Atte. El fantasma

CAPÍTULO 27: Sepamos amar hoy

Con tensión en la oficina de Hugo,el padre de Corni, su mirada volaba hacia su esposa.

—Hugo, tuviste que verla —soltó Victoria, la voz hecha trizas—. Corni ni siquiera podía mantenerse en pie.

Él alzó la vista, como si cada palabra lo golpeara.

—Amor… —susurró—. Mamá quiso ayudarla. A su manera. Pero yo también me siento culpable. No lo vimos venir.

Se levantó y tomó las manos de Victoria.

—Ahora solo quiero que nuestra hija se sienta segura. Que sepa que estamos aquí. Pensaba en llevarla a un lugar tranquilo, después del colegio. Un respiro.

La mujer asintió, lentamente mientras una sonrisa se dibujaba. Sin embargo, la respiración de su esposo fue más fuerte. Llamó su atención.

— Vicky, ¿Sabes que Alison se está metiendo en problemas? — el continuo. Su rostro se encogió en la incertidumbre y preocupación.

Victoria por su lado, exhaló su último aire.

— Si, sucede algo … Debemos proteger a Corni — susurró Victoria.

— Si, pensé que deberíamos salir de la ciudad unos días.

En el momento que terminó de hablar, Victoria se alejó.

— ¿Qué opinas? — volvió a hablar Hugo— debemos protegernos, para luego seguir cuidando de Corni, ¿no?

— Si … — apenada— No me digas que tu madre va a quedarse con ella.

El hombre inclinó su cabeza. Suspiro con pesadez antes de asentir, nervioso por la extraña relación de ambas mujeres.

— Creeme, es su nieta. Ya hizo las citas con el nutricionista, le dijo al chofer que fuera a comprar las cosas — su voz se volvió tranquila, como si estuviera rogando a su esposa— pero, te prometo que corni estará bien. Pero, después de lo que pasó en la feria, nos debemos alejar, solo por si acaso

Ella asintió. No fue fácil, primero ladeo la cabeza pero cuando captó el miedo en la expresión de su esposo, suspiro.

— Sería mejor si Corni viene con nosotros — susurro victoria.

— Si se va, Alison sabrá que algo pasa — beso a su esposa, antes de abrazarla con fuerza — Te lo prometo. Mi mamá la cuidara.

Esa misma tarde, sentada en el medio de una cafetería, los ojos de Amelia examinaron aquel celular que sin saber tomó el día de la feria. Idéntico al suyo, salvo por el fondo de pantalla. Una torre oscura resaltando sobre una ciudad azul, una pintura expresionista.

Admiro el arte. Hasta que el chillido de una silla arrastrada llamó su atención. Volteo hacia Oscar, hacía su habitual rostro tranquilo y pequeñas canas sobre su nuca. Algunas arrugas delicadamente bajo sus ojos.

— Buenos días — dijo él al sentarse y dejar el celular de Amelia sobre la mesa — Gracias por darme tiempo hoy.

— Entiendo, yo también — respondió ella, segura, mientras verifica que fuera su celular — Es horrible, ¿verdad?

— ¿Disculpe?

— Lo que pasó en el colegio de nuestros hijos. Mi hijo está encerrado en su cuarto, no quiere...

— Ah, perdón, señora Sandoval — la interrumpió Oscar, sorprendiendo a Amelia — Soy el profesor Oscar Zapata. Pero, entiendo la preocupación.

— Lo siento — Amelia, un tanto nerviosa, suspiro mientras tomaba su celular. Primero revisar las notificaciones, encontrándose con un correo en específico — Entonces, profesor Zapata.

— Puedes llamarme por mi nombre — interrumpió rápido.

— Profesor Oscar — corrigió ella, sonriendo un poco nerviosa — ¿Conoces a Theo Sandoval?

— Claro. Cuarto de secundaria, capitán de básquetbol — explicó, un tanto confundido hasta que vio la suave sonrisa de Amelia — Su hijo es muy inteligente.

Las palabras de Oscar resonaron en la mente de Amelia. Ella no solía hablar mucho con los profesores, siempre dejando que Javier se hiciera cargo de todo. Estaba decidida a cambiar eso.

— Profesor Oscar — continuó ella, notando la curiosidad en los ojos del hombre — Theo no me habla del colegio. Me gustaría que me dijeras qué hace mi hijo.

Oscar suspiró, sorprendido por sus palabras. Amelia se dio cuenta de la duda del hombre.

— Ya sabes lo que hacen los padres en el colegio Perla — volvió a hablar, captando la atención de Oscar — Por nuestros hijos, hacemos lo que sea. Puedo pagarte.

Oscar reprimió un suspiro y, después de mirar alrededor de la cafetería, asintió.

— Pero — intervino él — Mis políticas siempre han sido proteger a mis alumnos, lo haré con gusto. Pero no puedo mandarle mensajes a los padres. Puedes pedir una reunión en el colegio.

Enseguida, sacó una tarjeta de presentación con su número celular del bolsillo. Ambos intercambiaron miradas. Amelia lucía orgullosa y decidida, a pesar de la interrogante en la expresión de Oscar.

— Hasta luego, profesor Oscar — dijo antes de estrechar su mano.

Oscar sostuvo su mirada por un momento, enfocándose en la amable sonrisa de la mujer antes de que saliera de la cafetería, dejándolo con un desagradable sentimiento ansioso en el corazón.

Eran casi las ocho de la noche, Arthur veía divertido la incomodidad de su hermano, ante su madre que organizaba unas hojas en la sala. Se suponía que ella no iba estar en casa y él se iba a infiltrar a su habitación. Pero ahora, su madre hablaba sin parar.

— Lo siento, chicos — dijo ella — El jurado de la feria no aceptó a ninguno después de la feria. Pero no se preocupen, el próximo año será. Llamaré a un profesor que los ayude

Las palabras de su madre cambiaron el semblante de ambos hermanos, intercambiaron miradas con sorpresa y genuina preocupación por el futuro. Ambos intercambiaron miradas de nuevo, Arthur negó con la cabeza, pero esta vez Andrew mostró valentía.

— Mamá, el novio de Corni la engañó con su amiga — soltó Andrew, echando un vistazo a su madre, atenta a sus palabras — ¿No es horrible? Corni estaba muy lastimada. ¿Deberíamos hacer algo?

Arthur frunció el ceño y tragó saliva cuando se dio cuenta de la verdadera intención de su hermano. No podía dejar de verlo con repudio. Quería creer en su madre; quería creer en su familia unida.




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