Atrevidos

Dos

Los invitados están llegando a montones, desde familiares a amigos, compañeros de estudio y demás, debo decir que Santiago es un chico muy sociable, yo apenas y tengo cinco amigos como mucho. 
El salón ha sido decorado con tonalidades doradas, se ve muy bien. Las mesas tienen ya las copas para brindar, algunos bocadillos han sido repartidos y mi papá se asegura de que esté en total funcionamiento la máquina de karaoke, definitivamente será una gran cena – posteriormente, ¡La fiesta!–.

—¿Ya estás lista?— pregunto tendida en mi cama.

La puerta del baño se abre, rechina un poco cuando lo hace por lo que me incorporo para ver a Alessa, ella trae un vestido negro muy bonito, prendido al cuello y con su espalda descubierta. Algo sencillo pero bello. Típico de ella. 
Su cabellera rubia está esparcida por sus hombros y cae por la espalda en largas y perfectas ondas, amo sus piernas, se ven sensacionales con tacones, ella es sensacional.

—¿Me veo bien?— pregunta dando una vuelta.

—Hermosa — le sonrío.

—Gracias, ahora entra y cámbiate Ariadna, luego yo te maquillo — me sonríe.

Asiento, me pongo de pie y tomo mi vestimenta.
En menos de dos minutos tengo el vestido puesto, es de escote corazón y color dorado, sí lo sé, el color de Santi. 
Mis zapatos son mucho más bajos que los de mi hermana pero es que me duelen mucho los pies como para llevar altos, he pasado toda la semana ensayando "Las Cuatro Estaciones" en la academia y no doy más de dolores, calambres y demás. Pero no me quejo, amo bailar, asique son gajes del oficio.

—Te ves preciosa — Alessa cepilla mi cabello. —¿Lo dejaras suelto?

Medito un poco, tengo el cabello algo corto por lo que prefiero dejarlo en un elegante moño, mi hermana siempre me peina así cuando tengo una presentación.

—No, recogelo como siempre — sonrío.

—De acuerdo — sus manos se mueven hábiles.

Me observo en el espejo, puedo ver el rostro concentrado de ella y sus labios frunciendose por ello, es gracioso.
No puedo evitar compararme con Alessa, es tan diferente a mí. Es alta, esbelta, con piernas bonitas y atributos femeninos muy llamativos, rubia, de ojos azules y sonrisa encantadora; ella sin duda es hermosa. 
Suspiro y vuelvo a mi reflejo, soy todo lo contrario, con dieciséis años aún no me he desarrollado como es debido –quiero creer que en unos años lo haré – por lo que carezco de "curvas femeninas", soy algo baja, demasiado delgada, cabello castaño, ojos verdes y mi piel es algo bronceada a comparación de la blancura de Lessa.
Papá dice que soy toda una latina, pero por alguna razón me siento menos al lado de mi hermana o Adrián, él también es rubio – algunos tonos más oscuros que Lessa– y tiene ojos grises, es guapo según mis amigas.

—Alessa, ¿Crees que soy linda?— pregunto triste.

—¡Pero qué cosas dices!— eleva una ceja —Eres bellísima, nunca pienses lo contrario.

—No me parezco a ti— susurro.

—No tienes porqué— rueda los ojos—Apenas tienes dieciséis, no te apresures, ¿Okey? Así eres perfecta.

Asiento.

Perfecta.

¿Le gustaré a Santiago así?

—Hora del maquillaje— canturrea sacándome de mis pensamientos.

—Oh, no, mejor al natural— sonrío.

—Bien— se encoge de hombros.

La puerta de la habitación es tocada, por la forma rítmica en la que lo hace sabemos que se trata de Adrián, eso nos da aviso de que la hora ha llegado. Los DiSanto ya deben estar aquí, mi corazón late con fuerza, desbocado, parece un tambor en plena juerga.

Bajamos a la sala, allí todos están saludando y entregando regalos al celebrado, sonrío nerviosa, yo tengo uno para él.
Emprendo la caminata hacia dónde se encuentra pero a mitad de camino los brazos de mi papá me detienen, me besa la mejilla y me hace girar por los aires.

—Mi princesa es hermosa — río —Te ves encantadora.

—¡Oh, papá!— lo abrazo— También estás encantador.

Una vez mi progenitor me libera, vuelvo a la búsqueda de Santiago, lo veo junto a Adrián y mi mamá sonriendo, saludando a todos.
Mery me sonríe desde una esquina, sostiene una cámara de vídeo y yo no puedo más de la emoción y los nervios. 
El karaoke está por empezar, si no me doy prisa no podré hacer lo que planeo, ojalá todo salga bien.

—Feliz cumpleaños Santiago — cubro sus ojos con mis manos desde atrás.

—Gracias Ariadna— su voz me llena de alegría.

—Te traje un regalo — beso su mejilla, siento un cosquilleo en la boca.

—No tenías que hacerlo pequeña — ríe.

—Quería hacerlo, y ya no soy pequeña— sonrío satisfecha.

—Es verdad, ahora eres una señorita— agrega tomando el paquete que extiendo hacia él— ¿Qué es?

—Pues, ábrelo— sonrío y me alejo hacia la tarima improvisada que mi hermano ha hecho.




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