Atte. El fantasma

CAPÍTULO 14: No conocemos cuando vienen a vernos

Después de unos minutos de silencio tenso en la bodega maloliente, Leo observo a Kayle, nuevamente atada. Hasta que fuertes pisadas sobre metal llamaron su atención, hacia la figura de una mujer imponente, con curvas acentuadas y un buzo que parecía más una segunda piel. Caminó con seguridad, arrastrando la mirada de todos, sus ojos verdes destilaban una mezcla de codicia y autoridad mientras pasaba junto a sus empleados.

— ¡Te estaba buscando! — Su voz era grave y cargada de sarcasmo. Al dejar caer su peso sobre una pierna, su sonrisa se dirigió hacia Kayle. — Soy Lulu.

Kayle se dijo en el suelo, no mostró ninguna reacción. Fue entonces cuando la mujer se acercó y, sin previo aviso, tiró de su cabello hacia atrás.

— Cuando estés aquí, me debes mirar a la cara — ordenó, casi escupiendo, liberándose del agarre para adoptarla nuevamente en su postura de dominancia. — Kayle Cruz, estudiaste en casa toda tu vida. Y ahora, de repente, estás en un colegio privado con las mejores notas.

La chica suspiró, dando una corta mirada a Leo.

— Dos años desde que te hiciste amiga de un ex ladrón mediocre — continuó Lulu, como si desnudara su vida — y ahora, jugando póker con ludópatas.

Kayle miró a la mujer con firmeza.Su estómago se retorció con cada palabra.

— Pensé que era veintiuno — respondió, manteniendo una mirada seria, pero su cuerpo temblaba ligeramente por la tensión. — Lamento decirte que no busco amigos. Estoy ocupada.

La respuesta hizo sonreír a Lulu, con sus ojos fijos en Kayle, estudiándola.

— Pero buscas a alguien, ¿verdad?

Kayle, se quedó callada. Sus pupilas se dilataron involuntariamente y Lulu estalló en una risa corta y burlona. Buscando mantener su postura, apretó los puños, mantuvo la calma mientras sus emociones se agitaban.

— Eres pobre. Trabaja para mí — La mujer levantó una bolsa blanca frente a ella, como una oferta que nadie podría rechazar.

— Agradezco que pensaran en mí — jadeo kayle, nerviosa — pero he dividido el colegio de mi vida personal.

La risa de Lulu, gruesa y grotesca, llenó la habitación, y los dos secuaces atrás de ella intercambiaron miradas incómodas. Kayle, sin embargo, no cedió. No importaba lo que aquella mujer hiciera, no dejaría que sus emociones fueran manipuladas tan fácilmente.

— Me gusta tu actitud — dijo Lulu, regresando a su actitud relajada, pero todavía tensa, mientras su risa menguaba. — Pero si no haces lo que te dije…

— Oye — interrumpió Kayle, con firmeza, ocultando el miedo bajo su tono burlón, apretando la silla — No crees que, ¿me estás sobrevalorando? No soy tan genial.

El estallido de risa de Lulu fue tan fuerte que incluso los secuaces se miraron, sabiendo que la mujer disfrutaba de su poder. Kayle, sin embargo, ya no se sentía tan segura. Sintió el sudor en su frente, el miedo a punto de dominarla.

— Cobarde — siseó Lulu, mientras lanzaba una cachetada a Kayle, el sonido retumbando en la pequeña habitación. — ¡Avísenles a los demás! La supuesta informante es una patética rata miedosa

Con desprecio, jalo el cabello de la chica.

— te vas a perjudicar — amenazó la mujer.

En poco tiempo, la mujer chasqueó sus dedos y señaló a los dos secuestrados.

El primero en acercarse fue el hombre fornido. Se acercó a Kayle, sonriendo de manera lasciva mientras acariciaba su cabello. Su toque era repugnante.

— ¿Los botamos sin ganar algo de dinero? — preguntó, con voz burlona.

Sin pensarlo, Kayle lo miró fijamente y, con una frialdad que no sentía en su interior, respondió:

— Vete a la mierda, frasco mal hecho de esteroides.

— Que boquita.

En poco tiempo, los dos fueron sacados del edificio, con la brisa marina aliviando el estrés y miedo.

Mientras caminaban entre almacenes hacia un paradero de buses. Leo revisó un cartel, pero de repente, sintió el peso de la cabeza de Kayle sobre su hombro. Nunca la había visto vulnerable, temblando de miedo. No dijo nada. En cambio, rodeó su espalda con su brazo y la cubrió con su barbilla, buscando darle algo de consuelo.

— Odio a las personas que se creen superiores — susurró Kayle, su voz quebrada.

— Perdón, por llevarte ahí — respondió Leo, con una ternura inesperada, mientras la mantenía cerca.

…..

Al día siguiente, en el entrenamiento de fútbol, Jack se detuvo para tomar agua, cuando una notificación interrumpió su momento.

°“Tienen tres días para decir la verdad”.

Frunció el ceño; su estómago se retorció por un segundo al recordar la fiesta.

— Solo es un idiota que busca atencion. Descuida — se dijo así mismo.

Sin embargo, el miedo latente lo empujó a bloquear el número sin pensarlo dos veces, intentando convencer a su mente de que no había nada que temer cuando regresó al juego.

Mientras tanto, en la cafetería, Sofía también dejó su celular de lado. Volteo de reojo, Ana revolvía un plato con frutas.

— Lo dijo enserio Anna —Corni llamo, sus cejas arqueadas y preocupadas por la chica— debes comer

— Mira quien habla — bromeó ella — ¿cuántos meses de dieta vas? ¿Tu mamá sabe de esa dieta?

De pronto, un grito asustó a toda la cafetería.

— ¡RANA MUERTA!

Corni reaccionó, volteando a todos lados y regresando a su plato donde al remover la fruta se encontró con un pequeño ojo de animal.

— Está enfermo — susurró Corni para sí misma.

Hablaba del fantasma.

«No conocemos a los hombres cuando vienen a vernos, tenemos que visitarlos para averiguar cómo son — Goethe. »

Por otro lado, acompañados por el susurro constante de los aspersores del jardín, Talia apenas registró el bullicio proveniente de la cafetería. Su mente giraba en torno a las palabras de Kayle: “No es una buena persona, ten cuidado”. Lo había ignorado antes, pero ahora todo cobraba sentido.

Frente a ella, Tom sostenía dos fotos. En una, Talia aparecía saliendo de la bodega; en la otra, los gemelos Chang caminaban tras ella.




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