Gabriella refunfuño en la habitación de una hermosa cabaña. En plena mañana, la mujer permaneció en cama. Enfocada en una revista y en el repetitivo título: “El matrimonio ideal: El abogado Javier Sandoval, el equilibrio entre el trabajo y la familia”. Ella resopló unas cuantas veces antes de lanzar la revista al otro lado de la cama. Pudo gruñir por horas, pero un suave sonrojo se pintó en ella cuando vio el torso desnudo de Javier. Él se acercó a ella, con una copa de vino en la mano.
— Empiezo a creer que solo soy tu amante —siseó ella, dejando su copa sobre una mesa.
— Oye, espera — detuvo y tomó el brazo de la mujer. Lo suficiente para que sus ojos se encuentren con los de ella — Sabes que mi matrimonio ya no tiene sentido. Ya no hay nada que me haga volver con Amelia. Bueno, solo Theo.
— Cuando ella lo sepa — pauso Gabriella — hará un escándalo.
— Claro que no — bufo en respuesta. Llamando la atención de la mujer — se quedara callada, por Theo.
De repente, hubo un silencio. Gabriella entendió a la perfección.
Mientras tanto, detrás de las bodegas deportivas, Tom empujó a Dennis contra la pared, sujetando su camisa con fuerza, como un depredador dispuesto a cazar. Tres chicos más rodeaban el lugar, vigilantes.
— Tom. Sabes que ella no me gusta — juro Dennis. Temeroso — además, sabes lo que dicen de ella.
Tom soltó una risa baja y cruel, que resonó en el aire, llena de desprecio. Sacudió a Dennis con más fuerza.
— ¿El rumor de que mató a su profe? —preguntó, su sonrisa cruel—. Eso lo inventé yo.
En ese momento, sus ojos se enternecieron ante la sorpresa de Dennis y su mandíbula caída.
— Ella me gusta, pero debe entender que solo yo puedo ser su novio —dijo, orgulloso y un poco cansado.
Su expresión de agotamiento provocó en Dennis una risa, pero Tom, con los ojos llenos de ira, lo miró fijamente. Luego, se apartó un momento, revisando su celular con ansiedad. Al ver la pantalla, su expresión se endureció al leer el titular: "La nueva pareja: Theo Sandoval y Kayle Cruz 'Psycho'".
— Perdón, pensé que lo sabías.
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Durante el receso de aquella corta semana, los gemelos Chang estaban sentados revisando un libro mientras comían de una bolsa de galletas. Arthur, el menor, cerró el libro de golpe y señaló hacia la escalera.
Corni, sentada y leyendo. O eso es lo que aparentaba al estar sola con una larga tristeza en sus labios.
— Algo pasó —murmuró Arthur—. ¿Deberíamos preguntar?
Andrew observó el semblante apagado de la castaña y negó con la cabeza, tirando de su hermano para alejarlo.
Mientras tanto, detrás de la cafetería, Tom estaba apoyado en la pared de los baños, con el ceño fruncido y una inquietud latente. Miró a su alrededor hasta que Kayle salió del baño.
— ¿Desde cuándo eres novia de Theo Sandoval? —soltó sin rodeos, su tono cargado de celos.
Kayle arqueó una ceja, desconcertada.
— ¿Quién te dijo eso? —preguntó, acostándose contra la pared frente a él, cruzando los brazos.
— Sabes cómo funcionan los rumores aquí — respondió. Intentando acercarse.
— Claro —respondió ella con frialdad—, pero... ¿no crees que Theo se molestará si nos ven juntos?
Kayle dio media vuelta para irse, pero Tom sujetó su muñeca, su mirada intensa.
— La última vez también me metiste en problemas. Concéntrate en tus exámenes —ordenó ella con una sonrisa calmada, liberándose de su agarre—. Adiós, Tom.
Tom quedó inmóvil, con los ojos fijos en la espalda de Kayle mientras se alejaba, su expresión se suavizó. Una ligera sonrisa apareció en sus labios.
« Esto podria ayudarme » pensó kayle mientras regresaba con Talia.
Mientras tanto, en la cafetería. Lucia volteó hacia Jessica.
— oye — dijo Lucía después de dejar de ver hacia kayle — Ahora tom está libre
— ¿Qué? — preguntó con sorpresa — jajaja. Obviamente es mentira. Es más creíble escuchar que Bruno empezó una dieta antes que kayle y theo están juntos.
Su amiga suspiró. Era la primera vez que escuchaba a Jessica decir el nombre de quien siempre era “psycho”.
Después de horas, Nicolas recogió exámenes en el salón, vio de reojo cada examen. Corni, como el primer día de exámenes, le faltó responder un par de preguntas.
En el punto ciego del patio, Theo fue arrastrado por el equipo de básquet. Lo sentaron a la fuerza frente a Esteban, mientras el grupo formaba un círculo tenso. Las miradas iban de un lado a otro, expectantes, como si presenciaran un enfrentamiento inevitable.
— Eres un idiota —espetó Esteban con una sonrisa torcida—. Todo lo que tienes es por tu papi.
Theo resopló, sus ojos encendidos.
— ¿Me trajeron aquí solo para ver la cara de este imbécil de este envidioso? —soltó, señalando a Esteban con desprecio.
Esteban se levantó de golpe, golpeando el suelo con el pie. Theo hizo lo mismo, sus puños cerrados como si estuvieran a punto de estallar.
— ¡Cálmense! —intervino un chico, levantando las manos en señal de paz—. Esteban, deberías disculparte por golpearlo. Theo… aunque no sea tu culpa, tienes que admitir que…
— ¿Qué? —gruñó Theo.
— Escucha — recalcó— eres bueno en basquetbol, también creemos que eres un buen capitán. Pero, eres capitán gracias a tu padre.
— ¡AL FIN! —Esteban explotó con sarcasmo—. ¡Deberías renunciar! Yo mismo vi los mensajes donde tu papá le pagaba a Mauricio. ¡ADMITELO!
— ¡Cállense, nos van a escuchar! —pidió otro, inquieto.
— ¿Quieres que te golpee otra vez? —bramó Theo, su voz temblando de furia—. ¡Nada de eso es cierto! He entrenado todo un año…
— ¿Esfuerzo? —interrumpió Esteban con una risa burlona.
Theo no lo pensó. Se lanzó contra él, pero los demás lo detuvieron antes de que lo alcanzara. Forcejeó, sus ojos brillando de ira.
— ¡Tengo su pizza!
Un repartidor apareció con una moto destartalada, cargando una caja de pizza en equilibrio. Esteban se acercó, en un respiro ahogado. El pelirrojo intentó irse, pero volvió a ser detenido.