"Criatura de costumbres"
Louisa
La residencia en la que pensaba establecerme no era grande, pero sí lo suficientemente elegante para convencer a la alta sociedad de que mi estancia en París había sido un éxito rotundo. Era la máscara perfecta para lo que se venía. Se encontraba en Mayfair, cerca del corazón de Londres… era mucho más de lo que podía pedir. Era perfecta.
La había conseguido a través de uno de mis mejores contactos en París. Étienne Morel. De ella aprendí el arte de la observación y el poder de la paciencia. También la importancia del silencio, de ese que es capaz de destruir hasta la mejor reputación en cuestión de segundos.
Una mujer de clase que había utilizado el egocentrismo de los hombres a su favor. Ahora era una de las damas más inteligentes y distinguidas de París.
Percy me dejó frente al portón. La doncella contratada para mi servicio, era una joven de aspecto nervioso llamada Mary. Me recibió en la entrada con una sutil reverencia.
—Bienvenida, señorita Harrington. Todo está dispuesto tal como indicó.
—Perfecto. —Recorrí el interior con la mirada. Los muebles franceses recién llegados, el perfume de las flores frescas, el reloj de péndulo que marcaba con precisión cada segundo. Era mi escenario, mi disfraz.
Subí al segundo piso, donde la luz del atardecer tenía más alcance. Se infiltraba entre medio de las grandes cortinas blancas. Desde allí podía ver parte del camino que conducía a la residencia Ashford. No lo había planeado así… pero el destino parecía tener un sentido del humor particular.
Me quité los guantes, me acerqué al ventanal y apoyé la mano en el vidrio. —Todo vuelve a comenzar —murmuré para mí.
Durante los días siguientes, me dediqué a enviar notas y tarjetas de presentación a las familias más influyentes. Londres era un lugar de costumbres: si querías entrar en el círculo, debías hacerlo con elegancia y discreción. Después de todo, mi apellido había perdido parte de su reputación y mi padre parecía querer llevar a la ruina lo poco que quedaba de él.
El primer té al que fui invitada fue en casa de Lady Whitemore, una mujer que disfrutaba tanto del escándalo ajeno como del perfume francés. Cuando entré al salón, las conversaciones cesaron por unos segundos. Entonces lo supe: el juego estaba por comenzar.
—¡La señorita Harrington! —exclamó Lady Whitemore con una sonrisa cargada de curiosidad—. Londres no deja de hablar de su regreso.
—Espero que sea para bien —respondí con suavidad.
—Oh, mi querida, en esta ciudad el bien y el mal dependen de quién lo comente —bebió un sorbo de su té —Pero… si es verdad que tiene a toda la ciudad intrigada por tan repentina aparición.
La amenaza era clara: a Londres no le gustaba el misterio. A la sociedad le molestaba la incertidumbre, le jodía no poder anticiparse, porque simplemente no sabían que podían esperar.
Solo ahí supe que era el momento. Debía demostrar que había vuelto para quedarme. Que mis intenciones eran correctas y que no tenía nada que ocultar a nadie. Por eso, organicé el primer baile de la temporada en mi nueva residencia.
Mis invitados de honor serían todos aquellos que conocí en París y podían dar fé de mis años allí, de mis estudios. Todos eran parte del gran disfraz que tantos años pasé perfeccionando. Por eso, un baile de máscaras me parecía casi poético: esa noche abriría las puertas a la sociedad sin dejar de esconder mis verdaderas intenciones detrás de algo más que un antifaz.
Faltar al primer baile de la temporada era algo casi ilegal en la sociedad londinense. Cualquiera que se respetara así mismo y a su apellido debía de presentarse. Si bien Alistair Ashford era una escoria, era el hombre más influyente en Londres y no le gustaba dar escándalos de los que la sociedad pudiera hablar. Solamente permitía que fueran sus éxitos los que estuviesen en boca de todos. Así que contaba con su presencia y la de sus hijos.
Y así, bajo la excusa de un baile perfecto, Londres y yo volveríamos a medirnos frente a frente.