Atrévete a soñar

"Anubis"

         Paul Stephen Johnson se dirigía sereno hacía el patíbulo de la muerte, aquel lugar de encarcelamiento, destilaba odio miedo y quizás algo de arrepentimiento. Sería en aquella zona en donde los delincuentes más sádicos y peligrosos, pasarían sus últimas horas antes de ser ejecutados.

En aquellas celdas sombrías, se podía adivinar el rostro de aquellos crueles criminales, algunos con remordimientos, sufrían un agonizante tormento mientras esperaban su hora, sin embargo otros miraban con indiferente ironía sin expresar arrepentimiento alguno.

Paul caminaba esposado por aquel pasillo repleto de celdas y vestido con el típico mono naranja, que llevan todos los criminales, era moreno y tenía un barba mal recortada de varios días, sus ojos azules y fríos como el hielo, miraban pícaros de un lado a otro de forma impasible, no estaba dispuesto a morir, aun le quedaba un as bajo la manga y estaba preparado para jugárselo en el último momento.

Cuando por fin llegaron a su celda, los dos guardias que lo escoltaban, le invitaron, no muy educadamente, a que entrara en ella.

-Tengo una confesión que hacer -  señaló con una espeluznante sonrisa.

Los dos guardias se miraron burlones -  no te librarás de tu sentencia, dijo uno de ellos - dieron media vuelta para irse.

 - ¿Entonces no os interesará saber,… quién es  el asesino en serie, que arranca los corazones de sus víctima?

 ¡Yo soy Anubis! - confesó estoicamente.                                      

Los dos guardias, al oír la revelación, marcharon apresurados en busca de la detective Pamela Flowers, la policía que había llevado a cabo la detención de Paul y a su compañero, el casi jubilado Woody Freeman.

Paul había sido detenido y sentenciado a muerte, por matar y destripar en un crimen pasional a toda su familia biológica, no había puesto resistencia a su detención, se había quedado sentado con el arma del homicidio en la mano y todo cubierto de sangre en el porche de la casa donde había cometido el sádico asesinato.

Como todo psicópata, Paul había tenido una infancia muy difícil, sus padres le habían abandonado con tan solo cinco años en la casa en la que vivían, durante el tiempo que había convivido con ellos, había sido víctima de abusos y privaciones.

Paul se sentó en su cama y esperó meditativo a que llegaran los detectives, cuando por fin lo hicieron, venían acompañados por un policía altanero y pedante llamado Robert Mackenzie.

La detective Flowers, tomo una posición frontal frente a la reja de la celda de Paul y lo miró expectante, Pamela, era rubia y llevaba el pelo liso, recogido en una corta coleta, era bajita y delgada, y su rostro tenía una belleza delicada.

Antes que la detective pudiera hablar, Paul se le adelantó. - Detective Flowers, ¿puedo llamarla Pam? Verás, me resulta tedioso dirigirme a usted con su nombre al completo.

 Pamela resopló molesta. - ¡Acabas de hacer una confesión! ¿Estas dispuesto a firmarla?

- Solo si tú y tus compañeros, escucháis mi historia al completo.

La mirada azul de Pamela expresaba confusión.

Tras unos minutos de meditación y tras mirar a Woody para obtener su aprobación, la chica asintió.

- El motivo por el que asesiné a mi familia, no es un enigma para vosotros, la verdad es que se trataba de una venganza personal, mis padres me maltrataron y abandonaron, pase toda mi infancia y adolescencia de una casa de acogida a otra.

-No es motivo para matar a toda su familia señor Johnson- le interrumpió Woody.

El detective, de raza negra tenía, el pelo casi blanco al completo y miraba de forma penetrante con sus ojos negros a Paul.

Paul ignoró su comentario y prosiguió con su truculenta historia.

            -Durante un tiempo, mi madre me amó de verdad, aunque llegó, a causa de mi comportamiento, a tenerme un verdadero pavor. Eso hizo que mi abandono por su parte no me doliera en absoluto. Paul, hizo una pausa para tragar saliva y así deshacerse el nudo que comenzaba a enredarse en su garganta. - A causa de un incidente sucedido cuando solo tenía tres años de edad, aceptó la decisión de mi padre, sin rechistar – meditabundo el delincuente comenzó a narrar la historia de ese aciago día.

- Era noche cerrada, recuerdo que hacía un calor insoportable y no podía conciliar el sueño, lo cierto es, que nunca he conseguido dormir bien, pues siempre que cierro los ojos, se me vienen a la mente escenas sádicas y sangrientas. Cuando era pequeño no me gustaba tener ese tipo de sueños, pues sabía que no estaba bien hacer el tipo de cosas con las que soñaba, al final he acabado aceptando, que realmente esos sueños, para mí no son pesadillas en absoluto -  Paul sonrió a Pam siniestramente.

Esa noche, Paul se despertó agitado por un sueño que había tenido, con el pelo y la camiseta del pijama, mojados por el sudor, rememoró, con un escalofrío, como en su sueño, asesinaba a su padre mientras dormía.

-Mi padre no era un buen hombre. Maltrataba a mi madre a diario, una pobre mujer totalmente indefensa, que por aquella época, estaba embarazada de mi hermana pequeña.

A pesar de que mi padre me pegaba y amenazaba a diario, era la indiferencia de mi madre, lo que realmente me dolía.




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