavía tenía cosas que arreglar.

—No te muevas —Reed susurró, ella había retrocedido, hasta detenerse junto a él para acariciarle el pelaje—. O vas a empeorarlo.

Sus dedos rozaron su nuca, un momento fugaz de electricidad se esparció por su cuerpo al sentir el contacto, de pronto la mente del lobo perdió noción del verdadero peligro y el único enfoque que tenía era Reed. Asombroso era que se dejara controlar por una mujer humana, indiscutible el latido de su corazón que tomó carrera, y eso era peligroso...

—Mire, señor Lébedevich, yo puedo oír y darle lugar para hablar porque es un felino, aunque no estoy seguro de qué tipo, pero las reglas de mi coalición son claras: no se permiten lobos, cualquier transgresor debe ser eliminado.

Reed se tensó.

—Eso no es justo —replicó—. ¡No hay justificativo para matarlos!

—Usted es humana y no comprende nuestra forma de vida, las cosas son así, nada es justo en esta vida.

Reed afirmó sus manos en dos puños.

— ¿Y eso le da el derecho de decidir quien vive y quien muere?

El viejo le miró por un momento largo e incómodo.

—Sí —respondió con total naturalidad—. Los lobos son criaturas peligrosas, no comparten los recursos con felinos, es por eso que no podemos admitir la existencia de ninguno de ellos, no en el territorio, la seguridad de la coalición es primordial.

Desde la cercanía Seth pudo sentir el ligero temblor en su cuerpo, la huella de indecisión y el temor profundo y desconcertante.




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