Aullido del Destino

✨ Capítulo 9

El Instinto y la Marca

Rowan

La noche llegó sin piedad.
Oscura. Densa. Silenciosa… como la furia que me hervía por dentro.

Sirelle.
Su nombre era una herida que se abría una y otra vez en mi mente. Una palabra maldita, sagrada.
Una promesa rota.

Ella había dicho que no lo elegía. Que estaba confundida.
¿Y eso qué significaba? ¿Qué podía significar, si no que parte de ella ya se inclinaba hacia él?

Aiden.

Mi sombra. Mi reflejo distorsionado.
Él no merecía ni respirar el mismo aire que ella. No merecía mirar esos ojos, o escuchar su voz quebrándose al pronunciar mi nombre.
Y sin embargo… lo había hecho.
Se había acercado. Había tocado lo que no le pertenecía.

Ella es mía.

No como se posee un objeto.
Como un lobo reclama a su compañera. Como la Luna escoge a su guardián. Como el alma encuentra su espejo.
No hay vuelta atrás. No hay elecciones. Solo la unión… o la pérdida total.

Caminé por el bosque con los puños cerrados y los sentidos encendidos.
Mi lobo estaba al borde de la superficie, respirando conmigo, rugiendo bajo mi piel. Quería sangre. Quería marcarla. Quería arrancar de su cuerpo cualquier aroma que no fuera el mío.

Vi su cabaña a la distancia. La luz interior encendida, cálida, suave…
Indiferente.

Ella estaba allí.
Tranquila.
Mientras yo ardía en llamas.

Me acerqué sin ruido, sin anuncio. Como una tormenta que se acumula en silencio antes de azotar el mundo.
Podía oír su respiración. Sentir su esencia envolviendo la noche. Y por un segundo… quise entrar. Quise romper la puerta, sujetarla contra mi pecho y obligarla a entender:
Eres mía. Lo has sido desde el principio.

Pero no lo hice.
No aún.

Mis uñas se clavaron en la corteza de un árbol cercano, y contuve el impulso.
No es el momento. No todavía.

La marcaré. Pronto.
Cuando el rito esté completo. Cuando el vínculo sea irrompible.
Y entonces, ningún Aiden, ningún destino, ningún dios podrá arrebatármela.

Pero esa noche, al borde del bosque, algo dentro de mí cambió.

Ya no bastaba con esperar.
No podía seguir confiando en la voluntad de otros, ni en los designios de la Luna.
Si el destino dudaba, yo no lo haría.
Si ella vacilaba, yo no lo haré por ella.

La protegeré.
La retendré.
La tomaré si es necesario.
Porque amar a Sirelle es también poseerla. Es hundirme en ella hasta que ya no sepa dónde termino yo y comienza ella.

Un aullido se elevó a lo lejos. No mío. No de mi manada.
Blackwood.

La rabia volvió, más oscura, más densa.

—Vendrás a mí, Sirelle —susurré en la noche, solo para mí, solo para ella—.
Por tu voluntad… o por la mía.
Pero vendrás.

Y me desvanecí entre los árboles, con la promesa de que la próxima vez que nos veamos,
no habrá dudas,
no habrá elección,
solo la Marca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.