Atrevidos

Ocho

-Señorita Castillo, un placer verla después de tanto tiempo- sonríe la elegante mujer. -Me han hablado mucho de usted, al parecer tiene un prestigioso camino.

-¿Le han hablado de mí?- abro mis ojos.

-Así es, conozco a muchas personas jovencita, me alegro tenerla de nuevo aquí - sonríe nuevamente.

Le devuelvo el gesto con cariño, siempre la he admirado, desde su forma de enseñar hasta la pasión con la que lo hace, ese andar silencioso y femenino, lleno de elegancia y porte que caracteriza a una ex bailarina profesional Ballet.
Saludo a mis viejos maestros, de mis compañeras sólo quedaron dos trabajando como ayudantes y me regocijo al verlas.

-Es increíble volver a verlas- digo sonriendo.

-¡Lo mismo digo!- Kimmel me abraza de nuevo, ella era una de las mejores a la hora de hacer piruetas.

-¡Ya sé!- Sabrina nos observa entusiasmada- Salgamos ésta noche, vayamos a un club y disfrutemos de nuestro reencuentro.

-¡Sí!- gritamos con Kim, será fenomenal.

Tras algunos cuchicheos y chismes nuevos reanudo la vuelta a casa, quedamos con Mery para que pase por mi casa a las nueve en punto y yo sigo mi camino junto a Santiago, él se ha mantenido muy callado, sé perfectamente que ha escuchado todo lo que he hablado pero su silencio me incomoda un poco.

-¿Todo en orden?- pregunto.

-¿Eh? Si, si... Sólo tengo algunos problemas en mente - sonríe.

-Todos los tenemos - suspiro.

-Yo ya no tengo veinte años, yo sí tengo problemas reales Ari- contesta sin verme.

¿Reales? ¿Acaso yo no los tengo? ¿Son menos importantes? ¿Qué quiso decir?

-Ariadna, mi nombre es Ariadna, no Ari... - paso por su lado -Deja de tratarme como si fuese una niña aún Santiago.

-Me queda más que claro que no lo eres - me observa serio, distante.

Suspiro, volteo y sigo caminando escuchando sus pasos detrás de mí, las cosas han cambiado ya no son como antes, eso lo tengo muy claro. Ya no soy esa niña que lo idolatraba por todo, pero el amor que alguna vez le tuve sigue ahí, escondido, debe permanecer así, no puedo permitirme sentir nuevamente algo por él cuando va a casarse con mi hermana.

¡Con mi hermana!

Gruño, aprieto mis manos en puños, ¿Por qué? ¿Por qué con ella? ¿Cuándo empezó? ¡Jamás noté nada! ¡No lo sabía! ¿O lo ignoraba? ¡Mierda!

Llego pronto a casa, saludo a mis padres, Adrián se encuentra en casa de uno de mis primos maternos por lo que tengo el baño a mi disposición - el mejor baño, ese que tiene bañera, está en la habitación de mi hermano mayor-. Busco en mi habitación lo que necesito para consentirme y me preparo.
El agua caliente cae estrepitosamente en bañera, el vapor llena la habitación volviéndola cálida y con poca visibilidad, sonrío, siempre me ha gustado la sensación del vapor en la piel, se siente tan bien... 
Recuerdo que cuando volvía de las clases intensas de ballet me dejaba caer en la tina, lo más caliente que pudiera soportar y dejaba que mis penas se desvanecieran.

Mi móvil vibra, tengo un nuevo mensaje.

Mery.
Ya tengo todo listo, espero que pasemos una gran noche. Tenemos que hablar sobre Santiago y lo sabes.

Ruedo los ojos.

Yo.
Será una noche increíble. Hablaremos mañana, hoy sólo hay que disfrutar.

Jabono mi cuerpo con lentitud, mi mente comienza a crear los posibles looks para ésta noche, la última vez que salí fué hace mucho a decir verdad ya que me dediqué a perfeccionarme para conseguir mi beca, deje de lado las salidas, los amigos, todo lo que me pudiera distraer, pero ahora, podía darme ese lujo. 
Salgo de la bañera y seco mi cuerpo con rapidez, por Dios, ¡Qué frío! Me coloco mi ropa interior, amo este conjunto ya que mi mamá me lo regaló para mí último cumpleaños, es negro con detalles rojos, sencillo, cómodo y bello. Perfecto.

-Maldición, dejé la ropa sobre la cama de Adrián - susurro secando mi cabello, que tonta.

Salgo del blanco cuartito, me dirijo hacia la cama e inspecciono mi atuendo, ¿Habré elegido bien? 
Un extraño ruido me hace voltear hacia la ventana, allí de pie frente a mí con los ojos fijos en mi anatomía y la boca entre abierta se encuentra Santiago.

-¿Qué mierda Santiago?- lo veo molesta. -¿Qué haces aquí?

-Comparto habitación con Adrián, la nuestra está en refacciones- susurra.

-¿Y no sabes tocar?- me acerco a él dispuesta a echarlo.

-No toco para entrar a mi propia habitación- se burla.

Su sonrisa se desvanece, sus ojos van de mis labios hacia abajo, sigo el camino que hace su vista y me percato, estoy en paños menores, lo olvidé.

¡Lo olvidé!

-¡Deja de verme!- lo golpeo y me cubro con lo primero que encuentro.

-¿Ariadna?- la voz de Adrián por el pasillo me alerta.

Observo a Santi, ambos nos vemos asombrados y no estoy dispuesta a que mi hermano me interrogue sobre ésta estúpida y vergonzosa situación por lo que corro hacia la puerta cerrandola de un portazo y apoyando mi oído en la misma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.