Atrevidos

Veintinueve

Mery llegó exactamente a las doce de la noche, me despedí de mis padres y hermanos – incluyendo de Santiago- y salí a la entrada del restaurante, mi amiga se veía hermosa enfundada en un vestido dorado – algo corto a mi gusto – y me sonreía de oreja a oreja metida en su papel.

― ¿Lista para que Santiago te haga el amor toda la noche?― pregunta una vez entre en el automóvil.

― ¡Oye! ― Río ― No haremos nada de eso.

― Te has vuelto aburrida Castillo ― se carcajea. ― ¿Qué tendría de malo?

― Que no quiero acelerar las cosas con él, hace unos momentos nos dijo que ha terminado oficialmente con Alessa, es extraño. No puedo acostarme con él, solo vamos a pasar un tiempo juntos. Tengo muchas preguntas para él― suspiro.

Mery conduce unas cinco cuadras aproximadamente y aparca cerca de un Burger King, unos veinte minutos después vemos un coche llegar y aparcar en la calle frente a nosotras, las luces – exageradamente blancas- del mismo se encienden y apagan un par de veces y no necesito más para saber que se trata de Santi.

― Bien, pasa buena noche y me cuentas en la mañana ― me guiña un ojo la morena.

― Te debo una― le devuelvo el gesto.

Apenas entro en el asiento del acompañante Santiago me atrae a él sentándome en su regazo a horcajadas, suelto una carcajada por su falta de paciencia y escucho la bocina del coche de Mery; el moreno frente a mí besa mi cuello haciéndome cosquillas y logrando sensaciones placenteras en mí. Su mano izquierda sube por mis muslos y por poco no se adentra bajo mi vestido pero lo detengo, antes de que ya no pueda.

― Perdona, no quería hacerte sentir incómoda ― susurra.

― No es eso, pero lo considero algo apresurado y tengo muchas preguntas ― respondo directamente.

― Es comprensible ― ríe ― Iremos a un lugar y charlaremos, responderé todas y cada una de tus preguntas.

― Bien, llévame entonces― me acomodo en mi asiento.

― Dame un beso primero ― realiza un puchero cómico e infantil.

― No seas infantil y arranca el auto ― niego.

― Que mandona eres ― se queja y pone en marcha el vehículo.

Tras unos treinta minutos en la carretera llegamos a un hotel muy nombrado, allí Santiago pide una reservación -más precisamente una habitación – y subimos hasta el último piso para verla; un pendhouse es lo que me sorprende al llegar, es realmente enorme y lujoso. Una enorme cama de dosel se encuentra a un lado de la habitación, hay un juego sofás y una mesita de vidrio, cortinas largas color vino y el alfombrado es realmente hermoso y suave – lo sé porque me he quitado los zapatos-.

― ¿Te gusta? ― Ríe Santiago al ver mi cara de asombro.

― ¡Claro que sí! ― me lanzo a la cama sonriente.

― No es lo mejor de todo, ven ― me tiende la mano y lo sigo hasta la terraza.

Al salir me quedo embobada, puedo ver toda la ciudad desde aquí, las luces le dan un toque mágico al paisaje, los edificios y rascacielos se ven asombrosos desde la altura y estimo que estamos a muchos metros de altura.

Volteo a verlo, hay un edredón tendido en el suelo, una canasta de frutas y demás comestibles y dos copas de champagne.

― ¿Gustas? ― me tiende una de ellas.

― Gracias ― tomo asiento junto a él. ― Todo esto es asombroso.

― Quería un lugar donde nadie nos molestara y un amigo me facilitó el pendhouse ― sonríe.

― Santi, ¿Por qué terminaste con Alessa? ― Comienzo con el interrogatorio, lo sé, linda forma de entablar una conversación en una supuesta cita.

― Por ti, porque me di cuenta que eres lo único que deseo en mi vida y que tu hermana y yo solo estamos juntos por una cuestión absurda, no por amor. Al menos no de mi parte y creo que lo de ella es pura obsesión. ― me ve a los ojos serio.

― ¿Qué será de nosotros ahora? ― suspiro ― ¿Qué soy para ti?

― No sé con certeza que es lo que va a pasar pero lo que sea quiero que sea contigo, que estés a mi lado y yo al tuyo, quiero que seas mía, con el título que tú prefieras, novia, esposa, madre― bromea y lo golpeo en la cabeza juguetona. ― Eres lo mejor que me paso en la vida.

― Es lo más lindo que me has dicho ― me lanzo sobre él y lo beso.

El resto de la noche pasa larga y lenta para mí, entre besos y caricias, platicas graciosas y recuerdos vergonzosos sobre como ambos nos veíamos de niños. Hablamos de tantas cosas que pareció una eternidad, para cuando se hicieron las seis de la mañana regresamos a la ciudad, allí Mery me recogió – y vaya que ella la había pasado bien a decir verdad – y me llevo a casa; demás está decir que en pleno viaje de regreso ambas dijimos lo más importante de la noche y la morena sí que me sorprendió con su historia. A unas tres cuadras de llegar a casa recibo un mensaje de Leti, no entiendo nada de lo que viene escrito en él y a sensación de que algo no va bien me invade.

Entro en la sala de mi casa, poco a poco mientras me encamino a mi habitación comienzo a quitarme la ropa superficial y marco a casa de mi tía. Espero que Leticia atienda pero no sucede, tengo un mal presentimiento. Tras una cuarta vez de intentar y escuchar el sonido del teléfono, al fin el tubo es levantado y escucho una voz conocida para mí aunque no es la de Leti.




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