Atrevidos

Cuarenta y Nueve

Santiago.

Camino de un lado a otro en el pasillo de la clínica, hoy tenemos cita con el ecógrafo y Alessa aun no llega ni responde mis llamadas, técnicamente todo marcha bien en su embarazo pero los controles son necesarios y no están demás.

― Lamento la tardanza ― volteo al escucharla, mis ojos viajan al pequeño bultito que ahora es su vientre – Tenía algunas cosas que hacer en la empresa.

― Sabes que puedes faltar, los dueños no van a molestarse contigo – suelto de pronto.

― Aun puedo cumplir las funciones que me asigno mi hermano y el embarazo no es un impedimento – se encoge de hombros. ― Vamos – dice cuando escuchamos que nos llaman.

Francamente no entiendo nada de lo que se muestra en la pantalla, para mi es una enorme pantalla oscura con manchitas grises, yo no veo ningún bebé ahí.

― Señor, su cabeza no me deja hacer mi trabajo ― el profesional me observa divertido mientras me alejo de la pantalla avergonzado. – Bien, todo está en perfectas condiciones, es fuerte, bastante grandecito para cuatro meses pero veo que es inquieto ― ríe.

― ¿Podemos saber el sexo? – la rubia pregunta viendo la pantalla.

― Claro, es más que obvio lo que será, felicidades papás tendrán una linda princesa – nos sonríe.

― ¡Oh, por Dios! ― Alessa salta de júbilo mientras yo sonrío a más no poder. Jamás pensé que una noticia así me diera tanta felicidad.

Todo el camino a casa de los padres de Lessa fue tranquilo, la escuché atento a todo lo que me comentaba de los embarazos, de las niñas y los nombres; esa fue la parte más complicada, no nos poníamos de acuerdo. Los que ella elegía no me parecía atractivos como Renata, Anna, Azaliah o Alelí, sin embargo, no me quede callado y le compartí los que me parecían perfectos para la futura DiSanto; Emma, Eva, Elizabeth, Helena, Amira o Sareli entre otros. Pude verla sonreír por varios pero la mueca que provocaba que su nariz se arrugara me dejaba saber que algunos no le sentaban bien.

Mi relación con la mayor de los Castillo mejoró mucho, ya no es tan tormentosa como las dos primeras semanas después de la partida de Ariadna, podemos hablar como personas civilizadas y no terminar a los gritos y con una posterior descompostura de la rubia, creo que es un comienzo sin embargo, no podemos ser más de lo que somos. La relación profesional de padre y madre parece estar tomando rumbo pero amistad o algo más es totalmente imposible entre los dos, se rompió algo fundamental en nosotros y no hay vuelta atrás.

Todo sea por mi hija, que al llegar al mundo sea recibida con amor y que nada altere su cabecita. No necesita padres peleando, nuestros temas de adultos quedan ahí, en los adultos.

Exitosamente me mudé de casa, renté un apartamento en el corazón de Paris y con una muy bonita vista de la Torre Eiffel, no podía seguir con mis padres, soy adulto y papá ahora, necesitaba ese cambio e independencia para poder encontrar mi lugar en el mundo. Los negocios con Adrián en la empresa van de mejor a excelente y eso nos ha permitido volver a hablarnos, tal vez no como antes, no hemos llegado a ser amigos nuevamente pero al menos se interesa por su sobrina y me ayuda en las dudas que tengo sobre el tema.

No he sabido nada de Ariadna en un mes, todas las mañanas pienso en ella, todo me recuerda a ella y por las noches, es un martirio, sueño que vuelvo a verla, a besarla, a quererla...

― Santiago, hemos llegado, ¿Vienes o almorzarás en el auto? – se carcajea la rubia.

Entramos en la casa, el almuerzo está casi listo y veo emoción en todos ya que saben que vamos a revelar el sexo del bebé. Marina se ha vuelto loca sabiendo que será abuela pero, de su "hija" menor jamás volvió a mencionar nada, absolutamente nada y eso es más tétrico que cualquier cosa. Es como si Ariadna no hubiera existido nunca.

Jorge se alejó de su familia, actualmente no vive con sus hijos y Marina, no sabemos bien en donde se hospeda y cada cierto tiempo pasa por la empresa para poder supervisar las cosas y ver si los recados que dejó se han cumplido.

― Ya llegaron – comenta el hombre desde el umbral, parece que está emocionado por su nieta.

― Perdón por la tardanza, había un mundo de gente allí afuera – Alessa besa la mejilla de su padre.

― Bueno, creo que es momento de decirles ― comienzo, me siento incomodo, todo esto es tan falso –refiriéndome a la reunión familiar-. – Es una niña.

Las felicitaciones y los saludos cariñosos no son desapercibidos, escucho a todos hablar de ajuares, coches y cunas color rosa, desvío la mirada a la salida, en verdad quiero volver a casa y descansar un poco.

― ¡Ya llegué familia! – el grito de Adrián es escuchado por todos.

― Ven pronto, tu sobrina te espera – Alessa hace hincapié en la palabra "sobrina"

― No lo puedo creer, es como tener de vuelta una mini Ariadna – suelta mientras acaricia el vientre de su hermana.

― ¿Qué? ― susurra ella.

― Cuando éramos niños ella era la más pequeña, la emoción de su llegada estaba en todos lados – se encoge de hombros.

Alessa guarda silencio, parece estar recordando aquellos tiempos y yo más que nunca deseo irme a la mierda.




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