En el primer piso de una casa, mientras dos hombres colgaron un letrero “Escuela de Música” Amelia barrio con el suelo. Con un suspiro melancolico, volteo por lo que sería su oficina, se apoyó sobre la escoba.
Una sonrisa nostálgica apareció en su rostro al imaginar a sus estudiantes. Anhelo el día de ver el piano rodeado de varios niños.
— Muy pronto, muy pronto — siseo, volviendo con su tarea.
Justo cuando estaba a punto de tomar el recogedor, el sonido del timbre la sorprendió. Amelia caminó rápido hacia la puerta, se quitó el polvo de su ropa y su corazón empezó a rebosar de nervios y alegría.
— Buenas …
No pudo terminar la frase al abrir la puerta. Su expresión se transformó de sorpresa a dureza en un instante. Javier estaba allí, junto a un hombre desconocido.
— ¿Qué quieres, Javier? —Su voz se volvió fría y firme, sostuvo como arma la escoba, en una postura desafiante— No te quiero ver en mi casa.
— Tranquila —interrumpió Javier y ajustó sus lentes con un chasquido de dedos— Solo quiero que las cosas vayan rápido.
— ¿Qué? —replicó Amelia, sin ocultar su desconfianza.
El hombre a su lado, un abogado delgado con una mirada fría y calculadora, abrió el maletín y sacó un documento, que le entregó a Amelia sin demora.
— De forma simple —empezó Javier— podrás ver a mi hijo solo los fines de semana —La sorpresa de Amelia era evidente, pero el hombre continuó implacable— Te voy a conceder unos cuantos activos de mi empresa por los años de... servicio a la familia. Pero no quiero que interfieras en nada más. Esto es generosidad, Amelia. No olvides que podría dejarte con las manos vacías.
Por un momento, Amelia sintió que el suelo se hundio bajo sus pies. Volvio a sentirse fragil, solo agarrada por la escoba mientras una comezón salto por la parte trasera de su cuello. En esa herida pasada en plena recuperacion.
Pero de pronto, movio un poco su hombro.
— No —dijo, con una fuerza que sorprendió incluso a Javier. Amelia arrugó la hoja con toda su fuerza antes de lanzarla al rostro del abogado— Si quieres hablar conmigo, será a través de mi abogado. No quiero volver a verte.
Con la intención de cerrar la puerta, Javier la detuvo con un rápido movimiento.
— Amelia —intervino con un tono sarcástico— No te equivoques. Si quieres seguir viendo a Theo, firma estos papeles.
Amelia no respondió de inmediato. Sus ojos se endurecieron y señaló con calma una esquina de la casa, donde una pequeña cámara, no tan oculta, estaba instalada, grabando cada palabra, cada gesto.
— Mi abogado hablará contigo —dijo con firmeza, sin un rastro de miedo en su voz.
Después de eso cerró la puerta.
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— Gloria a ti señor Jesús. Pueden ir en paz — declaró una mujer. Vestida con hábito.
Guardó la biblia, y su vision viajo desde la plataforma de madera
— Soy Laura Hugo, la nueva madre superiora. Y espero, ser de ayuda como mi procesadora lo hizo, apoyaré a cada estudiante.
Después de eso, los alumnos comenzaron a recoger las sillas, algunos obedeciendo, otros se escabulleron.
Theo dejó las sillas a un lado, observó a Aidan alejándose de la multitud. Lo siguio, por casi todo el colegio, volteo a cada lado hasta que se encontró con Aidan más encorvado de costumbre, triste y cuando gritó, una intensa mirada paralizó a Theo.
Aidan mostró un aspecto oscuro. Se detuvieron frente a frente, como dos adversarios en el inicio de un duelo.
— No te veo con tus amigos —intentó romper el hielo Theo, aunque su voz tembló ligeramente.
— Los exámenes acabaron —respondió Aidan con frialdad, como si no necesitara decir nada más.
— Si, sobre eso. Felicidades, obtuviste el segundo puesto —dijo Theo, forzando una sonrisa, pero Aidan solo apretó los labios, su rostro se endureció— ya quisiera tener ese lugar.
— Y Kayle, el primero —añadió Aidan, con un tono que destilaba resentimiento al levantarse.
— Sí … ¿vamos a comer algo? ¿después de clases? —Theo trató de mantener la calma.
Aidan negó y acomodo sus lentes en el arco de su nariz y soltó un suspiro pesado, casi con desprecio.
— Bueno. Por cierto, espero que tu mamá se recupere pronto —dijo Theo de repente. Vio la espalda del chico.
Aidan se detuvo en seco. El silencio que siguió fue aterrador, su espalda rígida, su rostro adornaba una sonrisa torcida y sus ojos brillando con una malicia oscura.
— Dile a tu novia que este bimestre, tomaré mi trono —amenazó Aidan, dejó que sus palabras penetraran profundamente en la mente de Theo antes de alejarse.
Theo se quedó allí, congelado, con un nudo en la garganta y una sensación de confusión por la indiferencia de Aidan.
« ¿Estará planendo algo? » penso theo.
Por otro lado, el nombre “ Profesor Oscar” se terminó de escribir en una pizarra, el hombre revisó a cada estudiante en el ingreso de su clase. Corni, sentada en esas mesas compartidas se concentró en sus uñas, hasta que el chirrido de una silla al arrastrarse la sacó de su trance.
Sus ojos se abrieron con sorpresa, Kayle con esa tipica sonrisa zorruna se sento frente a ella.
— ¿Dónde estabas? Theo te estaba buscando —murmuró Corni. Revisando no ser vista por otros.
— ¿En serio? Jeje, fui a comprar las temperas que pidió Oscar —respondió Kayle despreocupadamente.
— Profesor Oscar —corrigió Corni, su voz baja y un ligero rubor en sus mejillas—. Es un profesor, hay que respetarlo.
Kayle parpadeó, sorprendida por el respeto que Corni mostraba hacia Oscar. Esa actitud era completamente diferente a la suya.
— Ah, si. Es cierto.
« No sabía que Corni lo respetaba. Tendré cuidado.» pensó Kayle, apretando su falda antes de mirar hacia el profesor, quien estudiaba una hoja. Cuando sus ojos se encontraron con los de Kayle, él le dedicó una sonrisa cordial, a la que ella respondió con una sonrisa superficial, ocultando su desagrado.