Atrevidos

Treinta y Nueve

― ¿Qué? ― susurro sorprendida.

― ¿Cómo dices? ― Papá por poco y pierde su bigote de la sorpresa.

Adrián tiene los ojos abiertos de par en par, al parecer no esperaba eso y francamente nosotros tampoco.

― ¿Cómo que estás embarazada? ¿El padre ya lo sabe? ― Mi madre habla seria.

― Sí, acaba de saberlo ― sus ojos van hasta Santiago.

― No, ese pequeño no puede ser mío, llevamos un mes separados― el moreno se pone de pie ― Es imposible, no puede ser.

― Fui al ginecólogo, me he hecho los estudios pertinentes y tengo casi dos meses de gestación Santiago ― suspira ― Por eso le pedí a papá ingresar en la compañía y que me enseñaras todo lo necesario para llevarla adelante, no quiero ser una mujer que dependa de otros y mucho menos mi hijo.

― Embarazada... ― susurro e inconscientemente llevo mis ojos a su vientre, no puedo creerlo.

Vuelvo mi vista al hijo único de la pareja que nos acompaña, se encuentra tan desencajado de todo como lo estoy yo, su mandíbula esta tensa y creo que es un milagro que no haya reaccionado mal o violentamente. Sabemos que Lessa puede ser algo ponzoñosa pero no creo que juegue con eso.

― ¿Cuándo se supone que lo concebimos? ― pregunta de pronto.

― Creo que es algo privado ― responde mi hermana viendo a mis papás.

― ¿Cuándo? ― insiste.

― La fecha aproximada que me dio el especialista es una semana antes de que Ariadna volviera de Nueva York, fue la última vez que me... me hiciste el amor. ― desvía la mirada con las mejillas encendidas.

Papa se aclara la garganta y mama lleva su mano al puente de su nariz, creo que a pesar de que su hija es una mujer adulta de veintiséis años sigue siendo incomodo saber de su intimidad ya que siempre seremos sus pequeñas, al menos para mi padre.

― Creo que no es momento de cuestionamientos ― intervengo ― Alessa, ven, acompáñame al baño.

Nos ponemos de pie, la sigo por el pasillo hasta el tocador de damas, gracias a Dios no hay nadie más aquí dentro. Lavo mis manos, veo mi reflejo y noto las lágrimas agolpadas en mis ojos por lo que también lavo mi cara. Quiero hablar con ella, quisiera saber más de ese niño que viene en camino y que será mi sobrino o sobrina, quería ahorrarle a mi hermana la vergüenza de hablar de su intimidad frente a todos los presentes.

― Entonces ― digo mientras ella sale del cubículo ― ¿Dos meses?

― Sí, es algo sorpresivo pero es mío y lo quiero ― lava sus manos ― Tengo perfecto conocimiento de que sales con Santiago, no sé a qué punto de la relación han llegado y tampoco me importa sinceramente ― estoy casi perpleja ― Solo voy a decirte que él tendrá un hijo conmigo y que no sería bien visto para ti que fueras la tercera en discordia, la que nos separó y por la que la boda se canceló. ― voltea a verme ― ¿Qué harás? ¿Decirles a nuestros padres que sales con ex de tu hermana que también es el padre de tu sobrino? Creo que debes replantearte las cosas, y te soy franca, no me interesa si lo dejas o si decides seguir con esto pero no te metas entre Santiago y el bebé.

― Jamás haría algo así, no soy esa clase de persona, yo sí tengo códigos como persona y como mujer ― mascullo con la frente en alto.

― ¿Sí? Pues eso no te detuvo a la hora de quitarme mi hombre, como toda gata rastrera te lo llevaste durante la noche ― acomoda su cabello.

― El sol brillaba cuando te dejó Santiago y no fue por mí, él solo se dio cuenta quien eres y se fue por lo poco que tienes para ofrecer ― respondo.

Camino con rapidez hasta la mesa donde mi familia espera, sonrío forzosamente y tomo el bolso de mano que traje y la chaqueta; me despido de todos con un movimiento de cabeza, Santi me ve con ojos suplicantes, sé que quiere que me quede pero no puedo, no quiero.

No merezco pasar por esta situación y no veo atrás al salir del edificio. Camino unas dos cuadras, podría tomar un taxi pero la verdad es que prefiero caminar; mis pies se mueven de manera automática, no estoy prestando atención y ni siquiera puedo pensar en algo que no sea ese bebé y lo que provoca en mi vida. Que Santiago sea padre no es un problema sino con quien y en la situación en la que me pone; siempre creí que podríamos tener algo pero me equivoqué, desde un principio. Debí alejarme, debí darme por vencida hace tanto tiempo, seguí persiguiendo un sueño estúpido, tal vez después de todo él no era para mí, nunca ha sido para mí.

― ¡Ariadna! ¡Ariadna! ― escucho que me nombran, volteo encontrándome con Jasper y su enorme sonrisa, la cual desaparece al verme ― ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras?

― Oh ― seco las gotitas de mis mejillas, no había notado que caían, soy una sentimental ― No es nada.

― ¿Corazón roto? ― pregunta con cuidado, como si supiera que si pregunta algo más voy a romperme en pedacitos.

― Algo así ― me encojo de hombros― ¿Tú que tal?

― Ah, vamos, no me cambies de tema señorita ― rueda los ojos ― Vamos, te invito un café o lo que gustes. ― me sonríe y asiento.

Siento tristeza, decepción de mi misma y de la situación y creo que es hora de cambiar de página, de irme y retomar mi vida y mis planes –que obviamente no eran estos–.




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