Siempre creí en los cuentos de hadas, en el amor a primera vista y el amor eterno, en ese príncipe azul que llega a tu vida para jamás irse y que, en efecto, es aquel al que amaste por primera vez.
Pero, desafortunadamente, me equivoqué.
No era así. Para nada.
Y yo lo entendí aquella tarde de viernes, en dónde decidí a mis dieciséis años - recién cumplidos- confesarle mi profundo amor al mejor amigo de mi hermana, al confidente de mi hermano y a mi amor platónico.
Demás está decir cómo salieron las cosas ese día, pero mejor, te invito a descubrirlo, a que conozcas toda la historia y mi versión de los hechos para que entiendas porqué me volví toda una atrevida con la vida.
Y no, no fué por despecho, ni por enojo sino porque esa niña comprendió que el mundo no era como las novelas románticas que leía y se propuso aprender y disfrutar su juventud como debía.
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Editado: 06.05.2019