Atte. El fantasma

CAPÍTULO 8: Nunca busquen a su enemigo en su territorio

Los gemelos paseaban emocionados entre los puestos de comida, ignorando la fila del baño y la fuente que atraía a cientos de personas. No se dieron cuenta de que, cerca de ahí, Anna y Jhonatan conversaban sentados, mientras detrás de los baños públicos, Sofía y Jack compartían un beso apasionado.

El zumbido simultáneo de sus celulares los separó de golpe.

— Que rayos —susurro Sofia.

Al leer el mensaje, palidecio. Su respiración se volvió errática y sus manos comenzaron a temblar mientras sostenía el celular.

—Esto no puede ser... —siseó Jack, desconcertado, guardando su teléfono. Intentó abrazarla, pero Sofía se apartó bruscamente.

—Anna... Ella siempre estuvo en contra de esto —susurró, y sin más, salió corriendo hacia su amiga, seguida por un confundido Jack.

Solo dio una vuelta al muro, y tomó a Anna del brazo, obligándola a girarse.

—¡Oye, duele! —se quejó Anna, tratando de zafarse.

— Jack, ve con Corni y Luis —ordenó Sofía antes de arrastrar a Anna lejos de los chicos.

Sofía arrastró a Anna unos pasos más lejos antes de soltarla y enfrentarse a ella. Su rostro estaba marcado por el miedo y la furia.

—¿Le dijiste a alguien sobre Jack y yo?

—¿Qué...? ¿De qué hablas? —tartamudeó Anna, desconcertada.

—¡Alguien nos tomó fotos! ¡Alguien lo sabe! —gritó Sofía, su voz temblando mientras la sujetaba por los hombros—. ¿Fuiste tú? ¡Dime la verdad!

Anna retrocedió, impactada por la intensidad de su amiga.

— No entiendo nada — susurró y dio un par de pasos atras— Esucha, tal vez es hora de

—¡No! —la interrumpió Sofía, llevándose las manos al cabello con desesperación—. No podemos. Jack y yo... aún no.

— Sofia —llamo Ana— soy tu mejor amiga, nunca diría nada. Pero ¿no crees que deberíamos hablar con Corni? Ella también es nuestra amiga.

—Yo soy tu amiga desde primaria —replicó Sofía con un tono herido.

Anna suspiró, incómoda.

— Ambas lo son. Debo ir al baño.

Sin esperar respuesta, se alejó, tambaleándose.

—¡Anna! —gritó Sofía, pero ella no se detuvo.

Sofía cerró los ojos, su mente inundada de caos y frustración, mientras regresaba hacia Jack. Anna, por su parte, caminaba distraída, con las piernas débiles y el corazón pesado. De repente, chocó contra alguien.

—Disculpa... —murmuró, levantando la vista.

Un hombre alto, de presencia imponente, la observó con una sonrisa tensa. Sin decir nada, le extendió una fotografía. Anna la tomó, y su corazón se hundió al ver la imagen: Sofía y Jack muy intimos en el parque.

—¿Qué? —logró susurrar con un nudo en la garganta.

El hombre le entregó un cuchillo pequeño, dejando la hoja fría en su mano antes de recuperar la foto.

—Solo así te harán caso —susurró antes de desaparecer entre la multitud.

Anna se quedó inmóvil, sosteniendo el cuchillo. Su mente era un torbellino de culpa y rencor. ¿Qué hago? ¿Debería decir la verdad? Sí, todo el grupo usaba a Corni, pero ¿Corni realmente merecía esto?

Por otro lado, Theo revisaba cada uno de los mensajes de “Paloma” mientras caminaba por el lugar indicado. Había seguido las instrucciones con la esperanza de encontrar algo, pero solo sentía frustración.

«Tal vez necesito un descanso», pensó al llegar frente a los puestos de comida. Entonces la vio: Kayle despedía a un chico más alto que ella con una sonrisa casual.

—¿Estás ayudando o buscas pareja? —preguntó Theo con un tono deliberadamente desafiante.

Kayle rodó los ojos antes de responder con una sonrisa burlona.

—Soy multitareas. —Luego señaló hacia los comedores—. ¿Sabías que Nicolás está por aquí? Lo perdí de vista.

Theo frunció el ceño.

—¿Y qué importa si está aquí? —espetó, aunque después de unos segundos tenía una sonrisa maliciosa— ¿Entonces sí te gusta?

Kayle cruzó los brazos, destilando desprecio antes de seguir caminando. Por un instante, Theo se quedó callado. «Para ella todos eran sospechosos» No entendía sus acciones ni sabía si podía confiar en ella.

— Oye — llamó la chica— Corni está cerca.

Señaló, hacia Jack y Corni en la fila de un puesto de hot dogs. Caminaron rápidamente, al lado del pizarron de una tienda con el título “El menú de la noche”. Theo se acomodó un sombrero y se puso unas gafas oscuras, claramente disfrutando el momento.

—¿No me veo genial? —preguntó con orgullo.

Kayle le lanzó una mirada crítica.

— Ese sombrero no te queda, y usar gafas no te hace el detective Conan.

— ¿Sabes que tus palabras lastiman? — soltó el chico molesto.

Apenas terminó la frase cuando vieron a los gemelos acercarse con palillos de carne y pintura en sus rostros. Theo inclinó su cabeza, enojado.

— ¿Qué? — se quejó Arthur, una vez que llegó frente a ellos.

Theo iba a responder cuando sus celulares comenzaron a sonar al unísono. Todos los mensajes provenían del mismo número. Arthur fue el primero en aceptar la llamada, activando el altavoz. Poco a poco, los demás hicieron lo mismo, y un pitido agudo resonó entre ellos antes de escuchar la voz.

"¿Creen que pueden jugar conmigo?"

El tono era rígido, robótico, pero transmitía una amenaza palpable. Luego se escuchó una risa grotesca, casi inhumana.

"Estúpidos peones, nunca busquen a su enemigo en su territorio. Este será su primer aviso de su derrota"

La llamada terminó abruptamente, dejando un vacío ensordecedor entre ellos. Nadie habló, pero todos sentían lo mismo: estaban siendo observados, atrapados como animales en una trampa.

Andrew fue el primero en moverse, deslizando un pie hacia atrás, listo para huir o esconderse. Sin embargo, un sonido ensordecedor lo detuvo: las alarmas de incendio comenzaron a sonar. De repente, un grito rompió el bullicio de la fiesta.

Las luces se apagaron, el agua de la fuente dejó de correr, y un tumulto se formó en torno a algo en el centro. Theo y los demás se empujaron para abrirse paso.




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