Atte. El fantasma

CAPÍTULO 23: ¡Show time!

CAPÍTULO 23

Después de unos pasos entre las escaleras hacia el tercer piso, una escena animada se dibujó en los ojos de Kayle. Respiro profundamente, mientras una suave sonrisa llena de melancolía se apoyó en su mano en la mejilla.

« Estoy aquí » pensó para sí misma. «Las ferias escolares son divertidas» en ese momento ladeó la cabeza.

—Clases a las siete de la mañana... aún no me acostumbro —suspiró, acariciando distraída su arete mientras sus pensamientos comenzaban a enredarse.

Pero entonces una voz la sacó del hilo mental.

—Kayle Cruz.

Giró con lentitud, hasta que la sorpresa la atravesó.

—¿Qué? ¿Díaz Cruz?

¿Qué? ¿Cómo? ¿Ah? alcanzó a pensar, reprimiendo cualquier gesto evidente. Frente a ella estaban Nicolás… y para ella, un hombre desconocido.

— Buenos días — dijo Kayle, sin hacer caso a lo antes escuchado — Nicolas, vi fotos de tu perrita. Es muy linda.

—Sí, lo es —respondió él, orgulloso, y luego pasó un brazo por el hombro del otro hombre—. Él es Oscar, el nuevo profesor de arte.

Kayle asintió levemente, intentando memorizar el rostro del recién llegado.

— Claro, me matricule a esa clase para este bimestre.

—Normalmente es malhumorada y terca —dijo Nicolás, con una sonrisa torcida—. No te dejes engañar por esta versión amable.

—Está bien —rió Oscar, un poco incómodo. Luego miró a Kayle—. ¿Alguna vez te confundieron con “Díaz Cruz”? Ya sabes, ese apellido de un millonario que desapareció por lavado de dinero.

—Los libros de historia no están tan actualizados... déjala —intervino Nicolás, suspirando. Luego posó una mano en el hombro de Kayle—. No te encierres con un libro hoy. Ve, diviértete.

—Sí. Nos vemos —dijo ella, y se alejó, con una sonrisa ensayada que no llegó a los ojos.

Oscar también sonrió, hasta que Nicolás volvió a tomarle el hombro.

—¿Regresamos a la sala de profesores? Las hermanas cocinaron y un grupo pidió pollo.

—Genial, pero...

—Créeme —lo cortó Nicolás—. Si no quieres pasar tus vacaciones en el hospital, ve por la mejor comida. Vamos.

—Escuché que en el auditorio hay mucho ambiente —comentó Oscar, animado.

—¿En serio? Solo van los chicos que quieren estudiar arte...

—Exacto —dijo Oscar, sonriendo más de la cuenta.

Mientras tanto, en el auditorio, la melodía de un piano flotaba por el aire. Bruno y Pablo estaban recostados en el marco de la puerta, escuchando.

Mientras tanto, la melodía de Corni se esparció a lo largo del auditorio, hasta los oídos de Bruno y Pablo acostados en el marco de la puerta.

— Y bien — susurro Pablo — ¿Sigues pensando en lo que pasó ayer?

Bruno asintió apenas, recordando la madrugada anterior.

¿Quién ganaría? — preguntó Pablo — ¿superman o wolverine?

Bruno bostezo. Ni siquiera pudo contestar, cuando escucharon las rejas de la entrada abrirse y un quejido de dolor. Volteando con asombro, el encuentro con sus padres.

—Fue todo un circo. Susan está loca —dijo su padre, justo antes de que su madre lo silenciara con una mirada.

—Vayan a dormir —fue todo lo que les dijeron.

En el momento que la música terminó, su recuerdo se desvaneció y Bruno regresó a la realidad.

—¿Quién es Susan? —murmuró, pero la mirada de Pablo se mantuvo adelante.

— ¿Desde cuándo te gusta la música clásica? —preguntó su hermano, forzando una sonrisa y tratando de cambiar la conversación.

Su sonrisa era tan falsa que Bruno se dio cuenta.

— Ah … Olvidalo — se quejó y bajó por las escaleras hacia el jardín del colegio.

— ¿Así eres con tus amigos? — preguntó Pablo — no seas tan antisocial.

— No lo soy.

— Yo recuerdo a mi hermanito que jugaba con los insectos — Pablo se acercó, enfocando en molestarlo.

— no lo digas en voz alta — rogó con enojo el menor.

Al mismo tiempo que los hermanos seguían caminando, sentado en una de las mesas de marmol en el jardín frente a la cafetería, un joven delgado, bien vestido y con un sombrero cubo negro que ocultaba la mitad de su rostro, acariciaba un aro de oro en su oreja, ansioso.

No fue hasta que vio llegar a Oscar llegar que pudo inhalar, calmandose y respondiendo con una sonrisa filosa.

— ¿En qué momento llegaste? sería más fácil si es que te mudas aquí — volvió a hablar Oscar al sentarse frente a él.

— no me digas que hacer, Rose me amenazó y necesitaba de alguien que viera a la directora. Espero que no te moleste.

— no lo creo, estaremos tranquilos por ahora — hizo una pausa, un poco preocupado por lo que podría decir su compañero — pero, ¿por qué no solo vas por todo?

Tras su pregunta, alcanzó a ver a un par de estudiantes, por lo que rascó su mejilla, como si estuviera cubriendo su rostro. Al mismo tiempo que se escuchó el timbre de cambio de hora.

— No es divertido cuando muestras todas las cartas a tu enemigo. Solo espera la señal, adiós — dictó el chico con sombrero y empezó a caminar en dirección al portón, sin dejar de ser visto por la melancólica mirada del adulto.

Oscar jadeo exhausto y se levantó, dando espacio a un pequeño grupo de estudiantes. A pesar de parecer perdido en sus pensamientos, con su celular en mano,cuando se tropezó con alguien.

Una pelirroja que al igual, hizo caer los dos celulares. Era Amelia, rebozo en un lindo sonrojo y enojo en los ojos que sorprendió al hombre, él intentó acercarse, pero ella dio un paso atrás.

— Lo siento — murmuró ella, tomando rápido uno de los celulares — debo buscar a mi hijo.

— disculpe — dijo él, pero no pudo detenerla al verla irse casi corriendo — mierda.

Trago hondo, preocupado por tener en manos el celular de otra persona. Estaba decidido a seguirla, cuando la campana volvió a sonar. Era la señal, la cual estaba obligado a respetar, terminando por entrar a la sala de profesores junto a una gran ventisca de aire que cerró la puerta detrás de él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.