Atrápame, si puedes

CAPÍTULO CUATRO: PARTE UNO

"El Baile: Primera Parte"

Louisa

El sol se escondía de a poco detrás de los edificios de la ciudad de Londres. La ambientación había quedado bellísima y ya estaba todo casi listo para comenzar a recibir a mis invitados. Las luces cálidas iluminaban la entrada, los carruajes comenzaban a alinearse frente a mi residencia y la música afinaba sus últimos acordes desde el salón principal.

Era curioso cómo la elegancia podía ser tan útil como un arma. Una fachada bien construida podía hacer creer al mundo entero que nada dolía, que nada faltaba. Que el retorno de la señorita Harrington no era más que un acto social y no la calma que antecede una fuerte tormenta.

Mary ajustaba con delicadeza la cinta de mi máscara mientras yo observaba mi reflejo en el espejo. La seda plateada caía sobre mis hombros, ligeramente ceñida a la cintura, con detalles bordados que Étienne misma había llamado “un recordatorio de que hasta la belleza puede ser peligrosa”.

—¿Desea que anuncie que el baile comenzará en diez minutos, señorita? —preguntó Mary.

—Sí, hazlo. Y asegúrate de que los músicos inicien con la pieza que les indiqué. No quiero improvisaciones esta noche. — Mary asintió y salió.

Los preparativos, las flores, los espejos nuevos, la vajilla francesa… Todo, absolutamente todo, tenía un propósito: reconstruir el prestigio de Harrington mientras yo trabajaba bajo la superficie.
Londres debía creer en mi renacimiento social. Solo así confiaría lo suficiente como para bajar la guardia.

El primer carruaje se detuvo frente a la puerta. El sonido de los caballos se mezcló con el murmullo expectante de la gente que comenzaba a llegar. Tomé aire y bajé lentamente las escaleras, dejando que cada paso resonara. Una anfitriona debía entrar en escena como si el mundo girara alrededor de ella. A mitad de camino me encontré con las primeras miradas.

Alexander

Continué bebiendo. Beber. Era la única manera en la que podría soportar esta mierda.

Puse el puro una vez más entre mis labios y cerré los ojos. Mi pequeño momento de paz, solo duró eso, un momento.

La puerta de mi estudio se abrió con una brusquedad familiar. No necesitaba abrir los ojos para saber que Nicholas estaba parado frente a mí.

—¿Lo sabías?

—Me enteré hace un par de días, sí. —su tono de voz, era hasta molesto. Irritable. Louisa Harrington era irritable.

—¿Y cuándo pensabas decirme? —abro los ojos.

—Te ves de la mierda. —el cabello negro revuelto, la ropa con una mancha de licor. Que desastre. Me observaba expectante. —No soy tu paloma mensajera, si no te perdieras entre las sábanas de una puta, entonces te habrías enterado.

—¿Me dirás que no te causa nada su llegada? Porque no lo creeré.

—Louisa Harrington no es más que un fantasma que busca fastidiar —bebí de un sorbo lo que queda de whisky en el vaso y me incorporé —No se lo pongas tan fácil, hermanito. —golpeé su hombro —Y ve a cambiarte. Es hora del show.

—No me presentaré en ese baile. —respiro para evitar que agote lo poco que me queda de paciencia.

—Alistair convenientemente se fue de viaje esta mañana —dejé el vaso sobre la mesa y me dirigí a la puerta —Así que sí, me acompañaras. Es hora de que comiences a hacerte cargo del negocio.

Me fui del estudio. No necesitaba lidiar con sus sentimientos ahora, no cuando no podía ni conmigo mismo. Alejé de mi mente todo lo que me atormentaba, después de todo, eso no va conmigo. No después de todo lo que construí.




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