Atte. El fantasma

CAPÍTULO 28: Existencia de la vida eterna

Escondidos en la bodega, el ambiente era más relajado de lo esperado entre los cuatro adolescentes. Arthur obligaba a Corni a comer; Talia leía un libro en la comodidad del nuevo sofá y Kayle revisaba su libro. De vez en cuando, los gemelos intercambiaban miradas incómodas.

Andrew lo dejó pasar y volteó hacia uno de los estantes con varios juegos de mesa. Sopesando esas cajas, extendió su brazo hacia el juego de ajedrez, un movimiento que llamó la atención de Kayle, quien volteó al chico que ordenaba las piezas en el tablero.

Cuando Andrew terminó de ordenar y mover un peón, escuchó a Kayle jalar una silla para sentarse frente a él.

—¿Quieres apostar? —susurró ella, mostrando una pequeña envoltura de chocolate.

Andrew refunfuñó con una sonrisa.

Después de algunos movimientos en el tablero, Andrew veía a sus peones al lado de la chica. Estaba a punto de explotar cuando se escucharon dos golpes en la puerta, seguidos de un tercer golpe en la parte inferior, su señal típica entre ellos.

Theo entró, sorprendido ante la calma de los demás. Frotó sus ojos abiertos como platos y tragó hondo, regresando su mandíbula a su lugar.

—¿¡Por qué demoraron tanto?! —exclamó Andrew enojado mientras estiraba sus brazos— Este juego es una mierda. Psycho hizo trampa.

— ¿Trampa en el ajedrez? — preguntó ella — ¿Como?

—Oigan —interrumpió Theo al dejar su mochila y acercarse a la mesa— Kayle, conseguí el sofá que pediste y aún así, ¿no han hecho nada?

En ese momento todos voltearon al sofá de dos plazas, aún con el plástico puesto. Los adolescentes se miraron entre sí, acomplejados.

— ¿Qué les picó? —Bruno se sentó en aquel sofá. En un largo suspiro adolorido— terminemos esto, quiero almorzar en casa.

—Si quieres irte, hazlo —Andrew acomodaba las piezas con una mueca de desagrado.

— Que irritante eres —intervino Arthur.

—¡Ya me tienes harto! —Andrew se levantó con tanta fuerza que el chillido de la silla asustó a todos en la bodega.

El ambiente se volvió tenso, como si una pelea estuviera a punto de estallar. Los gemelos se miraban nerviosamente, conscientes de la tensión creciente. Y no les importaba hacer una escena. Probablemente se trataba de orgullo o de esa palabra que flameaba en sus ojos “Traición”.

Talia cerró su libro, mirando con preocupación. Corni, sintiendo el peso del ambiente y se encogió en su asiento, incómoda.

— Tengo algo que decirles —intervino al levantarse y romper el hielo.

Todos voltearon, quietos a la espera de la chica que arreglaba su cerquillo.

— Gracias —inició con fuerza— gracias, por ayudarme con esos idiotas —tenía una suave sonrisa dirigida al par de hermanos, antes de ver a los demás— Todos me ayudaron, aunque no tenían porque.

Corni se volvió a sentar y cubrió su rostro con vergüenza.

— Es cierto —aclamo Arthur. Estiró su cuerpo— la abuela Susan es complicada. Esa vez te salvamos.

— Susan … a mi siempre me dio miedo tu abuela — siguio Theo.

—Lo dicen como si fuera una mala persona —intervino Bruno, frunciendo el ceño. Aunque no lo parecía, estaba intrigado.

— Si … es que es muy, directa

Bruno bajó la mirada al suelo. La palabra “Susan” le rondaba en la cabeza. Era un nombre que no oía desde hacía años, pero que aún lo pinchaba como espina vieja. Recordó vagamente una tarde: sus padres cuchicheando en la cocina, mencionando a una tal “Susan” que, según su madre, estaba “loca” y que su padre no quería volver a ver.

¿Podría ser la misma?

Se mordió el interior de la mejilla.

—¡AH! —grito Corni— ¿Alguien buscó en las fotos de Sofía y Jack?

Pasaron la siguiente hora revisando meticulosamente las fotos, buscando cualquier pista que pudiera ayudarles. De vez en cuando, el grupo se detenía para comparar notas y teorías, pero la tensión seguía presente, haciendo que el tiempo pareciera alargarse … en aburrimiento.

Finalmente, Bruno, que había estado absorto en una serie de fotos, dejó escapar un grito:

— ¡Encontré algo!

Victorioso, giró hacia los demás chicos. Ocupados en sus juegos, convirtieron su emoción en una amarga mueca.

— Escuchen — volvió a hablar mientras caminaba a la mesa — hay un QR en la foto de Sofia y Jack. ¿Celular?

El grupo rodeó la mesa, viendo el acercamiento de la foto a la parte más oscura. Se veían píxeles y otros tonos más oscuros.

— ¿Cómo sabes que es un QR? —preguntó Talia.

— Hay muchos diferentes tonos de negros en el cielo. Se ve raro —explico Burno, tomando el celular de Theo.

Fueron segundos en los que alineó ambos celulares y terminó redireccionando a una página web.

"Del Águila es culpable, la escuela es un cementerio y ustedes, unos pobres peones. ¿creen en la existencia de la vida eterna en el otro mundo?" — leyó Bruno hasta terminar en un susurro quejumbroso, su expresión se tornó enojada y volteó a los demás.

—¿“Del Águila"? —siseó Theo— ¿Y si el fantasma es Aidan?

—Pero Aidan es el hijo de la directora —detuvo Talia— No habría forma de que quisiera hacer algo en contra de su madre.

—No lo sé —explicó el pelirrojo, cabizbajo— Él es muy complicado. Pero esta vez debemos prepararnos —agregó y volteó a Kayle— ¿Podrías hacer un plan?

Ella inclinó su cabeza y se señaló con duda.

— Tuviste la idea de ir a la fiesta de barranco. También en buscar a Nicolás —explicó Theo muy serio.

Kayle no parecía convencida, pero asintió.

— ¿Es enserio? —se quejó Andrew, interrumpiendo el encuentro de las miradas de ambos— yo hice la venganza de Corni y busqué al hacker.

— Y aún así, no hiciste nada frente a Nicolas — Kayle sonrio. Tan juguetona como siempre.

— Tu solo sabes hacer trampa — Andrew se quejó tan fuerte que un corto gruñido se cruzó entre sus palabras.

— Como quieras. Veamos qué plan es mejor — los ojos verdes de la chica se entrecerrarón.

— Oigan, ¿Qué les pasa? —soltó Theo. Una ligera mueca se dibujó en él.




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