Atrevidos

Cuarenta y Uno

Jamás pensé que una discusión con mi hermano se tornaría en algo como esto, que todos sabrían de mi supuesta relación con el hijo de los DiSanto, que me sentiría realmente sola al confrontar a mi familia y defender mi nombre, que desearía nunca haberme confesado a Santiago cuando fui niña, desearía jamás haberlo conocido, jamás haber vuelto a Francia.

― Yo... ― Marina busca las palabras para hablar y mi padre se ha quedado atónito.

― ¿Qué quieres decir con "de tal palo, tal astilla"? – me acerco a ella ― Estas ocultándome algo ― veo fijamente sus ojos.

― Es algo que habíamos pactado jamás decirte – papá habla.

― Ni se te ocurra ― marina farfulla por lo bajo.

― Ya basta mamá, hay que decirle o tarde o temprano lo sabrá y no por boca nuestra – Adrián me ve apenado ― Lo lamento, pero no podía decírtelo yo, no sabía cómo y no quería perderte, he pasado toda mi vida intentando que esta familia fuera más funcional.

― ¿De qué hablas? – estallo nerviosa, nunca he sido buena en momentos de intriga y drama.

― Leticia era tu madre – aquello me golpea de lleno ― Cuando naciste Marina creyó que su hermana no sería buena madre debido a su estilo de vida y pidió la custodia del bebé, de ti. ― Mi padre se acerca a mí – La corte, El Juzgado del menor y la familia, le concedió dicha custodia. A pesar de los esfuerzos de Leticia por recuperarte parecía no ser suficiente por lo que para cuando ya tenías cuatro años y tú estabas convencida de que tu mamá era Marina se limitó a hacerte creer que era tu tía, solía decir que sería un golpe psicológico muy grande para ti y no deseaba verte sufrir y llorar por no comprender la situación.

Niego con la cabeza y retrocedo, la cara de Santiago es igual a la mía.

― Pero todo cambio cuando te envié con ella, en parte era para que pudieras bailar y alejarte del bochorno que habías pasado en aquella fiesta pero la parte más importante era que estuvieras con tu madre – suspira ― Y salió mejor de lo que pensaba, te quedaste con ella. Sin embargo me prohibió decirte algo al respecto, quería que fueras feliz y ahorrarte esa triste noticia.

― Por eso me entendía a la perfección, ella era mi madre – susurro ― Pero no hay parecido entre nosotras...

― Leticia siempre pintaba su cabello de rubio, le gustaba ese color pero realmente era una hermosa castaña de ojos verdes, como tú ― papá sonríe – Si pudieras verla ahora como yo la vi en sus años de juventud verías que eres idéntica a ella.

Ahora entiendo todo, por qué no me parezco a mis hermanos, porque no hay nada que pueda compartir con ellos y porque la preferencia de Marina con Alessa.

― ¿Quién es mi padre? – pregunto ahogando el llanto que deseo que salga de mi garganta.

― Yo ― responde papá y mis ojos se clavan en él.

Debí esperarlo, debí imaginarlo. Observo a la que ha sido mi madre estos años y la rabia surca su semblante.

No puedo creerlo, ¿Él tuvo una aventura con Leticia? ¿Fui producto de un amor que no pudo ser? Tiene sentido, por eso ambas mujeres se distanciaron, dejaron de hablarse y si mal recuerdo, cuando Leti venía a vernos de niños Marina desaparecía el tiempo que ella estuviera aquí, es algo... inimaginable.

― Al final de todo has seguido sus pasos a la perfección ― Alessa me sonríe.

― Lo que han hecho es lo más despreciable que he escuchado – suelto entre lágrimas ― Tú me alejaste de mi mamá solo por venganza, tu me mentiste toda la vida y lo peor es que no defendiste a mi verdadera madre – veo a mi padre ― Pero la vida va a regresarles lo que me han hecho.

Tomo mi bolso, no me digno a ver a mis hermano o primo, ya no sé qué parentesco tenemos y francamente no me importa; paso por el lado de Santiago quien está aún más shockeado que yo, me toma de la mano unos segundos después pero ni siquiera volteo y me deja ir.

Necesito irme, salir de aquí.

Por suerte Jasper ha venido por mí mientras hablaba con mi "familia" ya que le envié un mensaje cuando empacaba un par de cosas en mi habitación. Abro la puerta del coche y me introduzco en la parte de atrás, él me observa por el espejo retrovisor pero no dice nada y arranca el auto; por primera vez me siento destrozada, herida, sola... Entonces ya no hay nada que me detenga, dejo las lágrimas caer a borbotones, se deslizan calientes y llenas de dolor por mis mejillas y me permito sollozar en voz alta sin pudor a ser escuchada, ya no hay nada peor, ya nada puede lastimarme más que lo vivido hace unos instantes.

¡Debí haberlo sabido antes!

Mi amada madre, mi querida Leticia, te fuiste de este mundo sin que yo pudiera llamarte "mamá" más de una vez.

― Ariadna... ― los brazos de Jasper me envuelven y me acunan. – Tranquila bichito.

― Duele tanto ― sollozo, creo que apenas y puede entenderme.

― Duele lo necesario – suspira ― Tú desahógate.

Me percato de que el auto no se encuentra en movimiento y agradezco tener amigos tan maravillosos como lo son él y Mery.

Lloro, lloro tanto como mi cuerpo me lo permite, siento que voy a desfallecer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.