Atrévete a soñar

"La espiral"

Era 3 de agosto de 1993, los recuerdos de ese aciago día continúan atormentándome durante las noches de mi insólita existencia, tras haber pasado veinticinco años del suceso, mi mente sigue rememorando una y otra vez ese domingo que dio comienzo para mi, a la una del medio día, con el persistente tono de llamada de mi teléfono móvil. Yo era tan solo un chaval de veintidós años, acababa de finalizar mis estudios universitarios de periodismo y me habían dado todo el verano para terminar mi trabajo de fin de grado, quería especializarme en prensa de sucesos, mi padre solía decirme que tenia olfato de sabueso para destripar crímenes, pero parecía que ese don había desaparecido tras su muerte dos meses atrás. Me había dedicado todo el verano a salir de fiesta, y ahora estaba adormilado y con resaca, intentando encontrar mi móvil antes de que se cortara la llamada, una vez apareció contesté, se trataba del mejor amigo de mi padre.

-¡Muchacho! , tengo un caso que podría interesarte para tu trabajo de fin de grado - dijo Juan frenéticamente. Tras un largo bostezo contesté con voz de sueño - no me interesa. -Mira Tomi, juré a tu padre que te ayudaría a salir adelante, crees que  no se que llevas de juerga y borracho desde que falleció, ahora mismo levantas ese culo esmirriado de la cama y vienes a la comisaría que  voy a llevarte a la escena de un crimen que te va a interesar.

Juan había sido compañero de mi padre, ambos inspectores, a mi me gustaba la parte de investigar los crímenes, pero no la acción y el peligro que conlleva resolverlos como un policía, por eso, había decidido dedicarme al periodismo. Con un suspiro exasperado colgué, me levanté, me di una ducha de agua fría, y ya mucho más despejado llegué a la comisaría en tan solo media hora desde la llamada, una vez allí Juan me llevó en su coche patrulla hasta la escena del crimen.

Esta mañana a las diez en punto ha aparecido el cadáver de una mujer joven dentro de esta casa - dijo señalando el domicilio que teníamos en frente, y del que no paraban de salir policías y forenses - aparentemente la causa de la muerte es una sobredosis, pero lo más extraño es el estado del cadáver, desde hace unos años han estado apareciendo mujeres, todas drogadictas y de edades similares, aparecen desnudas pero no violadas, con las cabezas rapadas y una espiral grabada a cuchillo en la frente, pero en todas, la causa de la muerte es la misma, sobredosis.

-¿Te gustaría ver el cadáver? - asentí enérgicamente a la pregunta de Juan - pues ven conmigo, si alguien te pregunta di que eres mi becario.

Juntos entramos en la casa, había mucha gente y estaban trabajando en la recopilación de pruebas, nos acercamos a un bulto tapado por una funda negra que estaba en el suelo,  Juan se puso unos guantes y abrió la cremallera de la bolsa para cadáveres -no toques nada muchacho- me dijo antes de terminar de abrirla por completo.

Efectivamente, se trataba de una chica joven, aproximadamente de unos veinte años, tenía la cabeza cuidadosamente rapada y estaba muy limpia, el cuerpo aun no había comenzado a descomponerse, aun así la palidez de su piel y el color de sus labios, daba señales de que llevaba días muerta, las únicas imperfecciones que tenía  estaban en su brazo izquierdo, el cual estaba lleno de pinchazos de agujas y por supuesto la espiral de su  frente.

-Juan, ¿has trabajado en la reconstrucción de los hechos? - dijo el comisario. - En ello estoy - dijo pensativo. -Colocaron el cadáver aquí mucho después de su muerte, este cuerpo ha pasado días o semanas congelado - dije pensando en voz alta.  -¿Y tu como sabes eso? - me preguntó el comisario - El color de su piel, esta amoratado y muy pálido, la blancura de sus labios es de hielo - contesté - además tiene en el pómulo una gota de agua, o la muerta ha llorado, o nieve se quedo en sus pestañas y al derretirse ha dejado un rastro de su presencia en el rostro de la muchacha - dije sin más. -¿Quién eres tú? -  inquirió. -Es  mi becario- se apresuró a decir Juan.

No pudimos seguir con la conversación, pues unos gritos femeninos en la entrada de la casa nos pusieron en alerta, se trataba de una mujer joven, estaba despeinada y muy alterada, gritaba a los policía que vigilaban el precintado, que la dejaran pasar, por lo visto la fallecida era su amiga. Al final la muchacha le dio una patada a un policía y se la llevaron arrestada.

-¿Y qué es lo que piensa tu becario que ocurrió? - preguntó el inspector retomando la conversación. - Secuestraron e inyectaron una sobredosis a la muchacha ocasionándole la muerte, y luego la colocaron aquí, pero esperaron un tiempo a dejarla, quizás no querían levantar sospechas, además si han habido casos semejantes y las víctimas no han sido violadas podría tratarse de un delito de odio, quizás contra las drogadictas, habría  que averiguar que tienen en común todas ellas.

No podía imaginarme que toda aquella trama podría complicarse de la manera en que lo hizo.

Terminamos de analizar la escena del crimen y volvimos  a la comisaría, la muchacha de antes se encontraba allí, sentada en una silla y esposada, con la mirada perdida, y los ojos rojos de llorar.

-Espera aquí - ordenó Juan

Me senté al lado de la chiquilla con intención de hablar con ella, pues  claro era, que estaba relacionada con el crimen. No necesité aproximarme mucho para averiguar algunas cosas de ella, por la forma que tenía de moverse y de rascarse el brazo, estaba claro que era yonqui, podía apreciar que había pasado una mala noche, su ropa estaba desordenada, sucia y rota, su pelo oscuro corto y liso  se le pegaba  al rostro enredado y húmedo por el sudor, además tenía  muy mala cara.




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