Atrevidos

Diez

Santiago.

Me encuentro en el auto, con la cabeza recargada en el asiento esperando que Alessa salga de la casa para poder al fin ir a cenar algo, no me entusiasma la idea pero no tengo opción, supongo.

Mis pensamientos van hacia cierta bailarina castaña, no puedo evitarlo, intento por todos los medios que conozco pensar en mí prometida, en la mujer que será mis esposa en unos meses pero no puedo... Desde que Ariadna volvió a París mi cabeza está hecha un lío, ¿Qué ocurre? ¿Qué me pasa? ¡Por el amor de Dios! ¡Ella sigue siendo la preciosa niña que yo llevaba a la academia! Bueno, ya no es mi niña risueña, ahora es una mujer pero sigue siendo esa personita especial.

—Mierda— susurro pasando mis manos por mi rostro.

—¿Estás listo?— pregunta Lessa entrando en el auto.

—Si... — susurro— ¿Por qué demoraste tanto?

—Hablaba con mi madre— se encoge de hombros. —Preparativos para la boda.

—Ya veo— pongo en marcha el vehículo.

—Estuve pensando— me observa y yo asiento para que continúe —Quiero que Ariadna sea mi dama de honor, ya sabes y quiero que ella sea la que lleve los anillos de compromiso.

—¿Qué?— freno de golpe y la observo.

—¿Hay algún problema? Pensé que se llevaban bien — me observa espectante.

—Ninguno, sólo me tomó por sorpresa, no tienes una buena relación con ella y lo noto — me encojo de hombros.

—Es mi hermana de todas formas, hay que hacer las pases, imagina cuando ella se case, yo quiero ser parte de esa etapa cuando llegue su momento— sonríe.

Por mi parte no respondo, me mantengo mudo, aprieto el volante y no comprendo porqué me molesta la idea de Ariadna casada con alguien más.

Llegamos al restaurante, tenemos un grupo de amigos en común con el que tenemos contacto desde hace años, por lo que siempre estamos atentos a lo que los demás hacen, nos conocemos de toda la vida; en la puerta del local gastronómico puedo ver a algunas de las amigas de Alessa riendo y mis amigos coqueteando un poco, Adrián se encuentra allí con una cerveza en la mano y aparentemente esperan a que la mesa esté lista – ya que hace dos semanas la reservamos–.
La cena transcurre de manera natural, mis amigos hacen chistes a los cuales yo no les encuentro gracia, Lessa habla sin parar sobre la boda y siento que lentamente me sofoca. Me ahoga. 
Mis pensamientos se desvían, toman rumbo equivocado y se centran en Ariadna, en ella en ropa interior... Justo como la ví hoy... Se veía hermosa, tentadora, sexy y tierna a la vez. No ha perdido el último toque, siempre ha sido así.
Suspiro, quiero poder quitarla de mi mente pues temo cometer una equivocación, temo decir algo indebido, temo cometer una locura y terminar echando a perder todo... Justo como lo hice hace cinco años.

—¿Por qué no vamos a un club que conozco? — Lowanna – prima lejana mía – insiste desde hace media hora con que debemos salir a "divertirnos".

—Si, estoy de acuerdo, Santiago y yo iremos — Lessa sonríe.

Yo la observo asombrado, ¿¡Acaso no me puede preguntar si deseo ir!?

No, no lo hará, lo sabes pero te da igual.

Maldición.

Para mi gran fortuna el trayecto al local bailable es corto, demasiado corto para mí gusto debo decir, la fila para ingresar no es problema ya que tenemos pases v.i.p. 
Apenas entramos ya quiero irme a casa, tal vez a dormir o ver algo en mi computadora pero cuando estoy a punto de tomar la iniciativa algo me detiene, mejor dicho alguien. 
Mis ojos no pueden creer lo que ven, me remuevo entre la gente para ver mejor la imagen delante de mí y cuánto más me acerco más certeza tengo de que la muchacha que baila demasiado provocativa con un desconocido es Ariadna. Mi Ariadna.

No es tuya.

Cierto.

¿No que era tu pequeña princesita?

Lo es.

¿Seguro?

Puta voz de mi cabeza.

El moreno que la tiene por la cintura la hace girar en el lugar posicionándose detrás de ella, colocando sus mugrosas manos en sus caderas y apretándola contra él, ¿Qué se cree? ¿Su novio? ¿Por qué la toca así? ¡Joder! 
Intento no ver, no sentirme así de molesto, ella es una mujer adulta, sabe lo que hace... ¿Verdad?
Las manos del inútil – así voy a llamarlo – acarician su abdomen, suben a través de éste con lentitud, demasiada para mí y la sonrisa gozosa pintada en el rostro de la menor de los Castillo mientras se menean al compás de la sensual canción me provoca malestar en el pecho, las luces bajas y el humo del lugar hacen de ellos una pareja bastante intensa, una escena algo erótica.

—Oye— observo a Adrián quién bebe su trago con parsimonia, creo que él está aún más aburrido de lo que yo estaba cuando llegamos —¿No es esa tu hermana?— pongo mi cara más inocente.

Los ojos del rubio viajan en dirección a dónde señalo, se queda estático en el lugar, deja el trago sobre la pequeña mesilla y se encamina en dirección a Ariadna, lo sigo de cerca, no quiero perderme ésto.




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