Atrevidos

Treinta

Todo se ha detenido, el tiempo no pasa, mis ojos no parpadean, siento que no puedo respirar y por una décima de segundo mi corazón ha dejado de palpitar. No puedo moverme, no reacciono, pareciera que todo es una maldita cámara lenta y la desesperación y angustia que comienza a emerger de mi sistema hace aún más caos en mí.

Acto seguido dejo caer el móvil, corro por la planta alta de la casa – con la poca ropa que he logrado colocare mientras marcaba el teléfono- y llego a la sala principal donde mi familia parece estar reunida – la sala donde por lo general nos reunimos para las festividades y cumpleaños-.

― ¡Tengo que ir a Nueva York!― grito a viva voz apenas entro.

― Ariadna cálmate, todos estamos igual que tú― Adrián se pone de pie y se acerca a mí― Tía Leti está en el Chicago Med, la transfirieron allí.

― ¿Qué? ¿Lo sabían y no me dijeron nada? ― lo veo con odio.

― Mi hermana nos pidió no decirte nada― mamá acaricia mi hombro y yo me quito de su lado.

― Voy a irme ahora mismo― paso por su lado y tomo el bolso que siempre tengo listo para ir a la academia.

― Ya he sacado un pasaje para mañana en la tarde cariño, debes estar tranquila― papá me observa desde la esquina.

― ¡No! ¡No!― niego con lágrimas en los ojos ― ¡No voy a llegar a tiempo!

― Ari, no hemos podido conseguir otros vuelos, incluso mi padre ha hecho llamadas, no hay más que esperar hasta mañana en la tarde― Santiago me ve con tristeza y es cuando caigo en la cuenta que ha estado aquí desde hace rato, probablemente recibió mensaje de mi padre cuando Mery me recogió.

―No me importa, conseguiré un avión ― salgo por la puerta enviando un mensaje y recibiendo contestación de inmediato.

Me encamino por la vereda, camino tan rápido que comienzan a dolerme las piernas y los pies, debo llegar a Chicago antes de que sea tarde. Los malos presentimientos no mienten, algo malo va a pasar y necesito ver a mi tía con urgencia, ¿Por qué no decirme? ¿Por qué ocultar algo tan importante? ¿Y cómo es que no me di cuenta antes de que estaba enferma? No lo vi venir, no me di cuenta...

― ¡Ariadna!― los brazos de Santiago me rodean― ¡Debes esperar!

― ¡No quiero!― me deshago de él― Jasper me consiguió un pasaje y me iré ahora mismo.

― ¿Jasper? ¿Quién es Jasper? ¿Cómo que te consiguió? ― pregunta algo desencajado.

― ¡No importa eso ahora!― doy media vuelta y vuelvo a retomar mi caminata.

― Espera ― se pone frente a mi cortándome el paso ― Solo intento que estés bien nena.

― Entonces déjame ir― suelto sin más y lo rodeo.

Apenas puedo me subo a un taxi, el camino al aeropuerto es condenadamente agobiante y me parece eterno. Ni siquiera espero a que el chofer me dé el cambio y salgo como alma que lleva el diablo hasta introducirme en el lugar, la vendedora de boletos me confirma que hay un pasaje a Chicago a mi nombre y que sale en unos quince minutos por lo que envío algunos mensajes; a Mery, a Philippe y a Santiago para comunicarles donde estaré.

Las palabras que le dije a Santi resuenan en mi cabeza, tienen tanto significado que no se si lo ha mal interpretado pero tampoco tengo tiempo para ponerme a pensar en ello en estos momentos.

El viaje ha sido casi inexistente para mí, no estoy segura si fue largo o corto pues caí en un profundo sueño apenas tome asiento junto a la ventanilla.

Corrí como nunca antes lo he hecho a través del aeropuerto de Chicago, subí casi como quien escapa de la policía al automóvil de aquel pobre chofer que me veía como si fuese una loca descarriada, mantuve el silencio durante todo el viaje mientras mordía mis uñas con nerviosismo y apenas estuvimos en la entrada del Chicago Med salte del vehículo dejando el dinero sobre el que fue mi asiento y corrí hasta la recepción.

― Hola, mi tía está internada aquí, su nombre es Leticia Lefleir― digo casi sin aliento.

―Oh, sí, se encuentra en la habitación treinta y cinco― habla leyendo la pantalla frente a ella.

Corro por el pasillo, cuento las habitaciones y veo los números en las puertas de las mismas hasta que doy con la de Leti, en los asientos del mismo pasillo blanco se encuentra Jasper y su mamá – la cual recuerdo, aunque la relación de mi ex suegra con mi tía es algo muy reciente para mí-.

― Jasper― lo llamo acercándome.

― Ariadna, ven, luego hablamos. Entra, date prisa ― su mamá por poco y está empujándome a la entrada del cuarto.

Tomo la perilla y la giro, adentro el silencio me da un extraño escalofrío que recorre toda mi espina dorsal, cierro una vez dentro y mis ojos dan de lleno con la imagen de mi amada Leticia recostada – semi sentada- en esa dura e insulsa cama de hospital. Lleva puesto un respirador artificial, su piel se ve grisácea y algo reseca, su rubísima cabellera ahora parece una maraña canosa, se remueve un poco y abre sus ojos viéndome sorprendida. Veo lágrimas en sus ojos, no puedo hacer más que acercarme y apoyar mi cabeza en su pecho como solía hacer cuando era una niña, su mano acaricia mi cabello y siento sobre mis mejillas las saladas gotas que caen de sus orbes azules.




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