Atrevidos

Cinco

Apenas llegué a casa me dirigí a la que fué mi habitación hace años, sigue igual, intacta.
Dejo las maletas sobre la cama y me dispongo a desempacar, en menos de media hora tengo todo en su lugar y procedo a cambiar la ropa de cama, me coloco algo más cómodo para estar en casa, unos shorts y una blusa de tirantes, tomo los auriculares, busco en el reproductor la melodía que necesito y comienza a sonar a todo volumen en mis oídos.

Salgo de la habitación danzando, caminando en puntas y dando giros al compás del Lago de los Cisnes, no puedo evitar dar un par de piruet fouettè al escuchar la mejor parte, la música hormiguea en mi pecho y se extiende por mis extremidades obligándome a saltar cuando estoy a unos cuatro escalones del suelo y haciendo una singular pose de ballet. La necesidad de bailar más y más me inunda y no hay sensación más hermosa que esa en la que sientes que por tus venas corre electricidad y no un líquido rojizo, me siento cómo si faltara, llena de vida, de energía, de pasión, todo por la danza. 
Cuando me decido a parar tengo frente a mí a Alessa y a Santiago viéndome con la boca abierta, les sonrío y paso por su lado hacia la cocina.

—¡El almuerzo está listo!— mamá aplaude— Ahora ven y cuéntame todo mientras tu padre trae las bebidas.

—Me gustaría saber qué tan loca es esa ciudad— añade Santiago entusiasmado.

—Nueva York es maravilloso, tía Leticia me ha mostrado toda la ciudad, sus bares, teatros, centros comerciales, cafés y tiendas, todo es fabuloso y debo decir que es cómo si tuviera vida propia— sonrío — Lo mejor es la danza, allí encuentras todo tipo de música y ritmos, los bailes son tan diferentes, hay tantas maneras de sentirlos que te abruma de sólo pensarlo.

—Es asombroso cómo sientes la música Ariadna — Santiago me observa fascinado. —Transmites todo lo que sientes con ella.

—No puedo evitarlo Santi, es para lo que vivo— sonrío.

—Lo sé, cuando estabas en la academia solía verte bailar horas extra, siempre tan apasionada, atrapabas a quién te viera — habla tranquilo, mi corazón late con lo que ha dicho.

—Lástima que no atraparas a quiénes te gustaban— ríe Alessa, que tonta, nuevamente necesito cometer asesinato — Recuerdo que querías ser como yo.

Mamá y Santiago la observan sorprendidos por su comentario, ¿Qué le ocurre? ¿Por qué me ataca cada vez que tiene oportunidad? No quiero parecer paranoica pero juraría que busca la ocasión para hacerme quedar en ridículo, para pelear conmigo, bueno se equivocó de año.

—Yo no quiero ser como tú— niego divertida —Eres aburrida e insulsa Alessa, no te ofendas, pero busco algo de pasión en mi vida.

—Así de insulsa y aburrida voy a casarme pronto — me fulmina con la mirada.

—Sí pero vas a perderlo en menos tiempo de lo que te tomó casarte — me carcajeo— Pobre el idiota que se case contigo Lessa.

—Lo estás viendo— me sonríe triunfal pasando sus brazos por el cuello del hombre que en mi adolescencia robó más de una noche de insomnio.

Mi risa cesa inmediatamente, mis ojos caen de lleno en Santiago quién luce algo incómodo, mamá se aclara la garganta y comienza a servir los platos. No puedo creerlo, ¿Va a casarse con Santiago? ¡¿Con Santiago?! 
Algo me golpea en el interior, duele muy en el fondo y pretendo que ese dolor quede allí, ya lo he superado, ya no hay nada que él me haga sentir. Soy adulta, puedo manejar esta situación aunque Alessa no, es claro que su intención era hacerme sentir así, pero no encuentro una razón para ello. Por algún motivo lo siento como una traición de parte de mi hermana, pero no puedo decir nada, no debo decir nada, a mí él no me produce nada.

Absolutamente nada.

—¡¿Y por qué mierda no me dijiste?!— me levanto de la mesa y la abrazo —¡Felicitaciones!

También abrazo a Santiago y sé por los rostros de sorpresa que no se esperaban esa reacción de mi parte, pues lo lamento. No le daré el gusto a mi hermana.

—Gracias Ariadna— sonríe el castaño.

Comenzamos el almuerzo, las pastas de mi mamá son algo desabridas en comparación con las de Leticia, por alguna razón todo me sabe desabrido y diferente, quizás sea la añoranza que ya siento por dejar Nueva York.

—Ariadna, cuéntame de ti cariño, ¿Qué tal los novios?— mamá ríe.

—Muy bien debo decir — sonrío— En éstos años tuve tres, Richard, Jack y Louis, todos compañeros de la academia.

—Vaya no has perdido el tiempo— Alessa me guiña el ojo.

—Que te puedo decir hermana, soy atractiva — acomodo mi cabello—Además, tu saliste con todos tus compañeros de clase cuando tenías mi edad, creo que ibas a la universidad, o eso me dijeron.

Me encojo de hombros de manera sumamente inocente, Santiago tose varias veces debido a que casi se ahoga con la información recibida y yo no puedo sentirme mejor, Alessa no sabe con quién juega, si quiere pelea la tendrá. Aunque yo no sepa porqué la quiere.




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