Atrevidos

Dieciseis

Me encuentro tendida sobre el sofá con mis piernas sobre las de Mery quien se mantiene desparramada sobre el brazo del mismo, ambas con un pote de helado en las manos y la mirada perdida en la película, las luces totalmente apagadas y un silencio sepulcral en el resto de la casa. 
Mis padres y Alessa salieron hace unas tres horas en busca de un salón para la fiesta luego del compromiso por iglesia y por civil, sí, ellos harán todo completo. 
Mamá lo llama romanticismo y no sé qué otra cursilería, ¿Yo? Yo le llamo tradicionalismo y aburrimiento, qué puedo decir yo en su lugar – teniendo el dinero que mis papás proveen y el ingreso económico de Santiago– me casaría en un barco, decorado con telas y guirnaldas azules – mi color favorito–, luces blancas y doradas y obviamente sería durante la noche. Supongo que la parte civil y legal lo haría un día antes y de manera privada ya que sólo me parece un trámite, lo que cuenta es la parte religiosa  o espiritual ya que creo que no es necesario tener una creencia en alguna deidad para casarte con quién amas.

¿Y la fiesta?

La fiesta... Comenzaría luego de una tranquila y rica cena, dicha celebración la haría en una playa – previamente acondicionada, ya saben, buena música, amigos, familia, bebidas y la noche al aire libre rodeada de la inmensidad del mar y el cielo estrellado junto a mí esposo...

Mi esposo... Suena lindo.

¿Santiago?

Caray, ¿Tenías que hablar verdad?

—¡No es justo!— grita Mery lanzando un almohadón hacia la portátil.

—¿Qué?— la veo llevando una cucharada de helado, dulce de leche granizado para ser exactos, mi amor platónico.

—Que ellos no estén juntos al final de la historia, él no debió morir y dejarle esa carta, ¡Debería haberle dicho todo eso en persona!— prácticamente está llorando.

Por si se lo preguntan, sí, estábamos viendo "Bajo la misma estrella", una película que me ha hecho llorar muchas veces aunque luego de leer el libro pues, llegué a la conclusión de que éste es aún mejor.

—Las personas que se aman no siempre terminan juntas Mery — río.

—Lo sé, pero estoy segura de que tú y Santiago lo estarán — me sonríe con cariño.

—¿Qué? ¡Mery va a casarse con Alessa!— ruedo los ojos —Y no quiero que él sea nada mío, no siento nada por él.

—¿Ah no?— eleva una ceja — Yo creo que él sí siente algo por tí, ¿No recuerdas lo que dijo cuando fuimos a la academia? ¿O la manera en que te cela? ¿O cómo te mira? ¿O...?

—Ya— la corto —Santiago ha sido como mi hermano mayor desde que tengo memoria, para él soy la niñita llorona que bailaba para Navidad sólo para él y de premio obtenía dulces y regalos de su parte. Me ha cuidado de todo y de todos, me ha dado consejos y hasta mi ha defendido, no puede sentir algo por mí que no sea cariño fraternal.

Antes de que mi mejor amiga pueda alegar algo la puerta de entrada a casa se escucha abrirse, inmediatamente la voz de mis papás seguida de la chillona voz de Alessa irrumpen en el tranquilo espacio, la rubia camina hasta nosotras sonriendo y diciendo cosas que no logro comprender bien, deja todo sobre el sofá y se lanza a él.

—¡Ariadna! ¡Ésto va a encantarte!— me observa sonriente, no me gusta... —Ten.

Tomo el pequeño paquetito negro, me asombra la suavidad de la textura del mismo y procedo a revisar el contenido, tomo la cajita en mis manos y ruego a Dios que no sea lo que creo que es.

Mierda.

Dos bellísimas alianzas doradas se encuentran dentro junto a un cintillo  de numerosos pero diminutos diamantes, brillantes y perfectamente puestos, leo la inscripción en cada joya "Juntos por siempre" y siento como mi corazón se parte otro poco.

—Son preciosos — sonrío forzosamente.

—Te felicito, son muy lindos — agrega Mery viéndome.

—Gracias Mer, pero debes felicitar a mi hermana— me toma del brazo eufórica.

—¿Qué...?— la observo sin comprender nada.

—Serás mi dama de honor y la que lleves éstos bellos anillos el día de mí boda— me abraza.

¿En serio? ¿Acaso merezco tanta crueldad de su parte? ¿Por qué sabiendo lo que he sentido por Santi me hace ésto? Ser su dama de honor, llevar los anillos, estar presente de esa manera en la boda...

No.

Eso no sucederá.

—Lo lamento, pero no haré ninguna de esas cosas Lessa — le devuelvo la bolsita —Tal vez una de tus amigas quiera. —sonrío.

—Ariadna, es un día importante para mí y quiero que toda la familia sea parte de ello — me ve algo molesta.

—Sí bueno, yo no quiero hacerlo, no hay más discusión— me encojo de hombros y tomo a mi amiga de la mano en dirección a mi habitación.

—¿¡Por qué!?— me grita— ¡Ariadna!

No volteo, no me importa en realidad.




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