Atrápame

Capítulo 38

 

 

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Ella se abrazó a sí misma, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo, por el pasillo se escuchaban los murmullos, a esos ayudantes ir y venir de un lado a otro para tratar a todos los heridos. Reed solo podía pensar en una cosa, Laila, y ella realmente estaba temblando mientras pensaba en lo mucho que le dolería si ella no...

Gimió bajo, la nariz le picó por el llanto que se estaba acumulando de nuevo en sus ojos, esto, todo esto no era justo.

Las preguntas le invadían y no tenía respuestas, nadie se las daría, y al final terminó por convencerse que Adrien se vinculó con su hermana por maldad, ¿qué otra cosa esperaría? Debía saber bien lo que estaba haciendo, el nivel de daño que le causaría, y que en este momento le estaba causando.

Respiró, era demasiado doloroso imaginar lo peor, pero los dos lobos que estaban tratando de salvarla no le dieron muchas esperanzas, ¿qué más podía hacer?

Un aullido largo resonó por las paredes, era potente, llamativo, y ella se paralizó al momento en que lo escuchó, su corazón se agitó dentro de su pecho. Reed no pudo más, ingresó al cuarto y se quedó petrificada al oír los quejidos de dolor, casi agónicos, que el alfa estaba lanzando al aire. Dashiell mojaba una toalla en agua y se la colocaba constantemente en la espalda, las venas del cuello y la cabeza parecían latirle por la tensión. Reed no pensó que estuviera haciendo algo bueno por su hermana, Laila seguía en la misma condición.

— ¡Les dije que se fueran! —Exclamó en una voz casi gutural.

Reed buscó ayuda en el médico, grave error, pues la expresión de abatimiento no hizo más que aumentar su desesperación. La impotencia trepó por su cuerpo, y le obligó a dejar de estar parada contra la puerta como si fuera una estatua de piedra. Se movió, algo tenía que hacer, iba a luchar con todas sus fuerzas para que Laila se quedara con ella, Adrien no podía ganar, no iba a quitarle lo que le quedaba de su familia. Al tomar la pequeña mano, la frialdad de su piel le alarmó, Reed revisó los signos vitales en la pantalla digital integrada en la pared, tanto el pulso como la presión sanguínea se mantenían ligeramente por debajo de los parámetros normales.

Notó la sangre en el otro brazo, oscura por la coagulación, apenas cubierta por la mano de Derek, debía de estar haciendo el vínculo. Reed había estudiado un poco sobre eso, en los registros antropológicos solo decía que los alfas de los clanes realizaban un tipo de unión sanguínea con los miembros a los que dirigían, y que a través de ellos podían sanar heridas y ejercer algún tipo de control emocional, aunque de lo último no existían pruebas certeras. Pero, en condiciones normales no se tomaba tanto tiempo y por el estado en el que se encontraba Derek algo no iba bien.

Reed volvió su atención a Laila, el movimiento debajo de sus párpados seguía, de vez en cuando sus piernas se movían de forma espasmódica, el cambio en la coloración era alarmante. Reed sentía ganas de gritar por la impotencia, era horrible verla en esa situación, sobre todo cuando no tenía la solución en sus manos y las posibilidades eran escasas.

—Estás empeorando —dijo Dashiell quitándole la toalla a Derek—. Tu fuerza disminuye.

El temblor en la voz del médico era fácilmente perceptible.

—Necesito..., un poco más de tiempo..., su mente sigue inestable.

Derek se encorvó en medio de otro grito desgarrador, el sudor le bajaba por la frente.

—Tengo que..., encontrar la conexión fallida...

Dashiell le miró desesperado.

—Ya no puede seguir así —dijo a media voz.

—Dash...

— ¡Es verdad! —Replicó—. Entrarás en coma por el desgaste.

—Pero la niña...

Una convulsión violenta y otro aullido agudo, era como si su lobo se estuviera saliendo de control, Reed veía como las garras salían y volvían a esconderse, cómo el color de sus ojos cambiaban sin parar, de la miel al ámbar y de regreso, una y otra vez.

Cuando se atrevió a mirarlo de frente, su gruñido agresivo le hizo cambiar al médico, dilema estaba presente en el rostro de Dashiell, y a pesar del dolor que ella sentía, comprendía lo que pensaba en el silencio, Dashiell estaba optando entre uno y otro, su alfa o su paciente. No era una elección fácil.

Las lágrimas se le escaparon y ella no volvió a verlos, tan solo se aferró a Laila, temblando por dentro le miró sintiendo que esto era un adiós, que ya no había alternativa y el daño estaba hecho. No volvería a verla sonreír, ni a escuchar su voz, tampoco a oírle contar sus cuentos favoritos ni cómo adoraba jugar en la lluvia y eso..., y eso dolía..., tanto que sentía quemar por dentro, era mil veces peor que el dolor que sintió cuando cada uno de sus padres dejó esta vida para siempre, y era insoportable la idea de que ya no volvería a escuchar sus pisadas por las noches cuando quería dormir junto a ella...

Dolía... Tanto como para ya no seguir en este mundo sin cumplir lo que había prometido, por su hermana ella había hecho hasta lo imposible, por Laila traicionó sus ideales, arriesgó su empleo y quebró promesas, ahora todo eso no valía nada, no fue suficiente, Reed no pudo...

El llanto fluyó bajo, como el más suave arroyo, cálido, incontenible, Reed escondió su rostro entre los rizos oscuros de su hermana, deseando tan duro poder estar en su lugar...

La puerta se abrió de golpe y una esencia le recorrió el cuerpo, levantó la cabeza, tan solo un poco, de pronto su corazón volvió a latir con rapidez a medida que veía a Seth atravesar el cuarto hasta situarse junto a Derek.

El rostro de su rastreador fue atravesado por la más pura desesperación, Seth apretó sus labios en una línea tensa cuando revisó el estado de Laila.

—No está funcionando —murmuró con pesar.

Dashiell bufó molesto.

— ¿Crees que no lo sé? —Reclamó, volvió a comprobar los signos vitales de Laila en la pantalla—. No quiere dejarla.




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