Atrevidos

Tres

Me sentí tan tonta esa noche, recuerdo haber llorado hasta quedarme dormida, Adrián me consoló toda la noche ya que no quería ver a Alessa, me sentía inferior frente a ella y la había visto muy pegada a Santiago.
¿Alessa sentía algo por él como yo? ¿Ella era su novia? Tuve en mente esas preguntas durante días, me carcomían por dentro, y dolía.

Sonrío, sí que era una niña y de esas que se enamoraban de las relaciones perfectas que sólo existían en las novelas juveniles o de romance.

Me desperezo en mi cama, observo por la ventana y las nubes grises me reciben con varios relámpagos, tendré que llevar abrigo al aeropuerto y tal vez un buen paraguas por las dudas, lo que menos deseo es pescar un resfriado o algo peor.

—Ariadna, cariño, ¿Ya estás despierta?— la voz de Leticia, mi tía, me sorprende tras la puerta del cuarto.

—Sí, adelante— me incorporo.

—Buenos días bella durmiente— ríe —Hoy regresas a casa.

—No porque quiera — río con ella.

—¡Oh, vamos! No seas así Ariadna — niega con una sonrisa en sus labios.

Mi tía Leticia es cinco años menor que mamá, son muy similares la una a la otra pero Leti tiene ese no sé qué que la vuelve fantástica, ella me deja ser, es como una amiga más, la madre amorosa y mega comprensiva que no tengo o que al menos no lo es conmigo pero no la juzgo..
Tras el bochorno que pasé al confesar mis sentimientos en aquella fiesta a los dieciséis años, papá me propuso viajar a Estados Unidos, más precisamente Nueva York, para despejar mi mente durante las vacaciones y eso al principio me daba miedo pero aún así acepté, ¿Qué si huí? Pues... Sí, digamos que sí y fué lo mejor que pude haber hecho. 
La cuestión es que me enamoré de la ciudad, de mi tía, de mis nuevos amigos y de la danza; aquí tenía todo y más para sacar provecho y decidí quedarme a vivir.

Ya han pasado unos cinco años de eso, he cumplido veintiún años hace dos días y hace seis meses terminé la carrera de danza en el prestigioso instituto Ballerina's de Madame Dupont. Tuve varias presentaciones, una beca que aún no concretan mi traslado y oportunidades de conocer todos los bailes urbanos y latinos – éstos últimos despertaron en mí el fuego centroamericano que heredé de mi papá– que la ciudad podía ofrecerme.

—Tus padres te recogerán en el aeropuerto, se oían muy animados — se lanza a la cama.

—Claro, su hija va a casarse — río.

Así es, Alessa se ha comprometido hace dos meses y la boda será en otros dos, debido a ello me pidieron volver a casa para los preparativos y para pasar tiempo de calidad con la familia ya que desde que dejé Francia no volví, ellos me visitaban periódicamente y Adrián y Alessa me enviaban encomiendas, mensajes, cartas, videochats, etc. Quién más contacto tuvo conmigo los últimos dos años fué mi hermano mayor ya que decía que había entrado en una edad en la que debían cuidarme, él era algo celoso de los novios que había tenido. 
Mantuve comunicación con Mery siempre, ella jamás dejó de estar primera en la lista de quiénes eran importantes para mí y jamás dejaría de estarlo. Pero a Santiago jamás volví a hablarle, no hubo mensajes ni llamadas ni nada de nada, éramos dos extraños y yo estaba bien así, ya había sufrido mucho por él y ni hablar de la humillación que pasé.

—Me mandas una foto de tu futuro cuñado — me guiña el ojo.

—No hay problema Leti— comienzo a vestirme.

—Voy a extrañarte — sus ojos se desvían, sé que está a punto de llorar.

—Oye, voy a volver — la abrazo —Mi hogar es aquí, contigo, no voy a quedarme en París, te lo aseguro.

—Si quisieras hacerlo, yo no me opondría amor — ella me estrecha.

Me suelta y se encamina a la salida de la habitación, termino de arreglarme y paso al baño para dar una última mirada a mi apariencia.
Cambié bastante desde la última vez que estuve en casa, recuerdo que mi cabello apenas tocaba mis hombros, ahora cae largo y ondeado hasta más allá de mi cintura, crecí en altura, ya no soy el pequeño duende – aunque me gustaba serlo, podía colarme sin problemas en las filas –, mi complexión física sigue siendo delgada pero al menos está "formada" como dice Leticia por las horas de danza clásica que le he impartido y es que si no tienes buen estado físico pues es difícil realizar la piruetas.
La danza clásica me ayudó a ver el mundo de otra forma, a comportarme de otra y a siempre tener confianza en mí misma y llevar una corona puesta – algo significativo claro– y no dejarme vencer jamás. Ya no soy la pequeña insegura y temerosa de antes, no, ahora soy una mujer y una confiada y satisfecha de sí misma.

Bajo rápidamente a la cocina, mis maletas están listas, el desayuno es algo express pero no me quejo ya que voy tarde y debo darme prisa, tomo el paraguas cuando escucho que el taxi ya llegó y me encamino al aeropuerto.
El camino es largo, lleno de charla con mi tía y el chófer quién nos relata lo mucho que sus hijos – adolescentes– le sacan canas verdes cada vez que salen de fiesta los fines de semana. Es simpático y me cae bien, por la ventanilla veo pasar los edificios y las calles abarrotadas de gente, las atracciones turísticas a más no poder de visitantes... Voy a extrañar ésta loca ciudad, tiene vida propia, es como estar en otro mundo, muy distinto de Francia, aquí soy parte del movimiento.




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