Atrevidos

Veintitres

-No lo entiendo Mery, juro que no lo entiendo- me lanzo a su cama y estrecho la almohada contra mi pecho.

-No hay mucho que entender- sonríe -Te quiere, mucho, canceló su boda por ti Ariadna.

-No la canceló, la pospuso, creo- la veo a los ojos -Y eso es lo que me está matando, ¿Puedo sentirme más estúpida conmigo misma? Debería estar feliz por lo que dijo, pero me siento como una maldita zorra que le ha quitado a su hermana su futuro esposo.

-Tal vez Philippe tenía razón, debes dejar de pensar en la felicidad de los demás antes que la tuya- la observo cepillar su corto cabello- ¿Y si su destino es estar juntos? ¿Y si se aman lo suficiente como para dejar de lado a Alessa y vivir una apasionada historia de amor?

-Las historias de amor no existen- susurro.

-Ya ves que sí, o por lo menos, intenta crear la tuya- me saca la lengua.

Suspiro, ¿Podrá ser? ¿Podrá ser Santiago mi historia de amor? Sé que desde el principio dije que no sentía nada por él, que ya lo había archivado y que había seguido con mi vida pero... evidentemente no es así, porque lo quiero a montones y si, digo querer porque no estoy lista para admitir que el sentimiento es más grade o decírselo siquiera.

Tomo el móvil, llamo por quinta vez a mi tía, necesito hablar con ella pero no me contesta y me manda al buzón de nuevo, decido dejar el tema por el momento. Leticia es una mujer ocupada, no solo por el trabajo sino porque también disfruta de salir con amigos y tener citas, es lo que amo de ella y en lo que nos parecemos.

Tomo mi billetera, mientras Mery toma un baño yo voy por algunos bocadillos al super, se me ha antojado algo dulce o tal vez salado. Optare por algo rico y ya, me coloco la chaqueta antes de salir ya que la noche es fresca y no deseo pillar un resfriado -tengo un trabajo que mantener y odiaría darle aun más problemas a mi mejor amiga- y salgo, coloco llave a la puerta y cuando estoy por emprender la marcha siento como me toman del brazo jalándome y acorralándome contra la pared más próxima. Intento gritar pero cubren mi boca con la mano y cuando mis ojos se encuentran con los de mi atacante me quedo perpleja, Santiago.

-No grites- me hace señas que no logro ver bien.

-¿Acaso eres idiota?- farfullo -Casi me matas del susto, ¡Por Dios, trata de abordarme como una persona normal! - llevo mi mano al pecho, el corazón late como loco por el susto.

-No seas dramática- ríe.

-¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí?- me aparto de él.

-Quería verte- susurra.

Lo observo arrepentida, Santiago tiene el poder de hacerme sentir culpable, de poner mi mundo al revés y burlar mis defensas.

-No está bien Santi...- desvío la mirada.

-¿Y qué si no lo está? Me importa una mierda, quería verte y aquí estoy- toma mi mano -Siempre hice lo que era más fácil, lo que querían o esperaban de mí y cuando tuve la oportunidad de tomar lo que más deseaba en la vida me acobarde porque era demasiado pequeña aun- lo veo y me sonríe con ternura -Pero las vueltas de la vida me han dado otra oportunidad de tenerte Ariadna, de hacerte feliz y sé que me voy a equivocar, que te haré enojar y que querrás cortar mi cabeza en innumerables ocasiones pero no me voy a dar por vencido hasta verte reír cada vez que la cague. Mira, no voy a decirte que lo puedo todo, que jamás tendrás que preocuparte a mi lado y que voy a darte el mundo entero porque no sé si podré cumplir con todo eso, pero, si te digo que quiero ser el hombre que te haga suspirar, que te quiera incondicionalmente y con el que puedas afrontar todas las circunstancias, tendrás mi apoyo siempre y si podemos hacerlo todo juntos entonces no habrá nada que nos detenga.

-¿Eres consciente que esto nos traerá problemas a ambos?- sollozo.

-¿Eres consciente que me importa tres hectáreas de genitales? No me importa, si tengo que perderlo todo por estar a tu lado entonces que así sea- se encoge de hombros.

-¿Y si no somos el uno para el otro?- frunzo los labios nerviosa.

-Yo hare que lo seamos, y en caso de que no funciones, entonces habremos vivido por y para nuestra felicidad, es lo más importante- sonríe.

Río negando, sus palabras suenan como las que me dijo aquella vez Philippe, ¿Y si tienen razón?

¿Y si lo intentas? Ya deja de ser cobarde, deja de poner excusas.

-¿Entonces? ¿Te atreves Ariadna?- Santi ladea la cabeza mientras me observa, luce tranquilo pero sus ojos me dejan saber lo nervioso que se encuentra.

-Si- asiento.

El brillo en su mirada y el largo suspiro que deja escapar denotan el alivio que siente, me toma por la cintura atrayéndome a él y sus labios se encuentran con los míos en una tierna danza, una diferente a la primera vez que me besó; ya no es urgente y desesperada sino tranquila y degustadora. Sonrío y me imita, pega su frente a la mía y en el proceso nuestras narices se rozan, me gusta, mucho. Dejo que mis manos se pierdan entre su cabello, cierro los ojos sintiendo el aroma de su colonia y el de su piel mezclarse, siempre me gustó eso de Santiago, era algo característico de él.

-Debo volver a casa, tengo algunos asuntos con mi padre- besa mi frente -Te veré mañana.




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