Atrevidos

Quince

Santiago

 

—¿¡Qué rayos te pasa Santiago!?— Alessa entra en la casa hecha una furia.

—¿De qué hablas?— la observo tranquilo.

—¡¿En qué pensabas al dejarme sola e irte con mi hermana?!— grita colérica y yo paso por su lado —¡Fuí completamente humillada!

Me sigue a través de las escaleras, lo único que deseo en momentos en meterme en la ducha y luego en mi adorada cama para dormir durante cien años, estoy muerto de cansancio pero ella quiere pelear.

—Tú aceptaste ir sabiendo que eres de plomo al bailar — suelto despreocupado.

—¿Te divertiste burlándote de mí con la fácil de mi hermana?— chilla y volteo a verla.

Me molesta de sobremanera el modo en el que ha hablado de Ariadna, siento la imperiosa necesidad de gritarle y obligarla a retractarse pero me contengo.

—¿Te parece correcto decirle así?— elevo una ceja.

—¿¡Por qué la defiendes!?— me enfrenta.

—¡Porque es tu hermana maldita sea! ¡Porque la aprecio mucho y porque no es la mujer que acabas de describir!— espeto molesto.

—Sí, lo es... — susurra desviando la mirada.

—No hables así de ella, no la metas en este asunto Alessa — mascullo —¿Qué mierda te sucede? ¿Acaso no es suficiente que esté detrás de tí todo el maldito tiempo? ¿No tengo derecho a hablar con mi cuñada o con cuánta mujer se me cruce?

—¡Es como si ella te gustara!— solloza.

—¡Por el amor de Dios!— farfullo —¡Estamos hablando de Ariadna Castillo, tu hermana, mi cuñada, la niñita que llevé a la academia durante años! ¿En qué carajos piensas al decir eso? ¿No te he demostrado algo al proponerte matrimonio?

Su silencio me deja satisfecho, necesitaba hacerla callar de algún modo y también decirle varias cosas, las cuales omití por no herirla.

—Lo lamento — se echa a mis brazos llorando, mierda, odio ésto —¡Lo siento tanto!

—No llores, sólo deja un poco los celos y las inseguridades, especialmente con tu hermana — suspiro —Ve a ducharte y te espero en la cama.

Asiente lentamente, se retira a nuestra habitación – la cuál ya ha sido puesta en condiciones y no tengo que compartir con Adrián nada más –, camino hacia la pequeña terraza y enciendo un cigarrillo, doy gracias a todos los dioses – existentes o no – de que no haya nadie en la casa aún.

Por mi mente pasan muchas imágenes, en todas aparece cierta castaña de ojos verdes, sonriendo, bailando, en ropa interior... 

¡Carajo!

No he podido quitar de mi mente la escena del día en que salió de ducharse y me encontró en la habitación de su hermano, tampoco puedo quitarme de la cabeza la manera en la que baila, sea cual sea el ritmo, me hipnotiza al extremo.

"... me alegra que aún disfrutes tanto la danza, que seas apasionado en ella, que te guste..."

Sus palabras resuenan una y otra vez en mi mente, si tan sólo supiera que es ella la que me hizo disfrutar, la que me gusta y la que me apasiona tanto...
No, no debe ser así, voy a casarme con su hermana y ella volverá a Estados Unidos luego de la boda. Es lo mejor para todos.

—¿Aún aquí?— mi prometida me abraza por la espalda —Pensé que estarías esperando en la cama.

—Necesitaba firmar y no me gusta hacerlo en la habitación— me encojo de hombros.

—¿Sabes? Tal vez, podríamos compartir un momento íntimo para arreglar las cosas, ¿No crees?— volteo a verla.

Se ve linda con su pijama, me sonríe intentando coquetearme pero en éstos momentos no tengo ánimos para lo que sugiere, ni siquiera quiero besarla por lo que dejo escapar un bostezo cuando adivino sus intenciones.

—No lo creo, no tengo ganas de nada por ahora, estoy muy cansado y me duele la espalda— paso por su lado y subo a la habitación.

Apenas entro me envuelvo en las mantas, dejo que mi cabeza repose en la almohada y el aroma del perfume de Ariadna llega hasta mi nariz, de seguro estuvo aquí y lo dejó para mí – inconscientemente–.
Mis ojos se van cerrando sin antes darme una última imagen de la muchachita bailarina, sonrío como tonto, lo sé, así me siento pero ya qué...

—Descansa— siento los labios de Lessa en mi mejilla y sólo asiento vagamente.

—Antes de que duermas, quería decirte que le pedí a Ari ser mi dama de honor ... — susurra.

Cierro mis ojos con fuerza, no pienso contestar nada al respecto, haré de cuenta que no la oí, que estoy dormido ya... 
Muy en el fondo sé que la noticia no va a caerle bien a la menor de los Castillo, aunque de esfuerce en ocultarlo sé que aún siente algo por mí.

O tú tienes la estúpida ilusión de que así sea.

Tal vez, tal vez soy yo el que está viendo cosas dónde no las hay...

Te hubieras preocupado por eso cuando tuviste oportunidad hace cinco años.




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