Atrevidos

Veintiseis

Santiago.

Llego a casa con algunos paquetes que mi madre me encargó, ser hijo único a veces pasa factura pero no me quejo. En verdad me agrada, nunca tuve problemas por ello y francamente debo uno de los pocos niños que jamás pidió un hermanito o algo similar.

―Mamá, aquí tienes, lamento la demora― beso su mejilla.

― Eres un encanto, lamento haberte dado el encargo pero es que tu padre me tiene atareada con la velada de esta noche― ríe, que mujer más linda.

―No te preocupes, no es problema― hago un gesto con la mano restándole importancia.

― Espero que tu cancelación del compromiso no sea un problema esta noche, sé que debes tener tus razones pero no quiero que sea ocasionador de problemas en la cena― me ve con el ceño fruncido ― A decir verdad, me alegra un poco ― la veo asombrado ― Alessa es una joven increíble pero aún tiene tanto que aprender que parece una niña mimada en algunas ocasiones, necesitas una mujer a tu lado.

―Gracias madre― asiento caminando a mi cuarto.

―Santiago, si no vas a casarte con ella debes al menos romper formalmente su relación. No des por hecho que ella ya lo ha asumido, debes ser caballero y decirle de frente que lo de ustedes no tiene futuro, darle las explicaciones que pida y con la frente en alto escuchar lo que tiene que decirte, ¿Ok?― me sonríe con cariño.

― Lo sé― asiento.

Tengo entendido lo que debo hacer y decir pero se me hace difícil enfrentarla, ella es una bomba y no de las buenas. Es capaz de montar una escena y hacerme quedar en ridículo, por lo que he decidido hablar con ella por la mañana y a solas, obviamente aquí en casa y lejos del público.

―¿Listo para esta noche?― una voz me sorprende y pego un salto.

―¡¡Mierda!!― grito al ver una silueta sobre mi cama. ― ¡Por María, ¿Qué carajos haces aquí Adrián?!

― Quiero hablar contigo― se pone de pie serio ― ¿Qué es lo que estás haciendo Santiago? ¿Qué quieres con mis hermanas? O, mejor dicho, ¿Qué planeas con mi hermana menor? ¿Crees que no me he dado cuenta como la ves? Lo he visto desde el momento en que la viste por primera vez cuando nos conocimos.

― No planeo nada, cálmate, es verdad que la veo de otra forma pero puedo asegurarte que jamás haría algo malo para dañarla o a Alessa― me quedo en silencio ― Estimo a tu hermana, por algo tuvimos una larga relación y estuve a punto de casarme con ella porque pensé que quizás la amaría tanto como pudiera pero, eso cambio cuando Ariadna volvió. Me di cuenta que solo era cariño lo que sentía por Lessa, ella llenaba el vacío de mis días y pues me pareció suficiente... hasta ahora.

―No quiero que metas a Ariadna en tus juegos, escucha, haz lo que tengas que hacer con Alessa y terminen su relación lo antes posible. Si no la amas como ella a ti ten la decencia de decírselo en persona y mantén las manos alejadas de mi hermana menor, es un consejo de amigo y una amenaza de hermano mayor. ― suspira ― No quiero verla llorar por ti, suficiente tengo con una, no quiero dos.

Pasa por mi lado serio, palmea mi espalda en señal de saludo y se marcha dejando mi mente y mi corazón en una batalla campal que ninguno quiere perder.

¿Qué hare? ¿Qué es lo correcto? ¿Alejarme? ¿Olvidar?

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

Ariadna.

Llego a casa con el tiempo medido, apenas entro mamá me regala una de esas miradas en las que sin decir palabra alguna está dándote el sermón de tu vida. Paso de largo, subo las escaleras hacia mi habitación y busco ropa interior limpia para darme una ducha y comenzar a prepararme para la velada de la noche.

Por suerte encuentro el baño liberado, la ducha sale caliente apenas abro el grifo y no demoro más en introducirme en ella, me ducho lo más rápido que puedo sin olvidar de lavar mi cabello; salgo envuelta en una toalla hacia mi habitación, en un dos por tres tengo puesta la ropa interior y rebusco en mi armario lo que voy a usar.

Papá dijo que era una noche especial pues daría una importante noticia relacionada con la empresa de vinos – la cual tiene en asociación con los DiSanto-, eso quiere decir que debemos ir presentables ya que lo más seguro es que mi padre reserve lugar en algún restaurante importante.

A pesar de ser empresario, papá jamás ha olvidado sus raíces y quien es realmente, gracias a Dios nunca ha querido ser más que los demás y eso es algo que Adrián y yo hemos aprendido de él, no puedo decir lo mismo de mi hermana, claro está.

―Date prisa, llegará la hora y seguirás buscando ropa― la voz de Alessa me sorprende.

Volteo, ella se encuentra en la entrada de mi habitación luciendo un vestido de tirantes color rojo – a juego con sus finos labios- y algo corto para la ocasión pero no luce mal.

―Ya aparté lo que usaré― sonrío incómoda, después de lo que sucedió entre nosotras no sé cómo hablar con ella, es lamentable.

―Ya veo, usaré este vestido esta noche― acomoda su cabello ― ¿Crees que le guste a Santiago?

― Yo no puedo saberlo, deberías preguntarle a él― tomo mi vestido ―Sal, quiero cambiarme.




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