Atrevidos

Veintiuno

Santiago.

Sus brazos alrededor de mi cuello me aseguran que lo que está pasando entre nosotros no es producto de mi imaginación, es real, completamente real.
Estrecho su cintura entre mis brazos, profundizo el beso sintiendo su respiración acelerarse y el pecho de ambos subir y bajar a causa de ella. Ariadna me acerca aún más a su anatomía y siento que voy a perder el control, no quiero asustarla o que piense que mi único interés con ella es puramente sexual.

-Espera- a regañadientes me aparto un poco.

Parece darse cuenta de lo que esta ocurriendo pues se aleja de mí como si fuese un letal ácido, sus ojos abiertos de par en par me ven horrorizados y temerosos, lentamente lleva su mano al rostro cubriendo su boca y sé por su expresión que se está culpando por lo que pasa y de siente terriblemente mal.

-¡Dios mío!- exclama perpleja. -¿¡Qué fué lo que hice!? ¡Soy tan estúpida!

-¡No digas eso, maldición!- odio cuando se comporta así- Escucha Ariadna, no podemos seguir así, no quiero. Debemos aceptar lo que nos pasa.

-¿Nos pasa?- eleva una ceja -Nada pasa, ¿Crees que pasa algo sentimentalmente sólo porque nos hemos besado?

Cuanta ponzoña, que mujer más atrevida.

Pero te encanta eso.

Ruedo los ojos sonriente, camino a la castaña la cual no retrocede ni un paso, no es fácil intimidar a la menor de las Castillo y es algo que ha adquirido con los años, pues recuerdo que cuando era una niña solía ser muy asustadiza y dependiente de Adrián o de mí.

-Yo sé que lo que nos impulsa a basarnos no es una simple calentura de adolescentes, si tú quieres mentirte pues adelante- le sonrío.

-¿Y qué crees que sientes por mí Santiago?- esa pregunta me saca un poco de balance, no me la he hecho.

-Te quiero, lo sabes, te he querido siempre y durante toda tu vida- hablo buscando las palabras adecuadas y veo su semblante decaer- Pero ahora, te quiero de una manera en la que no quiero a nadie más y estoy dispuesto a averiguar qué es, cómo es y si en realidad es algo aún más intenso.

-No puedes hablar en serio... - luce nerviosa.

-¿Por qué no?- la increpo.

-¡Vas a casarte con Alessa!- me observa molesta. -No voy a ser la otra mujer mientras tu descubres que mierdas te pasa conmigo...

-Dame la oportunidad de demostrartelo, te juro que te explicaré todo lo relacionado a tu hermana y sus porqué, pero al menos dame una esperanza Ariadna.- estoy prácticamente suplicando y si debo arrodillarme pues entonces lo haré.

En ese momento no hay nada más que se pueda decir pues la puerta de la habitación se abre - no recuerdo en qué momento la cerré o cerramos-, por ella la cabellera rubia de Lessa se deja ver y ella nos observa seria. Sus ojos van de su hermana a mí y viceversa, trago saliva intentando verme tranquilo y finalmente ella relaja la mirada.

-¿Qué hacían?- sonríe.

-Pedía consejos a Ariadna- me apresuro a decir- Necesito que hablemos Lessa.

-Lo sé amor, pero ahora debemos dar algunas opiniones sobre la mesa dulce - camina unos pasos con una carpetita blanca en la mano.

-Debemos posponer la boda Alessa- suelto de golpe.

Ella se detiene en seco, me observa atónita al igual que Ari. Respiro lentamente, siento que en pocos segundo la habitación arderá en la cólera de la que iba a ser mi mujer.

-¿Posponerla?- niega molesta -¿¡Por qué!?

-Es muy pronto- logro decir.

-¿No te sientes listo?- mí siga algo triste.

-Ultimamente hemos tenido problemas y creo que no es momento de dar semejante paso- susurro.

Ariadna se revuelve incómoda, toma sus cosas y se encamina a la puerta pero Alessa la toma por la muñeca y la retiene en el lugar. Ambas se observan en silencio, ninguna aparta la mirada y lucen tranquilas.

-¿Sabías?- pregunta la rubia.

-No- niega suspirando como quien se siente cansado de la situación. -Creo que deben seguir su charla en privado, no debo escuchar sus peleas y no me interesan.

-Sólo dime si sabes si hay alguien más- pide su hermana mayor.

-¿Qué? ¿Yo cómo voy a saberlo?- se suelta de su agarre.

-Porque se conocen de años, prácticamente son la sombra del otro y los amigos se suponen se cuentan todo, ¿No?- ella eleva una ceja.

-No lo sé, yo no conozco su vida tanto como crees Alessa- niega molesta -Te recuerdo que he vivido en otro país, otro continente. No sé nada.

-Estoy confundido Alessa - finalmente lo digo, necesito librar del asunto a Ariadna y - aunque no es toda la verdad al menos doy un atisbo de lo que realmente ocurre- sentirme menos imbécil.

Ambas guardan silencio viéndome, la expresión de Alessa es de confusión, dolor, ira y vergüenza pero la que llama mi atención y por mucho es lq de mi pequeña bailarina, sus lágrimas caen lentas por esas mejillas rosadas que tanto imagino besar en las mañanas; sus ojos demuestran una profunda y dolorosa mezcla de alegría y culpa que me carcome hasta lo más hondo de mi ser...
Los gritos y pedidos de explicación que vocifera Lessa pasan a segundo plano o al menos es así para mí, en mis ojos no hay lugar para nadie más que no sea ella, Ariadna.




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