Atte. El fantasma

CAPÍTULO 6 El brillo de la determinación

Después de unas horas, Corni hizo brincar sus piernas echada en la cama de su habitacion. Absorta en su videojuego, a punto de ganar el nivel "matanza al jefe" cuando tres golpes en la puerta la sobresaltaron. Ocultó la consola bajo las sábanas y se sentó justo a tiempo para ver entrar a su abuela.

La mujer, firme y con mirada crítica, arrugó un poco sus labios esperando no tener que ceder a sus pedidos.

—¿Por qué aún no te vistes? —preguntó— Con esa dieta, te verás hermosa en ese vestido.

Corni entrelazó los dedos, nerviosa, y bajó la mirada.

— Abuela, mañana será la “Fiesta de Luces” y papá ya me dio permiso para ir con mis amigos.

La abuela no respondió, pero su expresión dejó claro su descontento. Finalmente, Corni aceptó con un suspiro y salió de la habitación.

— Me voy a bañar —comentó la chica.

°“Quien vive atento al qué diran, jamás será rico. ¡Tonta!”.

— El fantasma es un maldi … es un acosador —se corrigio la adolescente.

Horas más tarde, a las ocho de la noche, en el comedor de los Esposito, una incómoda reunión de adultos se desarrolló. Mientras tanto, en el jardín, Corni, Theo y los gemelos conversaban bajo la tenue luz de la terraza.

— Oigan, ¿y si es un complot de becados? — advirtió Corni, con los brazos cruzados

—No lo creo —interrumpió Arthur—. Más bien, ¿no fue raro que la psycho se ofreciera a ayudar?

—Lo mismo podría aplicarse a Nicolás —añadió Andrew, en tono pausado— ¿No vieron que esta semana nos vigilo? Tal vez debamos tener otro plan.

— Si sobre eso — intervino Arthur— encontramos un hacker. Mañana irá al colegio.

Theo iba a intervenir, pero la mampara de la terraza se abrió de golpe. Un escalofrío recorrió a todos mientras veían entrar a Aidan, su presencia tan inesperada como intimidante.

Con las manos en los bolsillos de unos elegantes pantalones, Aidan se acercó hasta quedar frente a Theo. Ambos intercambiaron miradas cargadas de desprecio.

— Sandoval.

— Del Águila.

Aidan sonrió, cálido y servicial, pero Theo conocía la intención detrás de esa máscara. La tensión entre ambos era palpable. El recien llegado disfrutaba desquiciar y Theo lo sabía demasiado bien.

La tensión en la sala era casi tangible, disimulada por sonrisas perfectas y gestos ensayados. Susan, la anfitriona, irradiaba seguridad desde su asiento, mientras Alison, a su lado, proyectaba una compostura impenetrable. Ambas sabían que estas “reuniones” no eran más que un juego de estrategia disfrazado de preocupación parental.

—¿Tendras problemas con lo que pasó esta semana? —preguntó Susan, su tono cortante aunque enmascarado de preocupacion.

—Por supuesto que no —respondió Alison, tomando un sorbo de su vino, sus ojos brillando con una calma estudiada—. Estamos gestionando todo para que la situación con Arthur y Theo no escale.

—Eso espero —Susan sonrió apenas—. Ya hice bastante asegurándome de que esto no llegará a los medios. Pero, si ese criminal se atreve a causar problemas en la Feria Perla o que le pase algo a Corni, retiraré mis inversiones.

—No se preocupe —Alison inclinó ligeramente la cabeza— Siempre encuentro una solución.

Gabriella, se había mantenido callada durante la conversación, atenta a cada uno. Con intención de hablar cuando fue detenida por el zumbido de un celular. De su esposo.

— Perdón, la clínica — alegó Matias al apagar su celular junto a una incómoda sonrisa nerviosa. Mientras Gabriella volteaba de reojo molesta a su comida.

Alison sonrio.

— No se preocupen — aviso a cada uno de los presentes— Al final, las cosas siempre funcionan. El fundador no tiene mucho que decir.

La abuela asintió, satisfecha, pero Alison sentía un destello de furia recordando la avalancha de llamadas que había recibido esa mañana. Horas antes, estaba en su oficina, con el celular vibrando sin descanso y Aidan entrando.

—¿El abuelo sigue molestándote?

— No, no es eso — dijo la mujer— ¿terminaste con tus tareas?

— Aún no — respondió enseguida, viendo la molestia en su madre —Tal vez deberías probar una aplicación para bloquear llamadas —El tono casual del chico hizo que ella levantara la vista, intrigada.

— ¿Aplicación? — preguntó ella, curiosa por su hijo.

No lo pensó mucho, volteó a su celular y luego lo entregó. Solo pasó en unos minutos, cuando Aidan regresó el objeto.

—Listo. Bloqueé su número por dos semanas. Es la versión gratuita.

—Gracias, Aidan —dijo Alison, apenas relajándose con una dulce mirada para su hijo.

De vuelta al presente, Alison miró su teléfono y esbozó una ligera sonrisa al notar la ausencia de llamadas. Giró la cabeza hacia la zona donde estaban los adolescentes, observando de reojo a Aidan.

Mientras tanto, el chico revisaba su propio celular. En la pantalla, una conversación reciente brillaba:

“Alison, puedo ayudarte. Solo dime”

“Papá, es mi escuela yo me haré cargo”

Sin levantar la vista, Aidan sonrió para sí mismo, ocultando lo que otros no sabian.

Al día siguiente, los alumnos miraban con asombro los grafitis amarillos y las sonrisas pintadas en la vitrina de la cafetería. En medio del jardín, destacaba el rostro filoso y diabólico del enmascarado dibujado con precisión perturbadora. Algunos se reían, otros cuchicheaban nerviosos.

Bruno, con ojeras marcadas, revisaba su celular. Un único mensaje captó su atención: "No te preocupes y no digas que estoy aquí."

Respiró hondo y, al levantar la vista, notó a las hermanas Andrea y otras chicas riendo animadamente frente a la capilla. Tragó saliva y estuvo a punto de irse cuando alguien se interpuso en su camino.

— Hola.

Era la hermana Rose. Vestía ropa oscura y llevaba un sombrero que protegía su rostro del sol. Su mirada tranquila lo desarmó un poco.

— ¿Quieres entrar? Está abierto todo el día.




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