Más tarde esa noche, los videos tomados por los alumnos llegaron a los noticieros y miles de personas vieron diferentes perspectivas de la supuesta muerte y de lo que salió como "una mala broma en contra del prestigio de un colegio". Sin embargo, lo que todos esperaban eran las palabras de la directora.
«Era un maniquí, alguien quiere dañar este colegio y asustar a nuestros estudiantes. Pero no dejaremos que esto pase como un descuido, buscaremos al agresor y nos haremos cargo de los daños. Muchas gracias» dijo Alison. Desde la pantalla de su computadora, la hermana superiora pausó el video, su oficina estaba en penumbra, con solo la luz del monitor iluminando su rostro severo.
Tenía dos pestañas abiertas, la entrevista con Alison y la foto de un joven moreno a lado del fundador. Un chico sonriente de cejas pobladas y gran sonrisa burlona, haciendo una señal de paz.
“Alex (2000 - 2016)”
“Estudiante de honor y miembro del difunto equipo de radio”
No recordaba cuantas veces las vio, pero fue la primera vez que entendió.
— Alison no merece ser la directora — siseó ella.
Mientras tanto, en una zona residencial para familias de clase media y baja. Repleta de casas con el mismo diseño de dos pisos y grandes ventanas hacia un patio privado.
En el interior de la casa, Kayle avanzó desde una puerta del segundo piso, encendió las luces y se detuvo frente a un montón de tela amontonada en el sofá.
— ¿Papá? — preguntó, revolviendo las sábanas — ya compré tus musicales. Si vas a dormir hazlo en tu cama, nada te costaba bajar por las escaleras.
Entre las sábanas, emergió un hombre cercano a los sesenta años. Fatigado, se pasó la mano por el poco cabello que le quedaba en la nuca, soltando un sonoro bostezo, antes de ajustar un aparato en su tobillo: un brazalete de monitoreo.
— No llegues tarde — soltó el hombre de una voz ronca, antes de abrazarla — Buenas noches — agregó y camino a la escalera. Sin embargo, la menor lo detuvo al jalar su ropa.
— Hoy un profesor dijo "Díaz Cruz" — soltó ella. Sus ojos buscaban ayuda, comprensión en su padre.
— Perdón Kayle. Pero ya sabes, ya no puedo ayudarte — explicó avergonzado sin querer ver a la chica y señalando el brazalete de su tobillo — mañana haremos la fogata.
Después de eso, la chica inhalo paciencia viendo a su padre biológico bajar por las escaleras. Marcelo Diaz Cruz, ahora conocido como Santiago Cruz y un simple jardinero por sus vecinos.
Aquellos ojos verdes deslumbraron por la melancolía. Caminando hacia la primera puerta del pequeño pasadizo. Una habitación simple, apenas iluminada por los faros de la calle, Kayle se acercó al gran estante de libros frente a su cama. Dejó su pequeño libro y luego, su mano viajó, terminando por sujetar un cuadro con la foto de una hermosa mujer.
De ojos verdes como los suyos, cabello castaño y hermosa sonrisa.
« Mamá. Te prometo que nuestra familia volverá a estar junta. »
— Siento que estoy cerca — susurro. Sin poder evitar sollozar.
Dejó el marco y encendió el interruptor, la habitación se llenó de luz. Regresando sobre sus pasos, abrió la primera puerta de su armario. Volteando hacia fotos del colegio, la directora y Aidan.
— Pero … ¿Por qué el fantasma se metió? ¿Por qué ahora?
De pronto, sintió un “Click” en su cerebro. Una idea de rápida, la hizo caminar al escritorio.
— Claro ...
Encendido rápido el computador. Mordiendo su propia lengua, analizó cada uno de los titulares de las noticias del colegio, hasta que llegó a un foro de consultas y empezó a escribir:
“Lo que está pasando en el colegio Santa Perla, se parece mucho a lo que pasó antes, ¿soy el único que lo piensa?”
Después de enviar su pregunta, se acostó en su cama en un largo suspiro cansado.
— ¿Por qué no pensé en esto antes? Me deje llevar por esos chicos — se reprochó en voz baja — Lo siento, mamá.
De repente el bello rostro de su madre pasó por su mente, esos ojos verdes heredados, la expresión angelical de una enferma que veía con dulzura a su pequeña hija.
Y de pronto, la sonrisa de theo. Sacudio su cabeza con fuerza, su propio cabello golpeo su rostro antes de revolcarse en su cama.
— Encontraré a mi hermano.
A punto de dormir, un brillo en su celular la despertó. Theo quería iniciar una videollamada grupal.
En cuestión de segundos, se encontró frente a las cámaras de seis adolescentes. La pantalla compartida mostraba una grabación de vigilancia del colegio, sus rostros reflejaban sorpresa y confusión ante los videos.
Tres pantallas, tres escenarios y tres personas enmascaradas que sostenían el mismo letrero: “Hola, peones”.
— Sabía que era más de uno — susurró Arthur.
— Paloma me dijo que borró estos videos de la seguridad del colegio — explicó Andrew — no nos buscarán.
— Los odio a los tres — agregó Corni.
— Oigan — dijo Theo — ¿se acuerdan de la última pregunta? dijo algo de un campamento. Tal vez quiere que regresemos a buscar algo.
« No creo que sea eso. El fantasma juega en el colegio, no lo hizo en el retiro. » pensó Kayle.
— Yo también pienso eso — dictó Bruno.
— Esperen, no se apuren — detuvo Andrew. Llamando la atención de la chica — creo que es mejor buscar ayuda.
— ¿Quieren ir con Nicolás? — agregó Kayle.
Mientras tanto, Alison seguía en su oficina en el colegio en su propia videollamada. Escuchando cada queja. Sabía que los accionistas estaban inquietos y que la amenaza de perder su apoyo financiero era inminente. Sentía la presión creciente sobre sus hombros.
"Seguridad", "inaceptable", "escándalo" era lo que más escuchaba. Sin embargo, lo que más le inquietó fue que Susan no estaba en la pantalla. Era cierta su advertencia. Dejó de ser accionista del colegio.
— Directora Del Aguila — dijo una de las voces de la llamada — espero que pueda arreglar las cosas en su colegio. Nosotros dejaremos de ofrecer dinero.