Atte. El fantasma

CAPÍTULO 21: solo revive la verdad

En el centro de una dulcería pequeña pero encantadora, Corni barría la entrada. Su blusa de seda blanca y pantalones negros ajustados desentonaban con el delantal de algodón de su madre, Victoria. Entre el aroma de kekes y la música suave del radio, la adolescente sonreía, mirando distraída hacia el parque.

Hasta que un auto apareció.

No necesitó verlo bien. El vehículo negro, reluciente y severo como una sentencia, solo podía ser de Susan.

La puerta se abrió con fuerza contenida. La campanilla aún sonaba cuando ella inspeccionaba el local como si buscara cucarachas.

—¿Qué crees que estás haciendo? —espetó con voz aguda, ni un “hola” de por medio— No quiero que mi nieta pierda el tiempo. debe concentrarse en el piano antes de la feria perla.

Victoria, con la calma de quien ha entrenado para soportarla, se quitó el delantal.

—Corni vino porque después saldrá con sus amigos, ¡esta en vacaciones!. No está perdiendo el tiempo.

Susan frunció los labios, a punto de protestar de nuevo, pero fue interrumpida por un carraspeo perfectamente ensayado.

—De hecho, ya me voy —dijo Corni, y su sonrisa fingida era casi tan pulida como la de su abuela.

—¿Vas con Jack? Llámame si pasa algo —dijo Victoria, revisando distraídamente la tienda antes de sonreírle con ternura—. Cuídate, amor.

Corni alzó una mano y salió, veloz, como quien huye de una zona en conflicto. Las dos mujeres quedaron frente a frente.

—Suegra —empezó Victoria, girándose con diplomacia fingida— ¿No va a hacer algo con Alison? ¿Y con Javier y Gabriella?

Susan soltó un suspiro que parecía arrastrar siglos de desdén familiar.

—Escúchame bien —dijo, con un tono grave y seco— Si ya hay problemas, será mejor que no vuelvas a poner un pie en la casa de Amelia. Que termine la feria y te desapareces. De Alison me encargo yo.

—¿Cómo cree, suegra? No pienso dejarla sola. Pueden haber pasado muchas cosas, pero si somos amigas… bueno, eso creo —murmuró Victoria, bajando la voz— Además, está lo de la rata...

—Cállate —gruñó Susan con furia contenida, la voz tan baja que helaba— Nadie debe enterarse de eso. Nos vemos en casa. Y no vuelvas a faltarme el respeto delante de mi nieta.

Victoria la vio irse, desaparecer una vez entró al auto. Apretó su mandíbula y cuando vio partir el auto, rodó los ojos agotada.

Misma expresión que hizo su hija, Corni, cuando llegó a un menú local y vio al grupo de adolescentes. Cuando se acerco, escucho la conversación de ese plan para atraer al fantasma.

“No podemos usar la feria perla, debemos proteger que no haga nada” fue lo que entendió, y que en ese momento el pelirrojo empezó a perderse. Desconcentrado por los prejuicios de la noche y sus sentidos de la pubertad. Con su mano en el vaso de gaseosa y sus ojos rodando entre sus compañeros y las piernas descubiertas de Kayle.

«La "Psycho" no está nada mal». Tal vez era la primera vez que lo admitía. La palabra era, ¿rebelde? No estaba seguro, pero odio el sentimiento de querer verla.

Sí, probablemente era eso.

— El problema es que no sabemos si en verdad debemos buscar imágenes — se quejó Andrew.

— Escucha — dijo Kayle, leyendo de su celular — "La no existencia de la barbaridad", y "se ve en los detalles de una pintura". Aunque creo que todo depende de cómo lo leemos, tal vez, no es exactamente lo que vemos.

— por favor — siseó Arthur, alargando sus palabras.

— Andrew tiene razón — agregó Corni, un poco triste — estos días son importantes. Mi abuela quiere verme en la feria se acerca ¿Ven la presión? No puedo jugar a los espías.

— yo también debo practicar para la feria — agregó Talia.

« ¿Más quejas? debo hacer que trabajen. Si se escapan, entonces el fantasma seguirá » se dijo así mismo Theo, antes de golpear la mesa y como un juez frente al público, llamó su atención.

— chicos, oigan — llamó él — la hermana Andrea murió. Mirenlo como quieran, pero hay un asesino. Y puede lastimarnos.

“Asesino” era una palabra fuerte y él lo había dicho sin ningún tropiezo en su habla. Sin embargo, no era necesario disculparse, todos estaban de acuerdo.

— ¿Qué les parece si mejor preparamos una trampa para la feria? — Era una salida a la incomodidad que él mismo creó — cuatro tienen presentación y somos tres que es ¡obvio! no nos lanzaremos contra el fantasma.

De repente en la mesa ocho del restaurante se quedó en silencio. Arthur volteo a cada uno y aplaudió rápido.

— Perder el tiempo viendo un tonto anime te hace pensar … hazlo más — escupió divertido el gemelo menor.

Después de unas horas, el grupo salió del local. Resignados, bajo el atormentador calor de octubre. Theo veía el cielo, esperando que una idea golpeara su cabeza. Por eso volteó hacia su falsa novia, quien, para su sorpresa, hablaba con un adulto, alguien en sus treinta que miraba con dulzura a Kayle. Muy cómodos en la conversación, poco a poco hicieron voltear a los demás del grupo.

— Oye, solo tenemos tres días antes de la feria ¿En verdad funcionara robar las cámaras de seguridad? — preguntó Corni hacia el pelirrojo. Cuando su atención terminó sobre Kayle y ese hombre — me estuve preguntando. ¿Como ustedes dos?

Theo empezó a caminar, sin hacer caso a las palabras de la castaña. «¿Cómo se atreve? Tenemos un acuerdo, ¿y no puede seguir algo tan fácil?» No estaba celoso, pero sí enojado por algo que podría alimentar los rumores de “Psycho”.

Por eso se acercó. Con una sonrisa cordial, heredada por su padre frente a su enemigo.

— ¿Amigos? — soltó el hombre junto a una sonrisa.

— Novios — corrigió el pelirrojo, decidido a molestar a la chica.

Kayle arqueó una ceja, acorralada entre una mentira conveniente y un conocido muy cercano. Suspiró y volteó al adulto.

— Ya … Bueno — dijo y tomó el hombro de la chica — diviértete en el colegio ¿Ok? Mi esposa me espera, nos vemos.




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