En un parque, Bruno alcanzó a dos niños jugar en una caja de arena. Los dos con ropas sucias por la tierra, jugaron hasta que la niña volteó. No tenía rostro, solo era un pálido círculo de cabello castaño.
— Bruno, despierta — dijo ella
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Bruno desperto, sacudio su cabeza entre jadeos ahogados. Subió sus rodillas y acarició su rostro. La pesadilla que lo había atormentado durante días volvía a manifestarse en su mente. Pero ahora estaba claro para él: necesitaba hablar con Corni. A pesar de que ella parecía más centrada en sus propios problemas familiares, sentada en una de las bancas del campo de atletismo mientras trenzaba el cabello de Talia y Kayle echada leyendo de un folder.
Bruno sintio un nudo en la garganta, pero se acercó. Poco a poco, escucho la conversacion.
—Simplemente se fueron —soltó Corni, indignada, sin dejar de mover los dedos entre las hebras de Talia—. Mis padres me dejaron con mi abuela mientras ellos se iban a un hotel de cinco estrellas en la playa. Y yo aquí… haciendo servicio comunitario. Lo peor es que mamá quiere que vigile su dulcería.
— Pensé que te gustaba su tienda— solto talia. Levemente, su cuello se estiró atras.
—Me encanta —admitió Corni tras una breve pausa, apretando un mechón entre los dedos—. Pero mi abuela no me deja ir. Menos sola.
— Oigan.
Las tres se giraron al escuchar la voz a sus espaldas. Bruno estaba ahí, con las manos apretadas y la mirada inquieta.
—¿Creen que esto se va a poner peor? —preguntó, mirando a cada una con una mezcla de miedo y urgencia—. Primero fuego… luego agua…
—Espero que no —susurró Talia, bajando la vista—. Pero… Algunos profesores ya hablan de irse.
— Has hecho tu tarea — Kayle se sento y dejó de lado aquel folder.
Talia se sonrojó de inmediato, desviando la mirada. Al mismo tiempo que una nueva voz cortó el momento.
— Al fin te encuentro.
Todos se giraron. Jessica estaba allí, totalmente arrogante, acompañada por su Lucia, con una sonrisa despectiva.
— ¿Qué quieren ahora? — Bruno lanzó una mirada de reproche hacia ellas.
— Contigo nada, gordo —gruño Jessica. Sus ojos penetraron sobre Kayle — ¿puedes venir? Tenemos que hablar.
Corni frunció el ceño, preparándose para responder con la misma arrogancia, pero fue interrumpida por una voz aún más desafiante.
— Oigan, puesto treinta y cuatro y cuarenta — Kayle se incorporó aferrándose al folder. Sus ojos verdes las vieron con desdén— bien, hablemos perra.
Jessica, en un arranque de furia, tomó a Kayle del brazo y arrastró hacia un rincón más apartado del grupo. Sacó su celular y le mostró a Kayle una foto que hizo que retrocediera sorprendida. Era una foto, que ella reconoció como antigua, muy cerca a Tom, en un ambiente intimo.
— En serio, tu eres una perra — dijo Jessica con los ojos centelleando de furia— todos lo vuelven a decir en internet.
Kayle resopló, mirando a Jessica directamente a los ojos. No se sentía amenazada. No sabia que palabra usar.
Estaba desconcertada.
— ¿Estás bien? — la preocupación en la voz de kayle, sorprendió a Jessica.
La hizo dudar por un momento, mientras Kayle reflexionaba sobre cómo su primera amistad se había transformado en una brecha abismal.
Flashback:
— ¿Es cierto esto? — preguntó Jessica, con repudio en su voz, sostuvo su celular frente a los ojos verdes de Kayle.
Escondidas detrás de las escaleras del lado norte, en un rincón apartado. La foto mostró a Kayle y Tom, él tenía su mano en el hombro de la chica, parecía muy íntimos.
Kayle inclinó la cabeza confundida, sin comprender la imagen ni la acusación. Miró a Jessica, su rostro comenzo a reflejar una mezcla de incomodidad y tristeza.
— No sé qué es esto — Kayle trato de entender.
— No me mientas — dijo Jessica entre dientes, su rostro fruncido en una expresión de enojo — Sabes que Tom me gusta y aún así, tú... Tú, coqueteas con él.
— Espera. Eso es mentira — se defendió Kayle.
— Eres una mentirosa — replicó Jessica, su tono cargado de desdén, apunto de llorar — Te di una oportunidad, me diste lastima que te llamaran psycho porque eres amigas de Nicolas pero, ¿esto?
— Solo fui a dejarle claro que no me gusta — explicó Kayle.
Intentó tomar la mano de Jessica, pero una cachetada la interrumpio. Kayle retrocedió un paso, con la piel ardiendo.
— ¡TOM ME DIJO QUE LE GUSTAS! — la voz de Jessica se cargó empezando, mientras lágrimas corrieron por sus mejillas. — ¿Solo quieres burlarte de mí?
Ella refunfuño, llorando caminó hacia las escaleras.
— Kayle, tú sabías que él me gusta, y aún así… — no pudo continuar, suspiro fuertemente — Oye, dijiste que tu madre te educo. ¿Ella te enseñó a ser una perra?
Las dos adolescentes se quedaron en silencio, antes de un gruñido de Jessica. Volvió a guardar su celular, pasó por su lado, siendo brusca al golpear el hombro de Kayle.
Por otro lado, el estadio vibraba con la intensidad del juego. La multitud rugía con cada movimiento del balón, y el eco de los zapatos de goma sobre la cancha resonaba en las gradas. Dos adolescentes observaban con ojos brillantes, completamente inmersos en la acción que se desarrollaba ante ellos.
—¿Esos globos en el techo? ¿Son para las olimpiadas? —preguntó uno, su mirada fija en lo alto.
— ¡Mira a Theo! —exclamó el otro, su voz teñida de admiración mientras señalaba al capitán del equipo, quien parecía estar en su elemento, brillando con cada jugada—. ¡Está anotando como loco!
Theo dominaba la cancha con una precisión y velocidad que dejaba sin aliento a los espectadores. Pero, a pesar de su enfoque, la tensión entre él y Esteban se sentía como una corriente subterránea, oscura y amenazante.