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Reed se detuvo frente a la estación de autobuses de Alcott, era la ciudad más cercana al borde, a casi setenta kilómetros de la frontera con Estados Unidos. Por fortuna para su cansancio todavía quedaban espacios para el viaje hacia Alderville, solo se requería documento de identidad, nacionalidad y el registro de delitos. Reed enlazó su anotador digital a la red cifrada de la estación para proveerle la información personal al agente en ventanilla, el hombre de mayor edad revisó en detalle cada archivo y al final asintió con seriedad.
—Todo está en orden.
—Excelente —respondió tratando de armar una sonrisa convincente en su rostro—. Compraré un boleto de ida.
De su cuenta de ahorros extrajo el dinero del pasaje y lo envió a través de un cajero digital a la cuenta de la empresa, luego el agente de ventanilla esperó un par de segundos mientras confirmaba la transacción y le entregó el boleto.
—Al llegar a la frontera los agentes de aduana revisan pasaportes y registros de identidad, la empresa se reserva estos archivos digitales hasta completado el viaje, luego se eliminan de forma permanente de la base de datos.
—Entiendo, no hay problemas.
—Que tenga un buen viaje, señorita.
Reed sonrió en respuesta, dando media vuelta tomó una respiración profunda, su corazón volvió a agitarse cuando notó al personal de seguridad de la estación asentado en las esquinas, vigilando el lugar en el que pocas personas esperaban sus salidas, sentadas en los asientos en el centro.
El de Reed estaba siendo abastecido y ya llamaban para abordar.
Ella solo contaba con su mochila cargada con algunas prendas de ropa, dinero en efectivo —aunque de nada le serviría al lugar a donde iba—, y su anotador digital cargado al máximo. Salió de la estación, el aire estaba cargado de humedad, la noche estaba cerrada, sin luna, Reed se dirigió al autobús doble estacionado en la zona de reabastecimiento de combustible, tenía la puerta de ingreso abierto y el cartel del tiempo que faltaba para partir.
Quince minutos.
Reed subió y caminó hasta el último asiento del vehículo, junto a la ventana, su cuerpo se sintió flojo, débil y cansado, no había dormido en veinticuatro horas debido a la enorme carga de preocupación que tenía encima, y era probable que tampoco pudiera conciliar el sueño durante el viaje.
Más personas subieron a bordo.
Reed sacó su anotador digital nuevo, lo había comprado en una tienda antes de dejar Asunction Creek, desplegó la antena para captar señal de internet, navegó en el panel de noticias, deseando con todas sus fuerzas que todo el personal del CIG estuviera vivo, que los daños fueran materiales, claro que, la pérdida de muestras y estudios atrasaría las investigaciones por otra década más, pero eso no importaba frente a las muertes de aquellos que las desarrollaban. Reed pensó en Vladimir, Yuri, Isabella, Natacha... La vista se le nubló y tuvo que volver a respirar para evitar que el llanto escapara a su control, fijó su atención en el artículo más reciente que arrojaba pocos detalles más que el devastador incendio que arrasó con las instalaciones, el personal de emergencia y las brigadas de bomberos todavía realizaban los trabajos de búsqueda y rescate, hasta ahora ningún medio oficial tenía acceso a las listas de heridos o muertos.
Pensar en eso hizo que su corazón latiera más rápido, Reed miró por la ventana, el conductor uniformado hablaba con otro de forma animada, más lejos se acercaban los últimos pasajeros. Alejó la vista, sintiendo el temblor dominar su cuerpo, trató de calmarse, pero no era sencillo. Se sentía como una maldita cobarde por huir en vez de ir en ayuda de sus compañeros de trabajo, pero ¿qué podría hacer? Solo era una simple mujer humana que lo único que haría sería entorpecer la tarea de los rastreadores cambiantes preparados para acudir en ese tipo de casos... Se sentía terrible, un nudo se ajustaba en su estómago, los pensamientos oscuros tiraban de su mente como si fueran garras, la incertidumbre era una cruel espina enterrada en su corazón...
Respiró, ya no sabía si debía caer en la desesperación o seguir creyendo que estaban bien.
Lo único que podía hacer era apoyar su cabeza contra el vidrio de la ventana y mirar la luz del alumbrado en el exterior, ahora huía como una fugitiva de la justicia, no sabía si había dejado inconsciente a Adrien o si lo había matado, de todas formas debía alejarse lo más pronto posible de Canadá porque su vida estaba en riesgo. Adrien Renan no era un lobo solitario, tenía amigos de su clan siempre cerca, no tardarían en encontrarlo, y aunque ella usó ese rociador que ocultaba su olor natural, había dejado huellas en todos lados, debía poner distancia antes de que ataran los cabos sueltos y le dieran caza.
Reed sabía que su destino final dependía del alfa del clan Moon Fighters, y por eso debía proteger su vida y la unidad USB que portaba la valiosa información, seguiría respirando hasta entregársela como muestra de arrepentimiento, después..., no estaba segura de lo que pasaría con ella.
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Editado: 10.07.2019