El pelirrojo se encontró frente a una máscara de indiferencia, un par de ojos jades filosos clavados sobre él. La tensión en el aire era demasiado para la tormenta emocional que golpeaba en su pecho.
— ¿Qué pasa? ¿No tienes que estudiar? — cuestionó Theo, tratando de desviar la atención mientras se dirigía hacia uno de los estantes, tratando de proyectar una falsa seguridad.
Un silencio descendió sobre la habitación. Kayle lanzó su cabello hacia atrás, viendo la espalda del chico.
— ¿Qué pretendes? ¿Papi te obliga a tener una novia? — Su voz era autoritaria, a pesar de la divertida sonrisa que tenía al fastidiarlo.
Theo, por otro lado, evitó mostrar sus emociones, manteniendo su compostura. Inhaló profundamente, dejando escapar una risa nerviosa, sorprendiendo tanto a él como a Kayle.
— Mira quien habla — siseó burlón — Seguro ya te estás aprovechando de esto.
Por una extraña razón no quería verla, por alguna razón la actitud de esa chica lo hacía recordar a su padre. Totalmente quieto, hasta que escuchó la risa oculta de Kayle.
— Usas mi nombre a tu beneficio — agregó ella, con la misma expresión vaga y superior que tenía el padre de Theo — Dime, ¿Por qué usarme a mi?
Theo no quería perder el control, y si algo había aprendido de su padre, era entender las expectativas de la gente.
— ¿Tus amigos? — indagó ella en voz alta, con un par de dedos en el mentón y sus piernas cruzadas — ¿tu mamá?
Theo volvió a resoplar, conteniendo su ira.
— ¿Tu papi? — preguntó de pronto. Liberando la ira del chico quien golpeó el estante y volteó a ella.
La nariz de Theo se arrugó, los músculos de su mandíbula se tensaron y su ceño fruncido apagó sus ojos miel brillantes, divirtiendo aún más a la chica.
Su sonrisa se curvo, en un extremo arrogancia en plena travesura.
— Uy … ¿Qué pasa? — Kayle hizo un puchero— tú mismo te has hecho el perro de una psicópata, títere de papi. Que patético eres.
Solo eso bastó, el pelirrojo se embriagó por el odio. Con dos pasos, sus manos llegaron al cuello de Kayle, cegado por el recuerdo de la sonrisa apática de su padre y sus ojos tan profundos como oscuros que siempre pensó, se trataba de su alma.
Sus manos se cerraron alrededor del cuello de la chica con una fuerza que no sabía que poseía, como si estuviera tratando de estrangular los demonios que lo atormentaban. Fue tan rápida la acción, Kayle casi cae a la mesa, solo sujetándose con una mano en la mesa y la otra en el brazo de Theo.
Se quedó sin aliento y sus mejillas se tornaron rojas mientras las lágrimas brotaban. Luchaba por liberarse del agarre o de esos ojos inconscientes, que posiblemente no la veían a ella.
Con un último esfuerzo, logró golpear a Theo lo suficiente como para obligarlo a retroceder. Saliendo al fin de su agarre y conteniendo las dolorosas lágrimas.
Theo tambaleó. Despertando de su propio trance, retrocediendo por ver el cuerpo de la pelinegra a punto de desfallecer.
Pálido, sintió cómo la culpa lo invadía. No sabía qué era lo que acababa de hacer, se había quedado en blanco, invadido por una profunda tristeza, por haber golpeado a una chica, como su padre lo hizo con su madre.
Por parecerse a él.
Estaba a punto de hablar, cuando el sonido repentino de la cerradura los alarmó. Theo actuó rápido, envolviendo a Kayle en un abrazo.
— ¿¡Andrew estás aquí!?
Arthur gritó al abrir la puerta. Su rostro se transformó, balbuceando al ver la escena mientras su quijada se abria antes de cerrar la puerta.
Kayle intentó zafarse del agarre, pero Theo la forzó. Vio de reojo el desdén en sus ojos verdes y el rubor en sus mejillas, aún por la falta de aire.
En poco tiempo, Theo se alejó, lo suficiente para mantener una distancia corta, aunque seguía con el mismo tono rojo en su rostro.
— Perdón — dijo el chico
— Avísame — interrumpió ella, arreglando su cabello y jalando al chico desde su camisa — antes que termines con esta farsa, me avisaras.
— claro — respondió, un poco nervioso por el acercamiento.
— Y si quieres que esto funcione, cumplirás con mis dos condiciones — agregó con el mismo tono agresivo.
Theo asintió.
— Se consistente con las mentiras, Y, trae un sofá — ordenó ella, antes de empujarlo y caminar hacia la puerta de la bodega. Sin embargo se detuvo.
Regresó a ver al chico de pie a cabeza, quien empezó a dudar por su permanencia hasta que lo empujó.
— sabes — volvió a hablar la chica — sin duda te van a creer, mis expectativas son bajas.
Solo eso bastó para que Theo se indigne, mientras ella salía de la bodega. Sin embargo, mantuvo su sonrisa.
“El plan de Theo plan seguía en pie”.
Las horas pasaron, Theo llegó a su casa viendo la hora y terminando por voltear a su padres, compartiendo dos copas de vino frente a una gran mampara y terraza con vista a la ciudad. Solo iluminados por una tenue luz, Amelia volteo a su hijo.
— Theo — detuvo ella— celebramos que tu padre ganó el caso de un empresario.
— Wooow — alargó, con una sonrisa falsa antes de adentrarse a la oscuridad del pasadizo.
Amelia sonrió y volvió con su esposo.
— También debemos celebrar algo más — agregó la mujer y entregó una foto desde su camisón a su esposo — ¿Cuándo vas a firmar?
Un "Jhm" se escuchó de parte de Javier, soltando una incrédula sonrisa al ver la foto.
— Por favor, Amelia. ¿De nuevo? — se burló. Con una sonrisa gratificante al devolver la foto — Si no te acepto el divorcio es porque me da pena que termines en la calle.
— ¡JA! — soltó la pelirroja, después de un casi tartamudeo — ¿no te da pena no poder salir con Gabriela por la calle? Tú mismo te encierras en una relación que no quieres.
Javier ahogó una profunda respiracion, solo beso el dorso de la mano de su esposa.
— Me iré. No me esperes.
Tomó de un solo sorvo su copa de vino y se alejó. Dejó a la pelirroja sola, con una gran vista a la calle.