Jack bajó por las escaleras del colegio, vio su alrededor. Todos voltearon a él, todos lo juzgaron. Mientras tanto, en el interior de los baños de chicas. Dos adolescentes uniformadas arreglaban su cabello en frente del espejo.
— No puedo creer que Sofía hiciera eso. Pensé que era una buena persona. Literalmente le apuñaló por la espalda — dijo una.
— Qué asco, ¿verdad? — respondió la otra — Pobre Corni.
Parecía una conversación interminable. Pero para Sofía, encerrada en uno de los cubículos del baño, era un tormento.
«No es justo», pensó Sofía. Tenía ganas de llorar, gritar y golpear a Corni, pero no podía hacer nada. Empezaba a desesperarse cuando recibió un mensaje.
“Nos vemos en las escaleras del ala norte. Hablemos — enviado por Corni”
“Tsk!” chasqueo desagradable. Dudo por unos segundos antes de soltar un grito ahogado y luego, con una sonrisa cínica, empezó a hablar.
“Ok — enviado por Sofia”
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El leve sonido del celular sonó en el odio del pelirrojo.
— Veo a “Pecas Amarillas”, reportense —dijo Theo por su teléfono desde el pequeño techo de la azotea — Oigan.
— ¿Debemos responder a eso? — se oyó la voz de Bruno, cómodo en dos sillas —. Ya es suficiente con haber venido a ayudar.
— tú estás en la bodega — se quejó Andrew.
—¡OIGAN! Lo mínimo que pueden hacer es seguirme el juego. Me estoy quemando en el techo — dictó Theo. Su ceja arqueada pronunciada y voz seca llamó a los demás.
— Pues “Escarabajo Hércules” parece una burla —gruñó Bruno.
— Si no ayudabas, Corni iba a decirlo todo a la policía — respondió Kayle, escondida entre unas cajas.
— Oye, “Psycho”, dije apodos — se quejó Theo.
— Ah … ¿cabeza roja? — susurro talia en una corta pausa, sentada en un banco del jardín — el águila aterrizó en la torre principal.
— Ok, “Trencitas”. Estaré atento en el estacionamiento —mencionó Andrew, escondido detrás de unos arbustos.
— Gracias “gemelo 0.01” — anunció Arthur con gracia.
— De nada “gemelo espontáneo” — respondió el otro
— ¿sabes? creo que tú escogiste ese apodo — se quejó Arthur detrás de unas rejas.
— Todo fue al azar.
— “Pecas amarillas” entró — detuvo Theo.
Mientras tanto, paradas una frente la otra, Sofía y Corni se encontraron en la azotea de la escuela. La castaña estaba preparada, todos habían cooperado de alguna forma, esperando la señal para actuar.
—Seamos claras —empezó Sofía— Si no aceptas que fuiste tú quien se puso entre Jack y yo, diremos que tú provocaste a la tutora.
Corni suspiro y exhalo lentamente.
—¿No tienes miedo de enfrentar a mi familia? — preguntó Corni, triste.
Sofía endureció su mandíbula. No parecía querer estar en paz y, si no lo lograba, avanzaría con el plan.
— ¿Y tú no temes enfrentarte a tu abuela?
Corni se quedó en silencio, sintiendo cómo su debilidad era expuesta.
— Ustedes me hicieron daño — inició Corni — y ahora, ¿me quieres culpar de lo que pasó? ¡solo me usaron!
Sofía no podía evitar verla con repudio. Todo su cuerpo estaba tenso. Dio un par de pasos por el lugar, viendo el cielo y alcanzando los límites de la azotea enjaulada por rejas oxidadas. Corni esperaba discutir por más tiempo, mientras Sofía grababa las palabras de los demás estudiantes.
« Sofía es una desgraciada, ¿cómo pudo robarle el novio a corni? »
« Debe estar celosa »
—Claro, tú debes ser la señorita perfecta —gruñó Sofía—. ¡Todo es tu culpa!
De repente, rompió con la amenaza y corrió hacia las rejas. Corni vio cómo su firme expresión se transformaba en miedo al ver a Sofía correr al abismo. Corni recordó el brazo enyesado de Anna, a Verónica y la desesperación de Jack, todo por ver a Sofía correr. Sin poder aguantar sus lágrimas, corrió tras ella.
El sonido de los pasos resonó en la azotea mientras los demás chicos observaban desde sus posiciones, ansiosos y alertas.
« No, no más » pensó Corni cuando al fin pudo tomar a Sofía por el cabello y jalarla hacia atrás. Sofía cayó sentada, con gran dolor.
Corni respiró profundamente, observando el cuerpo de Sofía antes de tomar sus brazos y tirar de ella.
— ¡¿Estas loca!? — grito corni — ¿Quieres morir?
Sofía no respondió, apenas podía respirar. Su vista era borrosa y todo su cuerpo sudaba. Había intentado suicidarse y, poco a poco, su espalda se encorvó en una extrema exaltación.
— Ustedes me engañaron — puntualizó corni en el momento que se levantó — Por favor, no vuelvas a acercarte a mi.
Después de eso, Corni caminó hacia la puerta, sin voltearse. Sin embargo, una inquietante sensación produjo un escalofrío en su espina dorsal. Volteó rápidamente, pero todo parecía en cámara lenta. Sofía tenía un cuchillo en la mano. Antes de que Corni pudiera reaccionar, una botella con un poco de agua golpeó la cabeza de Sofía.
El cuchillo cayó al suelo y ambas miraron a Theo, sentado en el techo de la escalera. Corni ahogó un suspiro mientras los destellos de las cámaras llamaban su atención. Arthur y Kayle, cubiertos entre cajas, tomaban fotos de la escena.
Sofía se veía incrédula, resoplando varias veces. Con una sonrisa que denotaba miedo, gritó:
—¡Yo soy la víctima! ¡ELLA SE ROBÓ A MI NOVIO!
Ninguno de los presentes se inmutó, en especial Corni, quien la miraba con pena. Corni pateó el cuchillo y se acercó a Sofía, pero un chirrido de la puerta las hizo voltear.
— Ya paren — ordenó Jack al llegar a la azotea.
Tan rápido como entró, fue inundado por una capa de yogurt que detuvo su andar. Se vio a sí mismo por unos segundos antes de intentar limpiar su cara y voltear hacia Theo, quien grababa su rostro con una gran sonrisa burlona.
— ¡Baja de ahí! — gritó él, ardiendo en cólera.
— ¡JAJAJA! Bien, bien — respondió Theo.
Jack estaba por acercarse cuando unas manos se posaron sobre sus hombros, arrastrándolo contra la pared. Volteó y vio los ojos llorosos de Corni, pidiendo clemencia.