En el salón, antes de clases, Arthur pasó una mano por su rostro, intentando contener la frustración, sus ojos voltearon de vez en cuando hacia su hermano, con su mirada clavada en el pupitre, tenso y ausente.
Tamborileando los dedos contra la mesa, un sonido repetitivo. Andrew frunció el ceño como respuesta y exhaló con fastidio
—¿Puedes parar? —Su tono era seco, casi cortante.
Arthur entrecerró los ojos.
—Hasta que me digas qué te pasa. —Un murmullo al fondo, un golpe en la mesa.
Andrew apretó los puños.
Alzó la vista justo cuando Kayle entraba. Con un gesto sutil, la llamó. Ella se detuvo frente a ellos, ignorando las miradas furtivas y los cuchicheos a su alrededor.
Arthur frunció el ceño al ver su expresión imperturbable.
—¿Estás bien?
Kayle arqueó una ceja.
—Sí. ¿Por qué?
Los dos gemelos intercambiaron miradas, Andrew rodo los ojos y Arthur inclinó su rostro. Su mano sostuvo su mejilla frente a la joven.
— Pensamos que puede ser porque Theo se peleó con su padre en nuestra casa —susurró el gemelo menor — y no lo vimos todo el fin de semana, aunque fue bueno.
— Aunque también puede ser por lo que dicen algunos chicos de ti — Andrew incrispo en un sutil bajo tono, antes de que Arthur golpee su codo— ¿Que? A ti también te llegó la pregunta.
— ¡Hola psycho! — grito un chico a lo lejos.
Los tres voltearon hacia un pequeño grupo de cuatro chicos, con celulares en mano y sonrientes.
— ¿Es algo de sus cochinadas de chicos? —susurró Kayle y cruzó sus brazos— por cierto, deben ayudar a Talia. Dijeron que su guardaespaldas es su tio … ahora deben hacerse cargo. Y ya no se escapen.
Andrew estaba a punto de decir algo más cuando un susurro llamó su atención.
— Kayle
Theo pasó junto a ellos. El pelirrojo se detuvo frente a la joven, con una postura relajada, aunque su mandíbula tensa.
— Hablemos.
No lo penso mucho, ella lo siguio. Sin perder la compostura, su paso fue tranquilo, casi elegante, como si nada de lo que acababa de ocurrir le afectará.
Arthur chistó y golpeó suavemente el hombro de Andrew.
— Ya cuentame que te pasó ayer, ¿Porque estas tan irritante?
— ¿Lo estoy? Preguntale a tu mamá —fulmino Andrew y terminó por recostarse en su mesa.
Arthur frunció el ceño. Un gruñido bajo salió de sus labios.
— Puedes estar molesto con ella, pero tú eres igual de engreído.
En el instante que apretó los labios, sintio una punzada de impotencia en su corazón.
Por otro lado, dentro de la oficina de Alejandro se levanto de su asiento, junto a dos hombres bien vestidos.
— La organizacion y cronogramas estarian completos en una semana — comentó uno de los hombres— mi consultor te estaria enviando los informes.
—Perfecto. Nosotros enviaremos a los primeros cocineros. Harán un registro durante la semana y luego regresarán con el equipo completo.
Los tres se estrecharon la mano con satisfacción, ignorando el pequeño aparato escondido bajo el tablón de la mesa: un transmisor discreto, casi invisible.
La conversación llegaba nítida hasta un teléfono de tapa en la habitación de Rose. Vestida de negro, lista para salir, la joven sostenía además un celular táctil, grabando cada palabra.
“Fue un placer, Alejandro”, se escuchó la despedida de uno de los hombres.
Un golpe leve en la puerta la hizo reaccionar. Con rapidez, Rose apagó el transmisor y tomó el otro dispositivo, llevándolo a su oreja.
—¿Lo escuchó, jefe? El plan C… ¿cómo va?
La voz al otro lado sonó tranquila, casi burlona:
—No te preocupes, lo tengo todo bajo control. El fantasma ya esta dentro del colegio
— Si … sobre el colegio, ¿Va a hablar con el señor Oscar? —susurró ella—. Hace unos días lo vi demasiado cómodo con la madre de Theo.
Del otro lado, una carcajada seca:
— JA JA — se escuchó del chico detras del telefono— no se puede evitar sentir algo por alguien, aunque él me dijo que solo son amigos.
Rose rodó los ojos, agotada por el tono del chico. Colgó la llamada y dejó caer el celular sobre la mesa. Exhaló un largo suspiro antes de apoyarse, como si el peso de la información le cayera encima.
Mientras tanto, theo apenas cerró la puerta de la bodega
Exhaló pesadamente, pasando una mano por su rostro. Sus dedos se enredaron en su cabello desordenado antes de bajar hasta su cinturon, apretó con nerviosismo.
Kayle lo observó en silencio. La luz tenue acentuaba la tensión en sus hombros de adolescente, el ligero temblor en sus dedos.
—Tengo que preguntarte algo —murmuró él.
Sacó el celular y le mostró unas fotos. Kayle apenas las miró antes de tomarlas con repudio, como si se quemaran.
En la pantalla aparecía ella, en ropa interior.
—¿Tom te lavó el cerebro? —sus labios se curvaron en una sonrisa burlona—. Claro que fue él… tal vez Jessica también.
Esperó ver su expresión suavizarse, pero Theo se mantuvo rígido, sus ojos reflejaban molestia y preocupación.
—¿No crees en mí? —su voz salió más baja de lo normal, cargada de una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver.
— Quiero… —gruñó, casi en un susurro— Pero, Aidan también las tiene —sus manos se apretaron aún más— Dijo que alguien las está difundiendo si le pagas.
Kayle soltó un suspiro breve. Con suavidad, posó la mano en su mejilla.
—Son falsas, es cosa del idiota de Tom. Por favor… confía en mí.
Theo la miró, sintió el calor de su mano contra su piel y exhaló con fuerza antes de asentir.
—Por cierto… —añadió ella, recuperando su tono habitual, más ligero, casi travieso— tengo un plan. ¿Me ayudas? Solo por esta vez.
Theo frunció el ceño. Sus ojos recorrieron los de ella, saltando de un verde al otro como si buscara algo.
—¡Ahhh! —bufó, revolviéndose el cabello con desesperación—. Está bien… como tú digas.
Kayle soltó una risa corta. Theo la miró de reojo, con las orejas levemente rojas. Enseguida, sonó una pequeña alarma de su reloj.