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Fueron dos largos e interminables días, en los que sintió miles de emociones fluctuar, el viaje de regreso resultó agotador, pero no era nada comparado a la fiebre y el dolor incesante que no le abandonó ni por un segundo.
Arif logró hacerlo llegar en pie al territorio, él fue su soporte silencioso, quien lo sostuvo cuando quiso caer y el que simplemente estuvo ahí para evitar que cometiera un error irremediable. No preguntó nada durante el viaje, Seth agradeció eso.
—Llamaré a Dash —dijo Arif al ayudarlo a tirarse en su cama.
Se acurrucó, estaba fría y limpia, ordenada tal cual como la dejó.
—No, quiero estar solo.
—Estás ardiendo en fiebre Seth, déjame ayudarte.
— ¡He dicho que me dejes solo!
Miró sus manos, temblaban de rabia y enojo, estaba inestable, con su lobo al borde de salir fuera de control. Era un peligro, para todos, para sí mismo.
«Mira en lo que nos hemos convertido»
—Seth, por favor, no estás bien...
—Déjame Arif, necesito estar solo.
Su amigo se veía renuente a obedecerlo, pero al final accedió y le dejó en la solitaria quietud de su hogar. Seth ni siquiera se movió cuando tiempo después su celular sonó, él solo quería quedarse ahí, inmóvil y protegido, esperando el momento en donde dejaría de pensar para siempre.
Ella había llorado, muchas veces, también sintió miedo, pánico, rabia y dolor. Seth las sintió, sus emociones eran tan fuertes que calaban duro cada vez que aparecían por el vínculo, la reacción correcta era calmarlas, pero no quiso, durante las últimas cuarenta y ocho horas estuvo luchando contra su lobo para evitar que le ayudara a calmar las emociones de Reed, constantemente se debatía en dejarle sufrir sola y permitir a su lobo cuidar de ella en la distancia.
Cerró los ojos, esto no debía afectarlo tanto, él era fuerte, el lobo grande y malo que era capaz de matar por los suyos, no se suponía que se viera así, tan destruido, por una mujer humana. Pero la traición dolía en lo profundo, incrementando la rabia en su interior, tan ácida y fuerte que en cualquier momento estallaría.
No supo en qué momento se durmió, pero cuando volvió a abrir los ojos ya era tarde, apenas había luz, y en la sala se escuchaba movimiento. Estiró sus extremidades que dolían por estar tanto tiempo dobladas, se sentó en el borde de la cama y miró un punto en el piso de madera.
Estaba desganado, Reed le había quitado todas sus fuerzas, parecía otra persona.
Estirando la piel de su rostro, suspiró, arrastró los pies hasta llegar al baño, en el amplio espacio respiró el olor a lavanda que dejaba como aromatizante. Desesperado, Seth tomó el objeto destapado y lo vertió en el fregadero, lo último que necesitaba era recordar el olor de Reed.
«Pero es absurdo, lo llevamos en la piel»
—Maldito vínculo, maldito, maldito, maldito, ¡maldito!
Su puño fue directo a la imagen en el espejo, fragmentándose, lastimando su piel, la sangre brotó en débiles hilos que en gotas se derramó sobre la superficie blanquecina del fregadero. El sudor bajó por su cuello cuando observó su reflejo, sintió repulsión al verse como un hombre frágil y vulnerable, con los ojos hinchados y enrojecidos, el cabello revuelto, la amargura en su mirada.
Todo en él gritaba destrucción, humillación.
Confió en ella, abrió su corazón, y ahora estaba muriendo por dentro, la distancia le estaba matando lentamente. Todo era injusto, casi ilógico, pensarse como la incauta presa que cayó en el juego de alguien más astuto, una simple mujer humana que lo manipuló como una maestra del ajedrez, ¿hasta qué punto había fingido? ¿Sus emociones nunca fueron reales?
Abrió el grifo del agua fría, la sangre se diluyó perdiéndose en el drenaje, Seth lavó su mano herida que ya estaba cicatrizando sus heridas, luego se echó agua en el rostro, el frío relajó un poco sus ojos, limpió el rastro de dolor emocional que sería fácil de detectar por cualquier otro lobo que lo viera. Nadie debía saber lo que había hecho, Seth era tan traidor como Reed, aunque de forma inconsciente.
El clan estaba en riesgo y él le dio las cartas al enemigo.
«Ella tenía un motivo, su cachorra»
El lobo se resistía, pero el hombre ya no quería darle vueltas al asunto, era como hurgar en la herida una y otra vez.
«Un lobo Moon Fighter no perdona»
Secándose con una toalla, salió.
«Su hermana estaba en peligro, habríamos hecho lo mismo»
«No, nosotros pediríamos ayuda al clan»
«Pero ella estaba sola»
Seth ignoró al lobo que ahora actuaba como si fuera la voz de la razón, nada de lo que pudiera decir iba a cambiar las cosas, Reed era responsable por sus acciones así como él, lo primordial era mantener a salvo al clan, prepararse para un ataque por parte de los Blue Storm.
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Editado: 10.07.2019