Atrevidos

Diecinueve

Llevo media hora dando vueltas en mi cama, enredandome entre las sábanas y refunfuñando molesta, no puedo olvidar lo que dijo Santiago. Sus palabras han llegado a lo profundo de mi corazón y se han clavado allí haciéndome sonreir a cada momento, suspirar como una niña enamorada y pensar en él cada que puedo. Es eso lo que me molesta, tengo una estúpida ilusión y lo peor es que no sé en base a qué.

-¿Qué haré?- susurro viendo el techo de la habitación.

Cierro mis ojos y lo primero que viene a mí son sus labios sobre los míos, bailando sincronizados, su mano en mi mejilla y la manera deesperada y urgente con la que me besó... Y yo a él. 
Nunca deseé tanto que un beso jamás terminara, me resultó poco y sin embargo me vi obligada a detenerlo, no estaba bien, era una especie de traición a mi hermana. 
Luego de aquel incidente y de que al volver a casa hablara con papá y mamá no volví a cruzar palabras con mi cuñado, me he limitado a verlo en la cena y nada más. Quiero terminar con la situación pero aún tengo tiempo que pasar aquí y eso me desespera.

El despertador suena de pronto y casi muero del susto, me pongo de pie algo desorientada para caer en la cuenta de que ya ha amanecido, de que nuevamente no he dormido nada y que me espera un día bastante largo.  
Me pongo la ropa que dejé lista para hoy, fuera de casa ya debe estar esperándome Philippe para llevarme a la Academia y comenzar nuestro día laboral.
Bajo las escaleras con el bolso colgado al hombro y saludo a Adrian, tomó un sorbo de licuado y observo a mamá hablar con Alessa y probablemente es algo relacionado con la boda.

Desde la otra noche no he vuelto a cruzar palabra alguna con mi hermana y no me molesta en lo absoluto, lo prefiero así en verdad. Estuve a punto de irme lejos, de volver con tía Leti pero papá me suplicó prácticamente que me quedara y acepté sólo por él. Lo amo demasiado como para negarle algo, él me ha dado todo lo que he necesitado y más y me apoyó en mi sueño de ser bailarina desde el momento en que se lo comenté.

-Buenos días- sonrío -Llegaré tarde hoy, no me esperen.

-¿Sales con tus amigas luego de la Academia?- mamá me ve asombrada -No te esfuerces tanto, recuerda descansar de vez en cuando.

-Si mamá, no te preocupes, sólo iremos a tomar algunos tragos al bar- me encojo de hombros.

Cargo mi bolso al hombro, tomo mis llaves y me dirijo a la puerta de salida tarareando la conocida y clásica melodia de "Las cuatro estaciones" cuya danza me sé de memoria pues la interpreté en el teatro.

-¿Vas a irte ya?- la voz de Santiago a mis espaldas me sorprende.

-Llevo prisa- respondo sin siquiera voltear.

No debo hacerlo.

-¿Seguirás evitandome?- vuelve a preguntar.

-Si- susurro de manera que no pueda oir.

-Ariadna, por favor, hablemos- suspira -Necesitamos hablar sobre lo que ocurrió.

-No, no necesitamos- lo encaro- Fue un error, un terrible error y no volverá a ocurrir.

Me observa molesto, dolido y confundido pero lo prefiero así antes de que las cosas se compliquen aún más.

-No hablas en serio- sonríe amargo.

-Santiago, estoy saliendo con Philippe- miento, lo sé, fue algo impulsivo pero me urge la necesidad de alejarlo de mí. Si él rompe su compromiso no será por mí- Por lo que te pido que desista, no lograrás nada.

Abro la puerta y salgo al porche, camino hasta estar a unos metros de Philippe -quién se mantiene recargado en su vehículo y con la vista perdida en su móvil-, no espero a que termine de sonreirme cuando me ve que estampo mis labios contra los suyos sabiendo que mi cuñado está viendo.

-¿Qué...?- el rubio me observa ladeando la cabeza y llevando su mirada detrás de mí.

-Luego te explico, sigueme - susurro.

Mi compañero asiente con la cabeza a modo de saludo para el hijo de los DiSanto y subimos al auto. Rápidamente emprendemos la marcha y nos alejamos de mi casa, suspiro, siento que mi corazón se parte en dos pero es lo mejor para ambos; no podemos dejar que un simple beso arruine nuestras vidas y las de los que nos rodean. A veces hay que dejar de pensar en uno mismo solamente y aceptar que lo mejor para todos no es lo que tu quieres para ti mismo.
El camino es silencioso, no busco explicarle a Philippe las cosas pero si pregunta -estoy segura que lo hará- debo decirle todo desde el principio, ¿No?

-¿Vas a hablar o qué?- me observa con una sonrisa.

Le devuelvo el gesto, suspiro y comienzo a relatar todo. Sí, absolutamente todo.

-O sea que, me usaste - ríe- ¡Qué chica!

-Lo lamento mucho, no soy ese tipo de persona- suspiro avergonzada -No es correcto.

-Deja de pensar qué es correcto y qué no- rueda los ojos - Te pierdes de muchas cosas por querer ser "la niña buena", "la hija buena", "una buena hermana" - Niega- Ya basta, haz lo que quieras, cuándo, dónde y como quieras Ariadna, si quieres follarte a tu cuñado hazlo, si quieres golpear a la lunática de tu hermana hazlo y si quieres usarme pues hazlo.

-¿No tienes amor propio?- río por lo último que dijo.




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