Las horas pasaron, en un tribunal, las luces brillarón intensamente sobre la tarima del juez. Corni peinaba su cerquillo, detrás de sus cinco abogados. Revolvía su mirada entre el juez, sus padres y sus anteriores amigos. Sus manos temblaban, y el sudor se acumulaba en sus palmas esforzándose por controlar la ansiedad que la embargaba.
Sin embargo, en el momento que el juez anunció el fin del día, Corni se apuró en ir al baño. Necesitaba un momento a solas, lejos del peso abrumador de la situación.
«Tranquila, todo estará bien », « Por favor, vayanse» se repetía a sí misma en el interior del cubículo.
— Jack y los demás ya se fueron — escucho.
Era una voz delicada y varonil, tan suave que podría confundirse con el de una chica. Por un segundo creyó que era su abuela. Con miedo se asomó, abriendo la puerta hasta que se encontró con una silueta alta y una máscara amarilla. Un tres invertido como boca y capucha negra.
— Ellos ya se fueron — volvió a decir — concéntrate en el colegio, y ten cuidado en mis dominios. Cornelia Esposito.
Asustada y sin poder procesar palabra, vio al hombre salir del baño, tan tranquilo y alegre. Hasta que la puerta se cerró. Corni cubrió su boca, dejando caer su cuerpo en uno de los muros.
— Él era …
« ¿El fantasma? »
Esa noche, los ojos de Kayle se posaron sobre una foto. Un abrazo de una niña, ella y un chico, con un uniforme. Eran idénticos.
“Ya te dije que no me esperes tan tarde, no preocupes a mamá”
La voz del adolescente, pasó por su mente. Aquel día en que lo espero en altas horas de la noche.
— Perdón “mini yo” — el chico se acercó a ella, aunque fue detenido cuando la pequeña pierna tocó su pecho — Mañana, ¿Si? Entiende que tú hermano es un hombre ocupado.Toma, te lo regalo.
En ese instante, el adolescente le ofreció un pequeño libro azul. Aunque, Kayle lo observó con escepticismo.
—Mamá dice que nunca tomé las migajas de un hombre —Kayle infló sus mejillas, enrojecidas por un puchero infantil.
— ¿Esa es tu educación en casa? Escucha, yo soy tú
— Mi hermanito llorón — interrumpió ella alegre y tomó el libro. Sorprendiendo al chico — Pero, prefiero la fantasía.
— Eso es fantasía — su respuesta fue automática. Lanzó su mochila a la cama y posó en la tarima con orgullo, alzo su brazo como si empuñara una espada antes de golpear el aire— El protagonista está dentro de una guerra y solo este libro le enseñará cómo usar el poder que tiene en su corazón para así, ganarle al malvado brujo.
Terminó su dramatización golpeando una almohada.
— Las 48 leyes del poder — leyó kayle la cubierta — bien, lo leeré.
— Así se habla, “miniyo”.
°°°°°
De pronto, el sonido de una notificacion la regresó a la realidad. Kayle apartó la vista de la foto y enfocó su atención en la pantalla de su celular. Una notificación de Leo:
“Tengo la información sobre lo que busca tu amiga. Te envío el PDF”.
Ella suspiró y volvió a enviar el mensaje a Talia. Esa vez, regresó a su computador. Leyo las respuestas de su pregunta en ese antiguo foro, la mayoría de las respuestas eran bromas o comentarios inútiles, pero una en particular llamó su atención:
“No es la primera vez que pasa esto. Alguien que se disfrazó de seguridad, asustó a varias chicas, robó algunos trofeos y destruyó algunos equipos. Lo que más me asustó fue que tenía la llave maestra de todos los salones. Claro que el director no dejó que eso salga en las noticias. No como Alison.”
El mensaje la inquietó. Temía que fuera mentira, pero una corazonada pinchó su pecho, especialmente por la imagen del usuario: un violín.
Kayle sintio la frustración mezclarse con la nostalgia. Apretó sus labios, como si intentara contener las emociones que la abrumabo. Finalmente, se recostó en su silla, dejo descansar sus brazos a cada lado del asiento y colocó sus pies en el borde del asiento. Volteo a su camison de hombre.
— Calma —se dijo así misma.
Se levantó de la silla y caminó hacia el armario, abrio la primera puerta. Dentro, se observó fotos de la escuela, el fundador Alejandro, la directora Alison y Aidan, junto con varias notas pegadas en el tablero. Y, al final, estaban las fotos de los seis adolescentes.
— Lo siento chicos. El año pasado, con ese tonto apodo, Jessica no me dejo seguir. Pero ahora debo aprovechar la oportunidad —murmuró para sí misma, mientras sus dedos rozaban el documento, lo deslizó y tomó otro.
Era un cuadro con los nombres de los siete adolescentes y al final, el de Aidan. La segunda columna mostraba "cargo" con las responsabilidades asignadas, y la última columna, titulada "logro," permanecía vacía. Kayle contempló su archivo, hasta que un repentino golpe en la puerta la hizo sobresaltarse.
Rápidamente ocultó ambos documentos y cerró la puerta del armario, justo cuando su padre biológico, Santiago, entraba en la habitación.
—Hija —llamó su padre, preocupado—. ¿Volverás a quedarte hasta tarde? ¿Qué tanto haces?
— Ayer terminé mi tarea —sonrio la joven— Además, tú te quedas despierto jugando esos juegos de guerra. Por cierto, tu cumpleaños se acerca, ¿quieres que te compre otra película? ¿Algún musical que quieras?
Santiago sonrio, pero tenía otra idea en los ojos:
— Siempre vemos musicales, quiero una pequeña reunión, un almuerzo.
Kayle se acomodo en la silla, su ceja alzada en una clara expresión de confusión.
—Haremos un almuerzo. Vendrá la vecina Hayama y quiero que traigas a Theo —dijo con una voz firme y una gran sonrisa que dejó a Kayle sin palabras.
No pudo evitar reírse, nerviosa.
—Descuida, la vecina es muy vieja para mí. Además, sabe que soy bisexual —comentó Santiago con un tono ligero, pero Kayle apenas lo escuchó, aún impactada.
—Ah, papá — Kayle intentó ocultar su creciente ansiedad— Theo está ocupado con su familia. Él…