Atte. El fantasma

CAPÍTULO 22: El segundo acto.

Era de noche, Rose se encontraba fumando en la azotea de un bar, viendo la noche estrellada. Tenía oscuras ojeras que demostraban su sueño y cansancio por llorar la noche anterior. Resoplando de vez en cuando, hasta que escuchó el zumbido de su celular.

"segundo acto, nueva semana" leyó y apagó su celular.

— vete a la mierda, jefe — murmuró cansada, cuando vio a Nicolas con una lata igual detenerse a su derecha — Esta es el área de fumadores — Ella no tenía interés en hablar.

— te invito el desayuno, el almuerzo y la cena — lanzó Nicolás enseguida.

Ella sonrió y quemó el cigarrillo. Apunto de llorar.

— tengo una oficina, puedes venir cuando quieras. No cobro mucho

Tras eso, rieron un rato como un par de adolescentes que recobraron los peores y mejores momentos de su vida.

Los días pasaron rápido, un calendario en la casa de la familia Esposito marcaba cada día, hasta un jueves. Un día antes de la feria.

Victoria caminaba por el pasadizo, en dirección a la cocina, cuando un gimoteo adolorido cruzó por su oído. Proveniente de la habitación de su hija, se acercó lentamente, con miedo por las arcadas hasta que abrió la puerta de la habitación y luego, la del baño. Hacia Corni, recostada sobre el inodoro.

Victoria no pudo parpadear o respirar hasta que vio a su hija llorar.

— no puedo — soltó corni — no … puedo — soltó un suspiro, tomando aire — tocar el piano.

Victoria sin hacer caso a lo último, se acercó a un abrazo que fue rechazado.

— ¡No quiero tocar el piano nunca más! — explotó soltándose a llorar.

Victoria no dijo nada, Corni resopló y se acomodo. Preparada para hablar.

A las tres de la mañana, ambas estaban en la habitación de corni, la menor con lágrimas que cada cierto tiempo volvían a brotar y su madre, asustada con un horrible sentimiento de culpa por no haberse acercado a la relación de su hija. Simplemente no lo aguanto más, la abrazó con tanta fuerza que la escucho llorar de nuevo. Corni quería separarse pero no la dejó.

— Lo siento tanto — susurró Victoria — lo siento, Corni.

— Mamá — corni se limpió las lágrimas, mientras su madre se acercaba a un abrazo — no me quiero presentar en la feria, no me siento bien.

— De acuerdo. Hablaré con tu abuela.

— No, yo debo decirle.

Después de unas horas, la expresión de corni era todo lo contrario a la emoción palpitante en el ambiente de la feria escolar. La exposición de ciencias yacía en el patio secundario, equipos deportivos se mostraban jugaban en la losa deportiva y estadio. Sin embargo, el evento por excelencia “la presentación musical”, sucedía en el auditorio.

Corni estaba en el medio del escenario, tocando una melancólica melodía en su piano, con ojeras disfrazadas por maquillaje y algunas pecas falsas pintadas que daban color a su piel.

Su mirada, término sobre su abuela, sentada junto a su madre y Amelia; con una orgullosa mirada que le pedía continuar con la balada, mientras que en los asientos posteriores, Jack sintió un toque en su mejilla.

— Adelgazo mucho — murmuró Sofia.

Él siseó, con su dedo en la boca. Obligándola a callar y hacer que se enoje.

Tan solo era la primera parte de la melodía de “Andantino de Schubert” , una sonata tan hermosa como melancólica y a veces triste como la mirada de la joven.

— Siempre usa tonos alegres — dijo Arthur refiriéndose a la melodía.

— Parece que sigue mal — agregó Andrew a su lado al lanzarle una toalla — prepárate, luego nos toca.

— cuidado — recrimino el menor, viendo sin cuidado a su hermano que parecía perdido en sus pensamientos — no quieres estar aquí.

— ¿Es muy obvio? — soltó petulante al arreglar su camisa — ya estoy harto de la música, ¿acaso mamá cree que no podemos hacer nada más? subí mi puntaje y aún así, prefiere la música

— prometimos decirle todo en noviembre — ordenó Arthur al dejar la toalla sobre la cabeza de su hermano.

— Si como sea —susurro Andrew y saco su celular— Theo, Kayle y Bruno están preparados. Talia dice que después de su exposición va a ayudar.

— ¿Consiguió un nuevo cuy? —Arthur soltó divertido. aunque la expresión seria de su hermano hizo desviar su mirada — yo si me disculpe en el retiro.

— Callate.

Por otro lado del colegio, a un lado de las escaleras del ala norte, Theo revisaba su celular, en una pantalla con varias cámaras grabadas. Y a su lado, Kayle, leyendo su pequeño libro.

— Debo pedirte algo — aclaro el pelirrojo, volteando su cuerpo a ella.

— ¿Otro? — preguntó, sin soltar su libro — ¿sabes que esta idea no fue fácil de terminar?

— Eso no, escucha. Sé que debo hacer para que un equipo se una. Pero, si les digo que hacer, no me harán caso — empezó él, esperando con ansias una respuesta.

— Al fin — ladeo ella, volteando a él y guardando su libro — no puedes unir fuerzas, ¡A la fuerza!. Debes buscar una forma de que todos ganemos o no confiarán en ti — termino de decir con su mano alza

Como respuesta, el pelirrojo sacó un billete. Rodó sus ojos verdes y en un corto gruñido volvió a su anterior posición, contra la pared viendo a la nada.

— No es para que te calles, es para que me ayudes — respondió enseguida Theo. Tratando de ofrecer de nuevo el billete.

— me ayudaría una disculpas por lo que hiciste — contradijo ella,

Theo bajo la mirada, incómodo.

— Quedatelo — volvió a hablar ella, esta vez demostrando una inusual amabilidad — me enseñaron que las personas deben trabajar para mi. Sin embargo, en lo nuestro, creeme, soy yo quien gana mas.

« Cretina » fue lo único que pudo pensar mientras seguía viendo esa serenidad. Theo enarcó ambas cejas. Estaba por hablar, pero fue interrumpido por un “¡PUAJ!”.

Se trataba de Jessica y Lucia. Viendo aquella escena con cierto asco. Jessica tenía los brazos sobre su cadera cuando se detuvo cerca a los ojos verdes.




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