CAPÍTULO 3
Después de una hora, los estudiantes eran custodiados en la enfermería y otros enviados al hospital. Nadie supo qué ocurrió; pero aún así, existía un culpable.
— ¿Ya vieron? El abogado de la directora está aquí. También la madre de los gemelos. En verdad es linda.
— Yo escuche que el culpable es Theo, por eso vino. Deberían expulsarlo.
— Espera ¿Crees que Theo sea en verdad el culpable? en el retiro, los gemelos lo atacaron.
Por otro lado, en la oficina de la directora Alison Del Águila, una mujer de cabello recogido destiló la furia controlada con su sola expresión amarga frente a una bella mujer de cabello ondulado, Gabriella Chang, madre de los gemelos y en el otro extremo; una pareja de casados. Amelia y Javier Sandoval, padres de Theo. Una bella pelirroja y un hombre de anteojos muy serio. Todos atentos a la pantalla con cámaras de seguridad.
Era nítido, se veía las plantas colgadas mecerse por el aire hasta que miles de líneas destruyeron el video y apareció estática.
— Y si aumento la velocidad — divago la directora al presionar un botón.
La grabación marcó los minutos tan rápido que los tres adultos se acercaron curiosos, esperando el final donde lo único que vieron fue la pancarta colgada.
— Parece que son un equipo preparado —susurró Javier, cuando se alejó de la mesa— no me gusta nada.
— Ni a mí — intervino Gabriella y volteó a su guardia de seguridad — no tiene sentido que los chicos se ataquen. Se conocen hace tiempo.
— ¿Qué vas a hacer? — la pelirroja, Amelia volteo a Alison.
La directora negó y luego volvió al hombre, el abogado de la sala.
— No dejes que nadie sepa lo que pasa. Lo que está pasando es culpa de un criminal que solo odia a la escuela, por que … nunca pudo graduarse.
A un lado de la casa de congregación, Rose boto una bolsa de basura y se apresuró a sacar un cigarrillo. Acarició la pequeña caja y antes de levantarse, una voz la asustó.
Guardo la caja inmediatamente y escupió el cigarrillo.
— Debes tener cuidado de que la superiora te vea.
Andrea, su regordeta amiga y monja, apareció con una gran bolsa en mano. Rose rodó los ojos y asintió.
— ¿Y tú? — bromeó con una gran sonrisa ladina— hoy hablaste con algunos padres, ¿no? No se puede evitar, están preocupados por sus niños.
Andrea río, cubriendo su boca en el proceso. Se acercó a ella y la abrazo.
— Termina y regresa —andrea alejó a la chica— el subdirector pidio que ayudemos.
Mientras tanto y a la espera de sus padres. Andrew volvió con su hermano menor, cabizbajo y entre suspiros ahogados, no pudo evitar estrujar su casaca deportiva, impotenten por no saber cómo proteger a su hermano.
Frunció el ceño y trago hondo.
— Debo tener paciencia, ¿No? — Arthur interrumpió, desanimado— Psycho lo dijo.
— ¿Ella? — pauso Andrew. Levantó su ceja y arrugó su nariz— no te acerques a esa loca. Descuida, estaremos bien, así como theo con su padre, mamá nos dejará conseguir un guardaespaldas
Voltearon de reojo a él; Theo estiró sus piernas, sentado en la medianera del jardín, admiro a una fila de hormigas ordenadas y que en segundos, fueron aplastadas por un par de zapatos negros.
— Hola, hijo del abogado — llamo Nicolas, se sentó a su lado y Theo rodó los ojos— Que mala suerte tienes, el fantasma te culpo. ¿Qué harás? te dejará como un idiota.
Nicolás no esperó respuesta. Sacó su celular ocultando una pequeña risa tras la pantalla. Theo apretó los puños hasta que los nudillos se volvieron blancos. Su mirada fija en el suelo, terminó por explotar.
— Eres consejero, ¡Aconsejame!
Nicolas suspiro divertido y mostró la hora de su celular “16:20”.
— Ya termine mi día de trabajo — divago sin darse cuenta que los ojos del pelirrojo se tornaron blancos— pero, como hombre guapo y responsable, también soy bondadoso con los más necesitados.
Una sonrisa petulante apareció en Nicolás.
— Cuando estaba en la escuela, fui el más rápido. Después conocí a una chica que me destruyo y reemplazo por otro, dijo que tenía una linda sonrisa y ahora, estoy sentado contigo — se lamentó al final, pero no se demoró en tomar el hombro del pelirrojo— no le des lo que quiere a cualquier chica.
Theo despegó sus labios, sin poder creerlo. Atontado por aquellas palabras, empujó las manos del mayor.
— Habló del fantasma ¿Que debo hacer?
— ¿Qué debes? — pregunto, resaltando sus palabras con sorpresa — oye mocoso, no eres el único que el fantasma molesta.
Fue entonces que los ojos del pelirrojo se dilataron, hasta que ardieron y tuvo que rascarlos. De repente vio a la nada y luego al adulto, tenía una idea.
— Nicolas — susurro Theo — ¿puedes conseguirme una llave de esas bodegas del quinto piso? esas que nadie usa.
— Ah, claro — dijo y buscó en su mochila por unos segundos hasta que sacó una caja.
— ¿Por qué las tienes guardadas? ah olvidalo … ¿No debo hacer un formulario o algo así?
— Bueno, se nota que eres del tipo que no tendrá novia en años, así que no me preocupa — Nicolas frunció una sonrisa grande, emocionado por ridiculizar al chico.
— Oye, el que hayamos hablado mal de ti en el retiro no significa que me trates asi
— ¿Hablaron mal de mí?
— Soy el chico que no tendrá novia, no te preocupes.
Como única escapatoria, Theo se levantó. Casi corriendo, entro a la torre. Las horas pasaron, el cuerpo de la directora del Águila, descansaba en el elegante sillón de cuero en la oficina de su casa. Sus manos masajearon su cien, abrumada y desquiciada por el día.
Estuvo a punto de golpear la mesa cuando dos golpes en la puerta la hicieron enderezarse. Su hijo, Aidan Del Águila, irrumpió en la habitación. El joven de cabello castaño ondulado y lentes le dirigió una mirada seria.
— Regresaste temprano de la academia. Tu almuerzo está listo y dejé unos libros de matemáticas en tu cuarto —anunció, con un tono más autoritario que amable.