"Londres me recibe, una vez más"
Louisa
Londres.
Mi antiguo hogar.
El lugar donde todo comenzó.
Desde la ventanilla del tren la observaba tal y como la recordaba: fría, distante y cruel. Aunque tenía algo diferente, se notaba que ya no era la misma. Yo tampoco lo era.
Cinco años. Cinco años fuera para aprender a usar las palabras y los conocimientos a mi favor. Hablar con elegancia, pensar con precisión y… mentir con dulzura. Circunstancias dolorosas me habían arrojado al exilio y un hambre voraz que exigía justicia, me empujaba a volver.
El tren se detuvo entre silbidos de vapor. Al bajar del vagón, mi presencia llamó la atención de miradas curiosas. Podía ver en sus ojos como oscilaban entre diferenciar si se trataba de aquella niña que existió alguna vez o de una mujer con porte y aire extranjero, recién llegada de París.
Acomodé mi vestido azul antes de caminar hacía el hombre que sostenía un cartel con mi nombre. Había mandado una carta a mi padre avisando de mi regreso. Estaba segura de que la noticia no había sido de su agrado cuando jamás recibí una respuesta. Por lo menos tuvo la decencia de enviar a Percy, su cochero por años.
—Bienvenida de nuevo, señorita Harrington —murmuró al sacarme la maleta de entre los dedos para subirlas en el carruaje. Asentí sin sonreír.
El camino hasta la residencia familiar fue un viaje entre fantasmas. En cada esquina que pasábamos, un recuerdo de mi infancia me inundaba profundamente. Fragmentos de recuerdos que residen en lo profundo de mi memoria y de mi corazón.
La casa de la familia Harrington estaba en las afueras de Londres. Alejada del ruido, de los murmullos de una sociedad traicionera. Lo irónico era que no muy lejos de la mansión, se encontraba la casa del enemigo mayor: la residencia de la familia Ashford.
Alistair Ashford, socio y amigo de mi padre, era la peor lacra que había pisado Londres. Lo sería igualmente de haber parado en cualquier otra parte del mundo. La destrucción en cadena de mi familia… todo, se debía a él.
Al pasar en frente, nada en ella había cambiado. La fachada seguía viéndose altiva, violenta y con clase. Pero, el tiempo le había robado su brillo. Igual que a ellos, igual que a mí. Aparté la mirada antes de que me invadieran los recuerdos, porque sí, dolía admitir que gran parte de mi infancia, la había pasado entre las paredes de esa casa.
Mi antigua casa seguía igual de pulcra como la recordaba. La fachada perfecta para ocultar lo marchita que estaba por dentro. No tenía intenciones reales de vivir allí, pero debía empezar a construir los cimientos de la imagen que sería presentada ante la sociedad: Louisa Harrington, una dama distinguida que hace años huyó de Londres y vuelve finalmente, trayendo con ella las modernas ideas que marcan tendencia cultural en París.
Percy bajó primero y me extendió la mano para ayudarme a descender.
—La visita será breve. —le comuniqué. —Luego necesitaré que me lleve hasta mi nueva residencia.
—El señor Henry creyó que viviría con él.
—Estoy segura que le gustará saber que no será así. —respondí con un tono delicado que no acompañaba las intenciones de mi comentario.
Las puertas de mi antiguo hogar se abrieron frente a mí, mostrando detrás del umbral la figura deteriorada de mi padre. Su mirada apagada, su aspecto descuidado.
—No te esperaba tan pronto, Louisa. —su tono era amargo. —Para serte sincero no sé qué es lo que te trae aquí. París es perfecto para ti.
—La experiencia parisina fue preciosa y enriquecedora sin duda, padre. —examiné con cuidado el lugar —Pero mis ambiciones me trajeron nuevamente a Londres.
—Para una señorita es peligroso tener ambiciones.
—Pero ya no soy una señorita, padre. Ya soy una mujer y mis ambiciones, tienen buenas intenciones con la ciudad de Londres. —respondí con amabilidad —Te sorprendería todo lo que aprendí en París.
—¿Qué es lo que pretendes exactamente, Louisa?
—Descuida, padre. —le dediqué una sonrisa de boca cerrada. Mi tono permanecía tranquilo y controlado —No pretendo perturbar tu paz. —Su rostro reflejaba desconcierto y desconfianza.
—Me alegra escucharlo. Los Ashford siguen siendo aliados importantes de esta familia.
—Entiendo, padre. No debes preocuparte por mí. Fue un placer visitarte.
—¿Cómo dices? ¿Acaso no te quedarás aquí?
—Me temo que no. Mi nueva residencia está no muy lejos de aquí. Percy me llevará hasta allí. Adiós.
Se quedó parado ahí, viendo como me iba. Estaba segura de que en su cabeza había imaginado miles de escenarios, pero ninguno como este. Nadie podría saber lo que se aproximaba.
Un nuevo comienzo.
La ciudad me esperaba y con ella, sus culpables. Todos, de una forma u otra, eran parte de la verdad que venía a reclamar.
No era una hija pródiga, ni mucho menos una dama de la sociedad. Era el eco de un nombre que Londres había intentado enterrar. Y había vuelto para desenterrarlo todo.