Atte. El fantasma

CAPÍTULO 36: TODO ES TAN FALSO COMO COMO UNA PLANTA PLÁSTICA

°”Es más fácil juzgar el talento de un hombre por su preguntas que por sus respuestas… — Atte. El fantasma”.

Fue el mensaje que llegó a los celulares de los siete adolescentes, antes de poder terminar su día, los siete se encontraron en la bodega y Nicolas se infiltró. Apoyado en la pared, observó a cada uno de sus protegidos y luego a la bodega, decorado y demasiado organizado.

Observó los juegos de mesa ordenados en el estante, los libros, y una manta doblada cuidadosamente sobre dos mesas. Era casi increíble lo mucho que había cambiado ese lugar, que antes apestaba a antigüedad y abandono.

«Los chicos se esforzaron por arreglar esto ¿Se están acostumbrando? » no pudo evitar sonreír, hasta que se encontró con los ojos de Theo. Enojado.

— ¿el fantasma te mando algo? — pregunto talia.

— Me dio una amenaza — soltó y sacó su celular — dijo, “una vez dentro no podrás salir” y yo respondí, “creeme, cada vez que salgo me piden volver a entrar” — leyó y regresó a los demás, asqueados — después me bloqueó.

— No nos interesa tu vida, Nicolas — dijo Theo al exhalar.

— Como sea —intervino Nicolas— y, sobre el nuevo mensaje. ¿Necesitan ayuda?

El grupo de adolescentes intercambió miradas. Theo,frunció el ceño y en ese momento, suspiró y se puso de pie.

— Nicolás, necesito un consejo —dijo con firmeza— como psicólogo.

Nicolás sonrió. Asintió confiada, antes de levantarse y caminar hacia la puerta. Sin embargo, en el momento en que su pie cruzó el umbral, Theo cerró la puerta con fuerza, dejando al adulto atrapado en el pasillo.

— ¡Perdón, después iré! —anunció Theo, volviéndose hacia los demás con una mirada determinada.

— ¡Theo! —exclamó Nicolás desde el otro lado, golpeando la puerta en un intento de volver a entrar. No hubo respuesta.

Dentro de la bodega, los demás chicos se quedaron inmóviles, sorprendidos por la acción. Él les indicó silencio con un dedo sobre los labios.

— Escuchen —susurró Theo, asegurándose de que Nicolás no pudiera oír— Nicolás es el psicólogo de Aidan. Y Aidan podría hacer que Nicolás hable si se entera de que él sabe que nosotros sabemos algo... —Theo hizo una pausa, intentando organizar sus pensamientos antes de continuar— Como sea, empecemos con el plan.

El silencio que siguió fue cortado solo por los leves golpes en la puerta, que pronto cesaron. Mientras, Kayle y Andrew intercambiaron miradas.

— Bien — anunció la joven de ojos verdes al caminar hacia la pizarra antes de Andrew— preparemos el plan.

— Y lo que va a hacer cada uno, hasta las olimpiadas y si tenemos suerte, puede funcionar antes de la graduacion de quinto.

Mientras tanto, en un pequeño restaurante de paredes sucias y pocas personas, Oscar se sentó frente a Amelia. Se acomodó en la silla con una leve incomodidad, recordando que solía insistir en que sus reuniones fueran en el colegio.

Algo, sin embargo, le llamó la atención: esa expresión nerviosa en el rostro de la mujer.

—Perdón, profesor Oscar —dijo ella al fin, acomodando su cabello rojo hacia atrás como si así pudiera ordenar sus pensamientos—, pero creo que es mejor no acercarme tanto al colegio. No quiero que Javier esté en contra de Theo en casa.

Oscar la observó un instante, bajó la mirada hacia su taza de café y habló con cautela:

—Amelia, perdona si me meto donde no me llaman, pero… ¿tus amigos te han apoyado con el divorcio? ¿Estás cerca de ellos?

Ella negó suavemente, recordando las conversaciones incómodas que terminaron en silencios educados.

—Solo tengo socios —murmuró, cabizbaja, antes de soltar una pequeña risa—. Qué tonto, ¿no? Debería estar trabajando en mi escuela de música en vez de aquí.

Oscar notó cómo ella jugueteaba con su cabello. Decidió no seguir hurgando.

—¿Sabes qué hago los sábados? —preguntó con un brillo travieso en los ojos—. Dejo de ser docente y me convierto en un niño que pasa horas en una tienda de videojuegos.

Amelia alzó las cejas, sorprendida.

—No te imagino así.

—Exacto —respondió él con media sonrisa—. Por eso deberías venir. Si no te gusta, te invito un café y hacemos como que nunca pasó.

Ella dudó, pero el reloj marcaba solo el mediodía. Una ventana de respiro se abrió entre sus responsabilidades. Asintió, y una risa leve escapó de su boca.

—Está bien. Pero si pierdo en tu juego, me compras chocolate.

Oscar rió.

—Trato hecho.

Despues de unas horas, el grupo de “peones” caminaban en silencio por el patio. Theo detrás del grupo de las tres chicas, dejó que su oído se metiera en la conversación sobre nueva cafetería con dulces en oferta. hasta que una mano tiró de su uniforme hacia atrás. Andrew lo sujetó con una expresión seria mientras Arthur empujaba a Bruno.

— Haz algo con tu padre —gruñó Andrew, casi sin paciencia.

— ¡¿AH?! ¡Ni siquiera quiero vivir con ese infiel! —gritó Theo, empujándolo.

La tensión aumentó mientras los demás adolescentes se acercaban, preocupados por una posible pelea. Sin embargo, todo se detuvo cuando un balde de pintura amarilla empapó a Andrew y a Theo. Un silbido resonó y el grupo volteó hacia el techo de la capilla. Un encapuchado con una máscara sonriente y dientes triangulares sostenía un pequeño letrero colgado de su cuello: "Mi marca es el amarillo".

— Él es —anunció Andrew, liberando a Theo—, él me atacó.

Theo intentó acercarse, pero Andrew lo detuvo. El hombre enmascarado observó al grupo, negando con la cabeza ante cualquier idea.

— Buena decisión, peón —se escuchó una voz robótica y masculina.

— ¡¿TE PARECE UNA BROMA?! —gritó Theo—. ¡Ven aquí, maldito idiota!

Theo intentó acercarse, pero Kayle lo detuvo, agarrándole el antebrazo. Se miraron a los ojos por un momento antes de que ella dirigiera su atención al enmascarado.

— ¿El fantasma volverá al terreno o le tiene miedo a la nueva mano? —preguntó Kayle, con una voz que ocultaba un desafío.




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