“Es increible … La directora había luchado para detener a los noticieros, por años se esforzo en hacer que la escuela sea la mejor de la ciudad. Donde adolescentes que en verdad querían, luchaban por una silla y mesa. Lucho por inversionistas y los mejores profesores ….
Pero, poco a poco, el fantasma le quitó todo.
… Aunque, aún hay algo que me preocupa. El detalle de un viejo apasionado que trabajó por la escuela. El Fundador”
Un largo suspiro permanecio frente a Alison. Alejandro, con un claro cansancio, sus cejas fruncidas y labios agrietados, permanecierón sobre su hija.
— ¿Qué esperabas que sucediera? — dijo con brusquedad Alejandro, con un obvio control de ira — Susan ya me lo dijo, dejará de invertir. Como otros dos accionistas. Es obvio que no puedes con esto.
Los ojos de Alison estaban a punto de estallar en un enojo que la carcomía y que su padre notó.
— ¡No sabes lo que dices! — gritó ella, perdiendo el control — ¡Las matrículas del próximo año se mantienen, y estoy segura de que aparecerán nuevos inversionistas! — esbozó una sonrisa nerviosa que no engañaba a nadie.
Su padre suspiró con fiereza y se levantó de la mesa del comedor.
— A partir de hoy. Te revocó el cargo.
Alison se incorporó de golpe, rígida, con los músculos tensos por la indignación. Bufó. Casi se rió.
— ¿QUE? ¡SOY LA DIRECTORA! ¡NO PUEDES! — gritó, en algo que más parecía un berrinche — ¡ES MI COLEGIO! — empezó a golpear la mesa, sorprendiendo a su padre — trabajé mucho para darle a todos lo que se merecen. Mejore el sistema de becas y el treinta por ciento de los graduados entran a las tres mejores universidades.
— Alison, para. Debo proteger mi escuela
— ¡NO! — se quejó ella y lanzó los cubiertos y platos de la mesa al suelo — Sin mi, las cosas serían un asqueroso circo de becados.
— ¡ALISON! — bramó Alejandro. No fue un grito impulsivo, sino un rugido seco, grave, que rompió el berrinche en seco. — ¿Crees que no sé lo que hiciste para “mejorar” todo?
El silencio cayó de golpe.
Alison permaneció en silencio, sorprendida por las palabras de su padre o su expresión que por primera vez, en tanto tiempo, era triste. Su sangre se congeló, atenta a la resignación de su padre.
Alejandro caminó hacia la puerta. Pero algo lo detuvo. Esa sensación punzante, como un frío en la nuca. Se giró lentamente y encontró los ojos de su hija.
Odio, uno profundamente personal.
— ¿Eres la directora? Entonces demuéstralo — soltó y salió del departamento junto a un gran portazo.
Alison se quedó en silencio viendo la gran puerta.
Si. Nosotros los “protegemos”, pero … ¿Qué pasará cuando Alison gane? Ninguno podrá ayudarlos.
El sábado por la tarde. Nicolas fue encerrado por los cuatro chicos, en una mesa con pasteles y en otra mesa, las tres chicas que disfrutaban alegres de una pequeña tartaleta de fresa en otra mesa.
Theo, muy serio y ansioso. En especial cuando sintió las abrumadoras miradas de ellos. Recordó el primer día del retiro, cuando se culpó por salvar a sus compañeros.
— Llévanos al campo del retiro — dijo Theo.
No fue un pedido, era una orden que descarriló la expresión calmada de Nicolas. Él no dijo nada, prefirió dar su primer bocado a un parfait de fresas.
Dudo al masticar, procesando las palabras del chico antes de negarse.
— No hay forma en que malgaste mis vacaciones con ustedes — explicó, crudamente mientras daba su tercer bocado al parfait.
— Bien, como quieras — aviso Theo, palmeando el hombro de Bruno al dejar la mesa.
En poco tiempo, Nicolas se encontraba encerrado por Andrew y Kayle. Volteo su mirada, hacia Theo, con sus mejillas infladas viendo la tarea que tuvo que relevar.
— Te necesitamos — dijo ella, agudizando su voz con tristeza y mostrando una mirada de cachorro — eres el único adulto a quien confiamos.
A pesar de su expresión suplicante y una tierna mirada, Andrew la veía con asco. Sorprendido por verla usar una táctica para convencer a Nicolas y que de alguna forma, temia funcionara.
« ¿La “psycho” puede hacer esas caras? » Fue lo que pensó, pero una vez que escuchó la risa de Nicolas, el rostro “inocente” cambió a uno lleno de desdén.
— Todos tenemos problemas — susurró Andrew. Sorprendiendo al adulto en el proceso — creo que eres el que mejor lo sabe.
Fue entonces que Nicolás suspiró. Volteando a cada a los chicos acomodados y escondidos cerca a los baños. Recordó a Bruno perdido en sus pensamientos, a Corni triste … a cada uno, en su momento agotado. Lentamente asintió.
— “Es como si conocieran el terreno para atacar, pero ¿que general no debe levantar su campamento en un terreno difícil?” — cito Nicolas, mientras pinchaba la torta de chocolate — ¿En serio quieren gastar su tiempo en ir hasta allá?
Fue tras esa pregunta que un par de adolescentes se mantuvieron perplejos. Ambos, cuestionando lo mismo.
— oigan — dijo Nicolás al comer una de las fresas del plato — no lo sé, pero tal vez, se está burlando de que en realidad no conocen algo. El fantasma hizo tantas cosas. Entonces, el campamento, parece solo una forma de decirlo.
— ¿El campamento o el terreno del fantasma? — preguntó kayle en un lejano susurro y desviando su mirada dubitativa.
— Claro, ¿vieron el noticiero de hoy? — preguntó Nicolas volviendo a llamar la atención de los dos, mientras sacaba su celular y mostraba una foto. Era de ese maniquí lanzado con el cartel en su espalda — “es broma” — susurró él — ven, hay muchas contradicciones de saber algo o no.
— pero, nada nos dice que es cierto. Es un un cincuenta, cincuenta — susurro Andrew, viendo en segundos al adulto asentir.