Atrevidos

Cuarenta y Siete

Aquí estoy, en el aeropuerto acompañada por mi mejor amiga y mi hermano, veo la gente ir y venir y la emoción de irme me ataca. Sonrío al verlos tan serenos, me alegra saber que confían en mi lo suficiente como para no preocuparse por cómo vaya a estar, ellos saben que puedo lograrlo.

― Faltan veinte minutos para que tu vuelo salga – el rubio revisa su reloj y luego me observa algo triste.

― Oh, vamos, no me pongas puchero – río abrazándolo ― Sabes que puedes visitarme cuando gustes.

― Tú igual, prometo que para la próxima vez que nos visites tendré mi propio departamento ― me guiña un ojo.

― Lo sé – chocamos palmas. ― Y tu – volteo a la morena de cortos rizos ― Voy a extrañarte tanto que creo que no resistiré.

― No voy a llorar, creo ― pestañea repetidas veces – No te preocupes tendrás todos los chismes de aquí cada mañana. ― río fuerte.

Me encamino a chequear por última vez mis papeles, entre toda la multitud que hay he llegado a la conclusión que la que decía ser mi familia no está aquí –a excepción de Adrián- y tampoco él. Me da un gran alivio, significa que ha entendido que no deseo tenerlo cerca ni nada parecido y mucho menos a esos impostores; Jasper se despidió de mí en el departamento pero quedamos en que en un par de semanas volvería a Nueva York –sus tíos intentaron convencerlo de quedarse pero decidió venir conmigo de todas formas – y comenzaría a ver su futuro allá –en parte porque aquí no encontró lo que buscaba y es que los estilos de baile son muy diferentes-.

Por el altavoz dan aviso que mi vuelo está listo y llaman a todos los pasajeros para el abordaje, suspiro, tomo mi bolso y volteo a ver a mis acompañantes quienes ya están sobre mí abrazándome y sollozando, y yo que pensé que la sentimental era yo.

― Cuídate – mi hermano besa mi cabeza y se separa.

Mery no puede siquiera habar, sus ojos están llenos de lágrimas y me contagia la emoción, me saluda con la mano y me indica que me vaya ya, chica dura por fuera pero es un pan de manteca.

― Adiós – susurro y emprendo la marcha.

Camino segura, sé que no me voy a dar por vencida y esto es solo una anécdota que contare algún día a mis alumnas –porque pretendo llegar a la edad de dejar la danza para enseñarla a otros- y me reiré de esto con ganas.

Tomo asiento en mi lugar asignado y suspiro viendo por la ventanilla el resto del aeropuerto. Pronto el piloto comienza el andar del enorme avión, empieza siendo algo lento hasta que toma la velocidad adecuada, comienza el trayecto de levantarse y se eleva en el cielo haciéndonos saber que el viaje inicia.

Me coloco los auriculares, recuesto mi cabeza en el asiento y cierro los ojos mientras mis dedos bailan al compás de la música y mi mente comienza a crear la dichosa coreografía que debo presentar.

Tengo muchas cosas que hacer apenas llegue, quiero ir a visitar a mi madre al cementerio, llevarle algunas flores y hablarle sobre todo lo que ha pasado. Quiero remodelar la casa, ordenar un poco y deshacerme de lo que ya no necesito, también debo enviar algunos documentos de mi persona a la academia y principalmente ir al supermercado, dudo mucho que haya algo para comer cuando llegue.

Santiago.

Volví a casa totalmente destruido, destrozado, como un total perdedor. Subí las escaleras y me encerré en la habitación, tome un baño y me lance unos minutos a la cama. Se ira, ella se ira lejos de mí y no hay nada que yo haga o diga que la haga cambiar de opinión.

Me lo merezco.

Tomo mi móvil, reviso algunos correos electrónicos, hace algunos días me dispuse a comprar algunas cosas para ese bebé que viene en camino y los emails me confirman el envío a mi casa.

Seré padre, aun no caigo en la cuenta.

He pedido un A.D.N. para cuando la criatura nazca y Alessa estuvo de acuerdo, debo cerciorarme de que es cien por ciento mi hijo y pensar en todo lo que a partir de ahora traerá ese niño a mi vida.

Mis padres están felices de tener un nieto, mamá asegura que no tiene simpatía por la madre y que le parece algo horrible lo que hizo pero con tal de tener al niño cerca prefiere mantenerse lejos del tema y yo se lo agradezco; no tengo idea de cómo enfrentar a esa familia después de todo lo que ha ocurrido, de más está decir que mi mejor amigo Adrián me quito el saludo y la palabra, hemos dejado de vernos y me parece lo mejor por ahora.

― Hijo, ya van a ser las seis de la mañana ― mi madre se escucha al otro lado de la puerta.

― ¿Necesitas ir a algún lado mamá? – pregunto poniéndome de pie, no recuerdo que me lo haya pedido.

― En media hora sale el avión de Ariadna amor– la escucho suspirar.

― No iré a buscarla, no puedo hacerlo – abro la puerta ― Ella ya se fue para mí.

― Voy a extrañar a esa niña, era la indicada para ti – da media vuelta ― Tenme al tanto de las novedades de mi nieto.

― Claro – asiento.

Intento seguir con mis cosas pero es inútil, en menos de dos minutos estoy vistiéndome y en tres más me encuentro sobre la motocicleta, ¿Qué haré? No lo sé, en estos momentos no sé absolutamente nada y me siento como un niño a la deriva.




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