Atrevidos

Veinticuatro

Bebo una taza de café, la cocina de mi casa se siente aún más pequeña de lo que recuerdo, sí, volví. Apenas puse un pie en la casa mi madre me abrazo con lágrimas en los ojos, papá salió prácticamente corriendo de su despacho al oír los gritos de mamá – los cuales daban aviso de que estaba en casa nuevamente- y tras una dura charla y reprimenda me estrecho en sus brazos con cariño.

Me encuentro frente a mi hermano, me observa en silencio mientras toma su licuado – de frutas obviamente-, parece no estar contento con algo y los nervios brotan en mi como margaritas en primavera, con un carajo no deja de verme y comienzo a pensar que sospecha algo, no sé qué pero lo hace.

―Me alegra que volvieras sana y salva ― me sonríe, aquí viene el interrogatorio ― ¿Por qué volviste tan pronto? Por lo general eres un poco más rebelde.

Lo sabía, Dios, lo conozco demasiado bien.

―No quería preocupar a mamá y papá demasiado, decidí volver. De todas formas esta es mi casa, aquí vivo, no voy a dejar que Alessa me aleje de los que amo― hablo decidida.

Antes de que Adrián pueda decir algo mi hermana hace acto de presencia, viene pegada al celular y no para de hablar, trae paquetes de una tienda de ropa y algunas compras del supermercado –nunca sé de dónde es que obtiene su dinero pues ella no trabaja, o por lo menos jamás ha dicho que lo haga-. Apenas me ve se congela, un paquete cae al suelo y mi hermano mayor lo levanta con total naturalidad, a veces me asombra el poder que tienen los hombres para ignorar los evidentes problemas emocionales que hay a su alrededor.

O tal vez es listo, de esa manera no se involucra y no sale herido.

Hablas como si fuésemos dos animales a punto de matarse.

¿Y no lo están?

― Veo que volviste ― Alessa comienza a sacar algunas cosas de los paquetes.

― No me iba a ir tan fácilmente, yo no tengo porque hacerlo. No soy responsable de las decisiones ajenas ― le sostengo la mirada.

Eleva una ceja con algo de burla, mi padre aparece viéndonos a los tres y suspirando.

―Los problemas que tengan tienen que solucionarlos como adultos maduros, no necesito problemas de adolescentes si no lo son. Aprendan a aceptar cuando se terminó, cuando las cosas o las personas no son para ustedes y a ser sinceros entre ustedes ― la mirada de nuestro progenitor va de Lessa a mí, Adrián se mantiene al margen ― No voy a perder la amistad que tengo con los DiSanto porque un muchacho no puede decidir qué es lo que quiere y por una muchachita caprichosa que piensa obligar al mundo a estar a sus pies.

Las últimas palabras van dirigidas explícitamente a mi hermana, ella mantiene la mandíbula tensa y puedo ver su enojo y vergüenza. Acto seguida papá voltea seguro de si mismo y mis ojos conectan con los de Santiago, estaba escuchando todo y mi padre lo sabía. Hombre astuto. Lo admito.

Mientras Alessa discute algo con el hombre de la casa, yo no puedo dejar de ver a Santi y él no hace mucho para no verme hasta que me percato de que Adrián aún está aquí; carraspeo, termino mi bebida – a cual ya está sumamente fría- y salgo de la cocina. En la sala de estar he dejado mis cosas preparadas para ir al instituto, hoy me toca clase de danza clásica, voy a enseñarles a niñas pequeñas y me tiene emocionada ya que he preparado algunas dinámicas y juegos. Subo las escaleras con torpeza, la velocidad y las escaleras evidentemente no son lo mío, siempre debo volver a mi cuarto por algo, suelo olvidarlo todo antes de salir pero es que la sola idea de volver a bailar –no importa cuánto tiempo haya pasado de la última vez que lo hice- me emociona demasiado.

―Ey― Santiago atrapa mi muñeca en cuánto estoy dentro de la habitación.

― ¡Estás loco! ― susurro ― ¡No puedes...― sus labios cubren los míos y me obliga así a callar.

―Ya deja de quejarte ― ríe por lo bajo ― Tu padre tiene que hablar conmigo, esta noche quiere que vayamos a comer, tu familia y la mía. Hay un anuncio importante de la empresa que quiere darnos, obviamente yo ya la conozco pero no voy a decirte ― ruedo los ojos y sonrío ― Inventa una excusa para luego del postre, tú y yo tenemos planes.

―¿Qué se supone que les diga? "Vuelvo tarde debo salir con mi amante" ― elevo una ceja.

―Me gusta más el término "Mi todo" ― me sonríe egocéntrico.

―Eres demasiado narcisista, ¿Lo sabías?― niego divertida.

―Así te vuelvo loca― siento sus manos posarse en mi cintura.

―Debo irme, llegaré tarde― lo veo hacer un cómico puchero ― Pero nos veremos en la noche.

Me guiña un ojo y sale como alma que lleva el diablo de la habitación, intento reprimir la sonrisa que surca mi rostro pero es imposible, esos encuentros comienzan a gustarme y sus formas de callarme también. Debemos encontrar otra manera de vernos, no quiero que esto sea en mi propia casa o a escondidas, tal vez durante un tiempo hasta que formalicemos o... ¿O qué? ¿Qué haremos? ¿Cómo seguirá todo esto? No lo sé, pero de lo que sí estoy segura es que sea lo que sea que ocurra quiero que sea con él.

Tendremos problemas.

Lo sé, pero valdrá la pena. Veremos que nos depara el destino.




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